Con el propósito de iniciar el fondo editorial y de fomentar la literatura porteña, la Dirección de Cultura de Acapulco emitió la convocatoria del primer premio municipal de literatura, un galardón que rebosa de buenas intenciones; se aproxima, como suelen hacerlo los políticos, al relumbrón de las “mejores condiciones de vida” y el “progreso”. Algo normal, digamos, en el discurso, a veces panfletario otras tantas inocente, de los burócratas.
El premio de este proyecto, emanado de la “Secretaría y Desarrollo Comunitario a través la Dirección de Cultura”, es la publicación de los ganadores en las tres categorías propuestas: poesía, cuento y crónica. El premio, reitero, será la publicación a secas. Me parece injusto e insensible que las instituciones convocantes no piensen en la literatura como un trabajo que debe ser remunerado. En una época como esta, donde la palabra crisis ya se asoma en el discurso cotidiano y la austeridad no es un ideal sino una necesidad, ¿no se considera relevante pagarle a un autor que cede los derechos de su trabajo? ¿Por qué? Aventuro algunas ideas:
a) El desdén por los autores es enorme. No se les considera merecedores de una remuneración económica porque para los organizadores del premio la escritura de un libro no es un trabajo sino un pasatiempo.
b) No se busca promoción alguna sino la mera posee de simular apoyo a los creadores. Quedan bien paradas las autoridades, pero no el escritor, quien brinda su trabajo a cambio de “reconocimiento”.
c) Los organizadores creen que un escritor vive únicamente del aplauso.
Aparte de esta pifia por el pago, propongo algo que podría enriquecer no solo la relación tiránica entre convocantes y autores, sino propiciar un adecuado fomento a la literatura.
Sería justo que los ganadores recibieran un monto económico por la cesión de derechos, presentaciones de libro, conferencias o lecturas en voz alta en varios puntos de encuentro cultural del municipio; en especial, se debe tener presente a las juntas auxiliares, donde llega a cuentagotas el trabajo cultural del puerto. Obviamente es imprescindible la firma de un convenio en el que tanto autor como instituciones convocantes se comprometan a cumplir con ese calendario laboral de presentaciones, lecturas y conferencias e igualmente se enfoquen en la distribución de los libros ganadores.
Otro aspecto que dotaría de mayor seriedad al proyecto es la mención de la editorial que fungirá como comparsa del premio. Cuando se menciona en la convocatoria que los libros ganadores serán publicados en “editoriales de reconocido prestigio” se revela que aún no había una certeza al respecto.
Da la impresión de que el premio municipal de literatura intenta darle continuidad al extinto Acapulco en su tinta que organizaba el gobierno estatal y era de carácter nacional. Me refiero a que en la cláusula Tres de la convocatoria del premio municipal se indica que los interesados deberán presentar “un libro susceptible de ser publicado, con una extensión mínima de 30 cuartillas y máxima de 60, con tema libre o que aborde la identidad acapulqueña”.
Cuando uno encuentra convocatorias así descubre que no es suficiente la literatura sino que deben atornillar estos proyectos a premisas eminentemente sociológicas para justificar su existencia hablando de la identidad (pienso, por ejemplo, en la colección Letras del desierto con la que el Instituto Municipal de Cultura de Saltillo hará exactamente lo mismo que intenta el premio municipal de literatura de Acapulco; la diferencia es que allá publican más géneros y autores, y pagan 15 mil pesos al ganador. ¿Por qué acá no?). Si se buscara una reflexión sobre la identidad tropical, me parece, debieron dedicar este primer certamen a los ensayistas, antropólogos o sociólogos, pero no a escritores de un municipio al que le que urgen bibliotecas y librerías.
El 31 de mayo, cuando se den los resultados del premio, debe quedar manifiesta la promoción a la literatura, no la snapshot política que adorna las buenas intenciones ni la grandeza del “apoyo” a los creadores. Se debe exigir algo más que vivir del aplauso y, de paso, rechazar esa temible aseveración implícita en la convocatoria: Un escritor no vive del reconocimiento. Si de promoción a la literatura se trata, primero valoremos el oficio escritural. Pero sobre todo, no romanticemos la pobreza.⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
EXCELENTE PORTADA DE LA FOTO; TODO LO QUE SUBE, TIENE QUE BAJAR... EL PRI. 😀😂😏. SALUDOS MI AMIGO CHARLY