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Emiliano Aréstegui

De mudanzas, enanos y grandes señoros

Al final no nos fuimos para la 20 de noviembre, la renta estaba carísima, mucho más de lo que podemos permitirnos. Lo que hice para que me devolvieran la renta, y el depósito es digno de un texto pero el presente no va de eso. Tuvimos que volcar nuestros pasos sobre el Infonavit hasta el amarillo de una manta que colgaba sobre una ventana. El departamento luce un verde intestino, es muy chico, las pestañas de las ventanas no cierran por completo, no tiene agua corriente, está en un cuarto piso, la celosía de la cocina-área de lavado permite la entrada de ratas, cucarachas, moscas y mosquitos, el baño es deprimente y muy difícil de lavar, el tanque de agua no retiene líquidos y no hay un dintel que impida que escurra el agua hacia la sala pero sí uno que impide que llegue a la coladera. Un lugar casi perfecto pues está cerca del Crea y de la escuela del chamaco.

Un lugar casi perfecto decía, así su cisterna sea un nido de cucarachas y los barandales hayan sido devorados por la herrumbre y el desgano, así la instalación eléctrica de la cocina muestre sus entrañas y pase por encima del único lugar donde se puede poner la estufa, así el switch de la bomba esté así de cerca de mojarse cuando se hace uso del lavadero, así no haya espacio para tender ropa pero ¿a quién carajo le importan esos detalles? No somos sino ratas y podemos, como las cucarachas, hacer un hogar en cualquier piara. La estética de lo jodido destella en todas partes menos en el mural tlacolorero que pinta nuestra fachada.

La mudanza estuvo comandada por tres jóvenes escuálidos que sostuvieron su fuerza a base de galletas y refrescos, como buenos cargadores golpearon la lavadora, rasparon el refrigerador, ensuciaron y mojaron los colchones. Rayaron los muebles, descuadraron la estufa, magullaron las plantas y parieron chayotes para subir las cosas. La mudanza se programó a las 2:00 de la tarde pero no llegó sino hasta las 4:35, justo media hora antes de que el cielo se cayera en forma de chubasco. Dos días después metimos plantas y cosas sueltas en una mixta pilotada por un tipo que tenía demasiada prisa y muy pocas ganas de acomodar nada.

Perdimos el mes de depósito o estamos por perderlo. Desde el jueves pasado el administrador está diciendo que el dueño, un gran señor de esos que no puedes ver a menos que tengas mucha suerte, no le ha entregado el dinero. Yo creo que mañana —nos dice nuestro enano enlace—, el señor está muy ocupado. Sí, sí ayer vino pero su mujer no lo dejó ni un ratito y no pude hablar con él, dijo el enano administrador. Ayer el señor me llamó, quiere sus números de tarjeta para depositarles, y hace énfasis: personalmente. Creo que no me quiere dar el dinero, seguro piensa que me lo quiero quedar, dice el enano. Mañana a más tardar estarán sus depósitos, mientras aproveche para pagar la luz, me dijo y me extendió el recibo. No, primero que me den el depósito. Es que el recibo se vence el domingo, ahí le encargo…

Hoy le llamé, no han hecho el depósito. No se preocupe, mañana el señor vendrá, yo creo que les llamará para darles el dinero. No me chingue don Rodrigo, eso me viene diciendo desde hace dos semanas. Pero es que yo no puedo hacer nada, ya no me corresponde, dice el enano administrador. Pues entonces deme el teléfono del señor. No no, él se comunicará con ustedes, me dice y entonces me doy cuenta, lo único que puedo hacer es escribir un texto para decirle enano al enano y señor al señor, y también podemos, los recién sacados y yo, no pagar el recibo de luz. Y así, con la satisfacción de los frustrados, pienso, si mañana no me dan el dinero le mandaré este texto al enano de aliento fétido y palabrería de nomo, para decirle que sospecho de él. Pinche enano, pienso, seguro te quieres quedar con nuestros depósitos.

O quizá no, quizá es verdad que el enano que administra el edificio trabaja para uno de esos señores ricos e insaciables y que luego de treinta años prescindió de sus servicios sin darle siquiera un finiquito. Sabe si lo que dice el enano es cierto y ese señor es un gran señor gracias a su costumbre de pasar por encima de los otros. Tal parece que no piensa perder ni el .15% de lo que le dieron por su inmueble. ⚅

[Foto: Carlos Ortiz]

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