En la ciencia ficción se pueden construir diversas tradiciones. Por supuesto, estas tradiciones son meras construcciones a posteriori, descubiertas con la misma vocación ficcional. No son ciertas, son vetas cruzadas. Planetaria se deja encuadrar en una tradición de la literatura fantástica alimentada por la anticipación, el encuentro, la aparición de mundos expandidos y espacios contraídos, dimensiones superpuestas, animalidades humanizadas u humanidades interiorizadas en los átomos del universo.
La tradición: Planetaria va dispersándose en una narrativa fragmentaria, con viñetas, minificciones, inmersiones que expanden una entrada, la contraen o la superan. Una especie de hipertexto que recuerda el dispositivo narrativo de Ray Bradbury Crónicas marcianas (¿qué es? ¿Cuentos? ¿Novela? ¿Extravío literario en un lirismo sin poesía o poesía encubierta?), o la intertextualidad endogámica de Álvaro Menen Desleal sin hacerle remilgos a las entradas (¿influencias?) borgianas, asimovnianas y bradburyanas.
Planetaria es también un dispositivo narrativo, soportado en algunas páginas por la gráfica, cuidándose de no quedar entrampado por los trazos, incluso evita hilar un texto unívoco. En su polisemia desaparecen los personajes y cuando se ubica alguno con claridad queda encarcelado en la estrechez del texto que le contiene. A veces huye y aparece adelante o atrás, expandido o contraído, en un universo paralelo, en el futuro o en el pasado incognoscible, en esa área mítica descubierta por Lovecraft que sólo se recupera a través del terror. Hay un poco de horror en Planetaria, sin embargo queda disperso, como todos los textos. Es imposible hablar de UN texto, de unidad, de partículas construyendo un átomo, quizá la explosión y la diferencia, la distinción entre entrada y entrada sea una mejor descripción.
Gilles Deleuze y Félix Guattari utilizaron la forma rizoma como metáfora de relaciones entre el pensamiento, lo societal, lo político, lo económico, lo cultural, lo orgánico y lo inorgánico para establecer una postura filosófica: no hay centros, pero la razón siempre buscara endurecer la realidad (siempre inasible) con el fin de hacerla inteligible. Planetaria es un breve rizoma, carece de centralidad. Cada viñeta, minificción, descripción o entrada es una raicilla creciendo y enredándose más allá del papel. No busca emerger y convertir sus elementos en las ramas de un árbol macizo y comprensible en la unidad, sino tomar al lector en cada momento textual, ofrecerle un flashazo, atolondrarlo y atacarlo al siguente momento con algo totalmete desarticulado, evitando la consolidación de un arriba, un abajo o cualquiere dimensión situacional que permita asirse a las paredes, no las hay. Y sin embargo cada engrane de escritura de este aparato tiene suficiente dureza como para operar, no se escapa entre los dedos, sino entre los sobreentendidos del diseño normal de la narrativa.
Planetaria (Editorial Resistencia, 2013), de Gerardo Sifuentes, también recuerda un álbum, musical, de estampas y diseños donde el acomodo no responde a linealidad ni centralidad (otra vez la metáfora del rizoma) sino a un estado de ánimo. No importa si el acomodo final representa la cosistencia o inconsistencia sensible del editor, del autor o del ilustrados, el lector tiene la irresponsabilidad de tramar sus líneas, de estriarse el ánimo saltando de imagen en imagen, de texto en texto, de arriba abajo, al futuro, al pasado, al presente, al confín del universo o al interior de la existencia animal que nos contrae en el yo. Aun con esto, Planetaria tampoco es un rompecabezas, es más parecido a piezas que no embonan, piezas de realidad olvidadas por sus universos. ⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
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