Una de las mayores ambiciones de los políticos es apropiarse de la historia. No les basta con ser protagonistas sino que necesitan ejercitar poderes adánicos y bautizan, o autonombran, hechos que no son precisamente como ellos dicen. Crean fábulas demagógicas. No es que tengan otros datos; tampoco que amen muchísimo a Acapulco, como indica la cartilla moral de la alcaldesa Abelina López. No. Hablo de una apropiación que para bien o para mal realizan únicamente los políticos; no siempre con gracia. Por ejemplo, el 12 de diciembre de 2019, la entonces presidente municipal de Acapulco, Adela Román Ocampo, infausta como primera edil, ahora agraciada con un sueldo de magistrada, anunció que se celebraría al día siguiente, 13 de diciembre, los 499 años de vida de la Bahía de Acapulco, antes Bahía de Santa Lucía. Eso significa que en el 2020 se cumplen los 500 años, pero en medio de una pandemia, con poca voluntad y las dificultades económicas, ¿quién va a pensar en celebraciones?
Por lógica, el 2021 se realizaría la celebración de los 501 años de la Bahía de Acapulco. Pero oficialmente no fue así. La alcaldesa López ordenó que el pasado 12 de diciembre se hiciera una misa para conmemorar los 500 años del descubrimiento de la Bahía de Acapulco. A la par de esta coqueta fiesta religiosa, encapsulada en un discurso institucional, con desfile náutico, exposiciones fotográficas y conciertos, Abelina anunció que este festival era la antesala de la celebración mayor, pues según sus cálculos, la Bahía de Acapulco fue descubierta en 1523. Su gobierno focaliza esa fecha, 2023, como la verdadera, pero mientras llega ese momento habrá varios actos conmemorativos. Gracias a estas actividades públicas se tiene presencia mediática, pero no creo que la alcaldesa López debiera usar como subterfugio propagandístico “eventualidades históricas”. En suma, la celebración del fin de semana pasado fue un requisito indispensable para no hundir más la imagen del puerto ante las insoslayables y anhelantes vacaciones de Navidad y Año Nuevo.
El cronista Anituy Rebolledo fecha la presencia de Hernán Cortés en Acapulco durante el mes de octubre de 1524. Quizá esa sea la certeza del descubrimiento de nuestra casa, 1524, una casa, no sobra decirlo, tremendamente devastada. En 500 años le hemos hecho un daño tremendo. En 2024 ya no estará Abelina al frente del ayuntamiento. Ya se habrá celebrado, en algún punto entre 2021 y 2023, los 500 años de un puerto que pide a gritos una mejor administración.
Yo veo en esta celebración algo cursi y colonialista. Se celebra el descubrimiento de Acapulco, una región que antes de los españoles, sin duda alguna, ya había sido visitada por los asiáticos o por los pichilingues (piratas). Acapulco no necesita un festejo con estas características. ¿Por qué lo organizaron? Para emular lo hecho en CDMX. En septiembre pasado se celebraron los siete siglos de la fundación de México-Tenochtitlan. Alguien ideó que Tenochtitlan se fundó en 1321, pero los arqueólogos Eduardo Matos Moctezuma y Leonardo López Luján afirmaron que no era posible ese hecho y que los políticos inventaron todo para empatar su calendario con el año 2021. Ergo: los políticos acomodan la historia de acuerdo con su conveniencia. Esto es grave y ocurre porque no valoramos el conocimiento, no le damos importancia a nuestro pasado; obviamente, ninguneamos nuestro futuro. El presente, como usted ve, es pura demagogia, tanta que incluso permite a los políticos reinventar políticamente la historia. ¿Para qué? Ya sabe, se trata de algo vacío pero ruidoso.⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
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