El infierno apenas se está calentando
- Rosely E. Quijano León
- 23 jun
- 2 Min. de lectura

La narrativa de César Gándara siempre es garantía de quedarnos atrapados en la intriga y no querer detener la lectura hasta llegar al final. Luz de naranjos, su más reciente novela, publicada por Nitro Press en la colección Nitro Noir, no es la excepción.
Hay una atmósfera caliente y árida que envuelve toda la novela, una prosa que quema al lector, pero a la vez lo envuelve en un aroma de naranjos. Sabina Miranda y su compañero Checo van a meterse de lleno en la investigación del asesinato de Ringo Lomelí, un empresario dedicado a la exportación de naranjas, y no lo harán como parte de su trabajo, sino porque algo une a Sabina, en el pasado, con Ringo. De hecho, Sabina es una protagonista en un género —el de la novela negra— donde no es común que lo sean las mujeres. Su rebeldía, su coraje y su sentido de justicia la convierten en una heroína implacable y sin miedo.
“En Cajeme el infierno apenas se estaba calentando.” Si bien en la novela hay un crimen que resolver, detrás de él hay mucho más, y esta frase lo dice todo. La novela es un retrato crudo y cruento de la realidad del país. Esto no va sólo de la corrupción dentro de los cuerpos policiacos y las fiscalías, de la intromisión del narcotráfico en todo, del abuso de autoridad de los políticos, de las injusticias en contra de los campesinos a quienes les arrebatan sus tierras, y de la crisis del agua que ya debería preocuparnos. El infierno de Cajeme es la radiografía de un país entero. Cuando pensamos que todo eso no puede empeorar, empeora. Este infierno no ha llegado a su punto máximo de ebullición.
Siguiendo fiel a su estilo, Gándara nos ofrece diálogos ágiles, personajes muy humanos, muy reales y, como mencioné al inicio, atmósferas inolvidables. En esta novela, el calor es insoportable, como todo lo que sucede en la historia, como lo es vivir en una ciudad con sensación térmica de 50°, como Cajeme, como el desierto de Sonora o como Mérida, desde donde leo esta novela: “con los huesos adoloridos de tanto calor.” Pero el contraste del paisaje seco, caliente, se da con las descripciones de tonalidades naranjas, los amaneceres y atardeceres, las texturas, los olores, la comida, el placer y el peligro: todo tiene cabida en esta novela, que Óscar Manuel Quezada definió muy acertadamente cuando dijo que “Luz de naranjos nos plantea dos posibilidades: hacer el trabajo bien —como Sabina Miranda, personaje principal de la novela— o desviarse por lo ilícito. Ante estas dos opciones: ¿qué pesa más? Desde ahí, Gándara nos muestra el México actual.”
Sabina Miranda no es la típica heroína angelical y perfecta; ella habita en un infierno, es un ángel caído que, sin embargo, nos devuelve un atisbo de esperanza con su honradez, su inquebrantable espíritu de justicia y su sensibilidad hacia la amistad, y la posibilidad de la pasión y el amor en un infierno que apenas se está calentando. ⚅
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[Foto: Carlos Ortiz]
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