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Carlos F. Ortiz

Fandango y simulación


Según la RAE, el fandango es un antiguo baile español ejecutado con acompañamiento de canto, guitarra, castañuelas y hasta de platillos y violín, a tres tiempos y con movimiento vivo y apasionado. Yo entendía el fandango como una fiesta, con música, baile y diversión. La etnomusicóloga y fandanguera, Jessica Gotttfried, precisa que el fandango es considerado una fiesta, un evento caótico o como se diría actualmente “un buen reventón”, pero que fue en el siglo XVIII cuando esta palabra se puso de moda en España para nombrar un montón de cosas tanto de los esclavos africanos como de los marineros que cruzaban el Atlántico.

Un fandango es una celebración que invita al cotorreo, a la fiesta, al baile. Entonces, un fandango por la lectura debería ser una celebración de fiesta con la palabra, el lenguaje.

Al menos eso imaginé cuando, en mi calidad de miembro del Consejo Estatal de Lectura en Guerrero, me invitaron a participar en el Fandango por la Lectura que se llevó a cabo el 15 de febrero, en el Museo del Fuerte de San Diego, en Acapulco.

Yo suponía una celebración por la palabra, por la literatura guerrerense, pero, extrañamente, solo se invitó un escritor, Martín Tonalmeyotl (miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte), al que pusieron en la parte de atrás del presídium, casi oculto, dándole preferencia al actor Dagoberto Gamma, quien fuera el baluarte cultural del gobierno priista de Héctor Astudillo, y a un poeta de República Dominicana, un tal José Mármol.

Un fandango para la lectura que me recordó más a un gris acto político organizado por el viejo PRI, o el nuevo PRI desgastado, con aires populacheros y con un discurso incluyente pero que excluye desde su forma y su fondo.

La consejera de la Memoria Histórica y Cultural de México, Beatriz Gutiérrez Müller, bailó, se divirtió, se tomó fotos, habló de la importancia de la lectura para los procesos históricos, leyó algunos poemas de poetas guerrerenses que no fueron invitados. Sonrió, aplaudió, pero nunca dio a conocer una estrategia clara de su programa para promover la lectura. Después se levantó, saludó y se marchó.

Sí hubo baile con la Danza de los Diablos, acompañados por la Banda de Mi Tierra, de Ometepec; el Ballet Folclórico Omeyocan y el grupo de música Los Guerreros de Acapulco; también hubo lectura de algunos fragmentos de poemas, mientras los privilegiados del presídium se divertían.

Desde las sillas, nosotros observábamos. Vimos a la secretaria de cultura de Guerrero, Aída Melina Martínez Rebolledo, que aplaudía cada vez que la gobernadora Evelyn Salgado Pineda hablaba. Cada que eso ocurría, Martínez gritaba eufórica: “¡Bravo, bravo!”, como si fuera un acto de campaña y no un fandango que no era un fandango, sino otro acto político para simular que se trabaja en la promoción de la lectura.

La gobernadora rememoró sus años de estudiante mientras leía a la poetiza Catalina Pastrana. Ignoraba que apenas unos días antes se conmemoraba el 129 aniversario luctuoso del enorme Ignacio Manuel Altamirano, algo que no se mencionó ni por error. La mandataria invitó a los estudiantes que ahí se encontraban a que leyeran, todo, cualquier cosa, dando muestra que no hay, pues, una estrategia para promover la lectura, sino que es una ocurrencia mediática.

A algunos invitados en el presídium se les hicieron preguntas cómodas. A la presidenta de Acapulco, Abelina López Rodríguez, se le preguntó qué libro la había marcado, a lo que respondió que fue el libro Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, el que la llevó a acercarse a la lectura, para cerrar diciendo que gracias a que era pobre y que no tenían televisión, agarró ese libro y se dispuso a leerlo hasta el final. Atendiendo esa tesis, se podría decir que el estado de Guerrero es afortunado de tener tanta gente con un alto índice de pobreza, pues eso nos da esperanza de que, siguiendo la fórmula de Abelina, en un futuro también se conviertan en grandes lectores.

El fandango por la lectura no fue ni fandango ni se promovió desde ahí la lectura. Lo que nos dejó fueron fotos que dan muestra de la alegría de Beatriz y de Evelyn, y de que este gobierno cuando habla de una cultura comunitaria, no elitista, habla precisamente de una cultura de puertas cerradas, sin propuestas claras, ni estrategias culturales de acercamiento a la comunidad.

Nos queda fandango y folklore, fiesta a puertas cerradas, discursos vacíos. Una foto de las autoridades en turno sonriendo con alumnos de escuelas públicas que les importa un carajo esa cosa que llaman lectura. Periodistas sonrientes que toman fotos o apuntes. Funcionarios que continúan aplaudiendo. Un Consejo Estatal de Lectura en el olvido. Un diablo blandiendo su chirrión en el aire. Un son costeño resonando alegremente mientras bailamos en un fandango que al final sólo era otro acto político en esta maraña infinita de actos infinitos, donde lo único que importa es aplaudir y estrechar manos, o mejor dicho, chocar el puño, y buscar una selfie para presumir en el feis o en Instagram.⚅

[Foto: Carlos Ortiz]

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