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Sofía Alvarado

Campo vacío


Qué extraño conocer a alguien que acaba de morir, así me pasó con Horacio Warpola. Parecía que sus poemas y sus rayones digitales los hubiera sacado de mi cabeza, pero ¿cuánto se puede ficcionar a un muerto?

Sea como sea, un hilo de luz nos une, ¿es esto de lo que hablaba en Incertidumbre cuántica?, ¿o soy una especie de Annie Wilkes?

Terminé su obra el mismo día en que murió y escribí un poema. Si siguiera vivo tal vez estos actos los creería frikis y yo podría citarlo para no sonar tan rara: “todo el cosmos está saturado de vibraciones”.

¿Acaso las vibraciones que dejó en su poesía eran para alguien remotísimo del futuro?

Alguna de ellas, dice:


En la teoría newtoniana de la gravitación se aprecia

por ejemplo

que la posición de un planeta afecta inmediatamente

al resto de

los astros aunque estén a años luz de distancia.


Pienso, aunque lo mencionaste antes en tus palabras, que “la verdadera naturaleza de la realidad yace oculta en alguna parte”, la respuesta a estas preguntas también.

Tú supondrás que “estamos entre la quintaesencia y los campos fantasmas”, en esa región misteriosa y oscura de la energía que somos.

¿Ves?, así se comienza el diálogo con un muerto, ¿qué es un lector, si no alguien que, ya lo decía Quevedo, escucha con los ojos a los muertos?

Permaneces, te escucho: “parece que lo más difícil es elaborar una propia idea de nosotros mismos”. Tal vez sea esto el tiempo de estar sobre la tierra, nacer en uno cada sesenta segundos, y nacer y nacer, y narrarnos, mientras tanto, alrededor de una estrella que ha de tragarnos algún tiempo después. Todo sobre lo que estamos parados es un misterio, lo hemos ido develando durante doscientos mil años, nuestra vida se funda en la creencia de un mundo que se puede desmoronar en cualquier microsegundo.

¿Será que tu ausencia ha sido la interpretación del cosmos que hiciste para abarcar esa estadística, ese momento del día en que muere un humano sobre el planeta?

Vuelvo a la invisibilidad en que se sostiene nuestra existencia, a esa región fantasma que caminamos diariamente, aquí, entre nosotros, los átomos de hidrógeno, las partículas, las moléculas, los tardígrados, ¿no te parece una locura que todo, absolutamente todo lo que es verdaderamente importante, se le escape al ojo humano? Colocaste en un poema una idea que ha colisionado dentro de un planeta a cientos de espectadores.

Pienso esto: nunca te veré.

Pienso esto: la luz solar que alguna vez fuiste alumbró a desconocidos y así cada muerto, cada vida: espero.

Pienso esto: las posibilidades de encontrarse ahora mismo muriendo son elevadas. Estabas muriendo un día antes de la noticia y no lo sabías, ¿o sí?

Así cada uno de nosotros.

Te cito una vez más: “tenemos miles de millones de años y eso a veces duele”.

Los cuerpos que somos se van deshaciendo en la oscuridad, uno más abajo que el otro, uno menos cuerpo que otro. Nos diluimos al final de la calle y aún así, tenemos tiempo para reírnos de ser un animal capaz de manejar un código lingüístico y hacer poesía.


Me pregunto, te preguntas:

¿Seremos una nube de detritos cósmicos? ¿Una cantimplora?

¿Seremos el océano de un exoplaneta? ¿Planta extraterrestre?

¿Molécula? ¿Seremos un puño de tierra? ¿Seremos nosotros repitiéndonos?

[Foto: Carlos Ortiz]

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