Palabras más, palabras menos a veces me gustaría escribir de a mentiras como lo hace Oliverio Arreola y dejar que la aseveración de esa esquirla lanzada al aire rompa la calma.
Como lector siempre agradezco una lectura dinámica que atrape desde la primera línea, en este caso desde el primer verso o poema en un solo verso:
Trino. Toda luz es un relámpago; de un ángel, el último gorjeo.
En un poema está resumido lo que nos espera en el corpus del libro y eso te impulsa a pasar la siguiente hoja y de ahí a la vorágine de Isla de los pájaros, un clásico joven que hay que leer, sí o sí. Habrá quien piense que estoy exagerando con esta afirmación, pero me sostengo en lo que digo.
El amor como vuelo, el amor como jaula, el amor como pérdida, como dolor, como desahucio, como algo divino y único, el amor como un pájaro que cruza el cielo y muere infartado en el vuelo he aquí algunos versos al azar:
Los pájaros mueren secretamente escritos.
Morirán por esa piedra que revientan plumas en el aire,
metáfora de un ángel —al viento— desgarrado.
Todas la jaulas del hombre son antiguas.
Uno puede hallar un pájaro en su sangre y descubrir
que también tiene su jaula,
(su cárcel para adentro).
La herida que nos hace el poema no cierra, conforme una avanza, siente la sangre, la pedrada que quiebra las vísceras, sentimientos, que se hace memoria, evocación de una ciudad donde se vivió y se frecuentó el amor. Aparecen calles donde se arrastró el desamor, la sombra entristecida, perros que insaculan su rabia y en el sueño nos asfixian con una mordida.
Trinos, ladridos, nados, ángeles anhelantes atraviesan los versos de este libro y palabras como gárgolas, yeso, Oxxo que esta última no le gusta al poeta que la escribió en algún poema, pero en ese espacio, suceden historias, realidades que el amor y el desamor convocan y que están cerca de quien las vive y que al leerlas en este libro se apropian del poema porque se identifican con él, en lo particular como ciudadano común de este mundo he tenido mi historia con esa tienda de conveniencia:
Confieso que —a la vuelta del trabajo— tomo, como siempre, mi trayecto, calles, sombras, nombres, y allí siguen… los tus mis nuestro lugares, las citas y aquel lugar del Oxxo por las nueve.
Este poemario me gusta porque atrapa, conmueve, dice, evoca, llueve, salpica, estremece, no le sobran ni le faltan versos, tiene la extensión exacta de los libros atemporales, siempre jóvenes, llenos de asombro, que cada vez que lo abres nuevos retoños escapan de su epispermo.
Pasado y presente se arropan en el mismo verso, Toluca y Ítaca son una, se enredan a los ojos con sus piedras, Ítaca es una calle de Toluca donde Ulises espera, Ulises un ciudadano que cruza la plaza de los Mártires y va al encuentro de Helena o Circe.
Afuera de esta calle todo es Ítaca.
Y en la otra esquina una mujer está besando a su Odiseo.
A esta ciudad la cruza un pájaro; y no es Ulises.
El viaje por estos versos te llevará por callejones, pirámides, cuadrantes, por vuelo del ave y de ángeles caídos, por el canto que canta una ciudad y sus vicisitudes, por el mar que es una avenida donde Odiseo espera un auto que lo lleve por su sangre, por la desgarradura de un ángel, por el plumaje de la herida de un ave.
Ítaca es uno y hasta que lo descubres puedes llegar a ti, por este libro también se llega al amor y a los sitios anhelados en la memoria.
A los críticos les dejo la estructura de estos poemas, yo como lector me voy tocado por la poesía que vibra en estas páginas de Isla de los pájaros, a los demás les toca descubrir si lo que digo es verdad o mentira. Los invito a emprender el viaje. ⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
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