Hundido en un campo de fenobarbital, wisky y decenas de cervezas, caminé sobre un vado completamente pastoso de siliconas y grageas blancas llenas de cocaína y cafiaspirina. Fue una caminata larga llena de hermosas drogas que salvaron el sistema nervioso para llegar al paraíso del que nadie ha visto. Una maravillosa pasta amarilla apareció a mi lado con su forma de tristeza, y me encaminó para escuchar la pieza más elegante y enigmática Suspicious Minds cantada por Elvis Presley. Mi cuerpo adormecido por el exceso de sociedad y destinos vapuleados, recuperó su vida con la belleza y elegancia de Just Pretend, entonada desde lejos, pero adentro de mis oídos y encima de los tímpanos que vibraron y sintieron la fuerza y la emoción de las cuerdas vocales.
Los hermosos tonos parecieron más que un vals entre los prados sintéticos, rojos, amarillos, daltónicos como mi propia vida. Solté la primera lágrima nada trasparente, sino blanca como la cocaína, tan malvada pero acariciante, que vino sobre pestañas lagañosas por las gotas para dilatar las pupilas atropina y la adicción a los barbitúricos; unos chocolates rellenos de heroína y gotas de mariguana.
El camino alivió mi destino. No podía creer la pequeñez de la mente y de los salmones transparentes, corrientes de un dulce de prozac y jugo de naranja. La alberca de droguería prometió terminar con las alucinaciones y emprender un nuevo cosmos con la mano de Elvis Presley, que sorprendió con el canto de Alway on My Mind; una riqueza vocal aterciopelada y orquestada con senocal y barbital.
Las centrales de los nervios descubrieron que una porción de veronal les descubrió corazones dentro de los glóbulos rojos, corazones de armonía y serenidad. Las grandes células también vieron cómo el cristal y el clorhidrato de cocaína anunciaron la llegada de una dama llamada alegría, que me acompañó hasta los pies de Presley. Botas blancas de brillos y luminiscencias parecidas a la morfina. Un mono blanco con perlas brillantes y vibrantes que anunciaron The Wonder of you y Until time to you to go.
La brillantez de su voz y la fina y delgada elegancia convocó a una aventura con los opioides para encontrar la lucidez del sentimiento. Elvis Presley también llamó a Crying in the chapel y todo cambió a una pastosa azulada, cubierta de resinas y analgésicos que consintieron estar en los claros éxtasis de cada bocanada de aire para el traqueteado del sonido del rey criollo, que llegó hasta los aires térmicos y estimulantes de la calle de Guadalupe del centro de Tehuilotepec, municipio de Taxco esperados para el ritual de la sacudida eufórica de la mezcalina y el mezcal.
Los efluvios de cada eterno fraseo, motivó a susurrarle a cada aguja contaminada que penetró la dermis y luego se topó con la sangre azulada de cada gota de heroína en el fluido suave y digerible hasta acertar en su trono. El más perfecto y envidiable; sustancia de vida, razón de estar y de volver al infinito de sabiduría psicoactiva; torrente sanguíneo de hedonismo para aliviar el dolor de la realidad. ⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
No, pues, estaba bien grifo de tanto alucinogeno. Solo le falto ver demonios azules, cantando, brincando y bailando a su lado y él unirse a este aquelarre junto con Elvis. Gracias mi amigo Charlie por compartir, me sumerjo en tu escrito, no en alucinogenos, ya que no le hago. Ten un excelente inicio de semana.