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Grecia López Betancourt

El oficio de la pérdida

Durante las noches en las que converso con mi madre sobre nuestro día y nos preparamos para dormir nos acompaña la voz de un viejo noticiero. Todas las noches la veo agitar su cabeza mientas sus ojos se clavan en las caras de otras madres que buscan a sus hijos, de esposas que buscan a sus maridos; de familias que le dieron un hasta pronto a un ser querido, sin saber que sería la última vez que lo verían.

Yo también los observo, mientras se me forma un nudo en la garganta y una pregunta surge en mi mente al ver a esas personas caminar bajo un sol que quema su piel, enterrando varillas en busca del olor de la muerte, levantando hasta la última piedra, indagando pistas, excavando la tierra con uñas y dientes: ¿Cómo lo hacen?

Todo ese dolor, toda esa tristeza que ahoga el corazón y quema el estómago, ¿Puede ser representada en palabras? ¿Puede nuestro lenguaje ser capaz de imitar una parte de aquel penetrante sentimiento?

El oficio de la perdida de Antonio Salinas está conformado por 65 páginas, divididas en cuatro partes, cada una más dolorosa que la anterior.

La memoria de los cuerpos, un conteo doloroso de una pesadilla que no termina. Caravana del silencio, donde conocemos los nombres y las historias de aquellos que nos faltan. En Mañana entre los nuestros, encontramos la voz de doña Mari replicando con fuerza entre las páginas gritando el nombre de sus cuatro hijos, y finalmente Anfiteatro, donde caminamos al lado de los grupos de búsqueda, escrutando una señal que nos indique que aquí está esa voz que nos llama en sueños.

La poesía es manifestación de la realidad a través de la mirada del poeta y cuando vivimos en un estado tan herido, tan lastimado, no podemos simplemente cerrar nuestros ojos. La poesía también es revelación, un legado; el testimonio de una voz de decenas, cientos o miles.

Cada poema que conforma este libro otorga una voz a aquellos que han sido ignorados por aquel sistema que se supone debían escucharnos, protegernos, darnos una solución, pero que, en cambio, intenta arrebatarnos la lengua para callar nuestros gritos.

Es un canto de amor para esos hijos con los que las madres aún esperan reencontrase algún día. Es un clamor de justicia, para que no olvidemos a Rubí, a Thomas, a Raúl, a Gustavo, a Eva.

El oficio de la perdida tiene menos de cien páginas, pero pesa tanto como el corazón del padre al que le falta un hijo. Posee una capacidad única para ampliar perspectivas y despertar emociones profundas, ofrece una ventana a la realidad que vivimos muchos guerrerenses; un testimonio de las luchas de quienes enfrentan la injusticia e indiferencia del estado.

Sin embargo, entre sus páginas también podremos encontrar un indicio de esperanza, valor de aquella fuerza que impulsa el corazón de una madre que no se detendrá hasta encontrar a su hijo perdido. ⚅

[Foto: Gonzalo Pérez]

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