Quizá, con mucha imaginación en principio, podríamos comparar la azucarada Barbieland con la engañosa caverna platónica. El mito de la caverna confirma en concordancia con la trama de la película, que ese mundo rosa no es más que una simple apariencia distorsionada de lo que Platón llamó el mundo sensible, la sombra de la realidad. La muñeca esclavizada en su universo no conocerá la verdad hasta que no salga de la caverna rosa y nunca lo hubiera hecho de no ser por una transmisión psíquica que detonó el conflicto existencial: la idea de muerte, convirtiéndose en el parteaguas del idilio. Los pies planos, la piel de naranja, el pan quemado y perder la graciosa caída en su convertible, son motivos para acudir a su versión maltrecha por causas ajenas. La Barbie rarita es una especie de oráculo de Delfos en el Parnaso que le aconseja salir de su paraíso en busca de la causante de las “desavenencias”. Barbie es la heroína que emprenderá el viaje como lo hizo Ulises en la Odisea. Tendrá que sortear estoicamente con intuición y sagacidad todos los obstáculos y encontrar aliados para finalmente retornar por el camino de la virtud. Más pronto que enseguida, Barbie se va sola en su carro siguiendo el arcoíris antes de percatarse que su eterno enamorado Ken, se escondió en el vehículo para acompañarla. Un aliado que, a la postre, se convertirá en un héroe de caricatura, sin que esto socave la metamorfosis que sufrirá sin proponérselo.
Basado en “El héroe”, uno de los doce arquetipos que propone el psicólogo suizo Carl Jung, el mitólogo estadounidense Joseph Campbell estableció en su libro El héroe de las mil máscaras, el “monomito”, al encontrar similitudes compartidas en los viajes de los héroes a lo largo de la historia, desde Cristo y si viviera diría que de Barbie, en ese trayecto por etapas de cara a la aventura, del que regresaron siendo otros, nunca como partieron. Barbie también tiene una ordalía, la prueba suprema de huir de una suerte de Iluminatis que comercian con el espejismo de las muñecas en el idealizado mundo de juguete, mientras las mujeres reales son víctimas de su masculinidad hegemónica.
Las heroínas necesitan aliadas y la muñeca rosa la encuentra en la causante de sus desgracias, quien en compañía de su hija —hater de la muñeca estereotipada—, decide emprender el viaje de la transformación a Barbieland, del cual regresan triunfantes al vencer sus resentimientos y desesperanzas provocadores de la mala relación entre madre e hija.
Al final, en el mundo idílico de la película, las mujeres salen ganando. Barbie decide deponer las sombras de la caverna para irrumpir de carne y hueso en el mundo de las ideas, el inteligible como le llamó el filósofo griego, no sin antes dejarle de tarea a Ken que se conozca a sí mismo para encontrar su razón de ser ahora que ya no tendrá su mirada. Ante un desolado Ken, Barbie asume el reto de partir, valiente como las heroínas, a enfrentarse a un mundo complicado para las mujeres. Bueno, a fin de cuentas “por algo ella lo es todo. Él es solo Ken”. ⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
Ora sí, qué bárbara!!! La fui a ver y me enfadó, pero tienes toda la razón. Texto brillante. Felicidades.