
El tiempo de las series televisivas, hoy trasmitidas por streaming, parece tocar a su fin. El primer indicio es el siguiente: Netflix suele seleccionar algunas de esas historias en capítulos —o bien en episodios “unitarios”— en un rubro al que titula “Series para maratonear”. El citado verbo fue derivado de la analogía o símil maratón, referida a las series, y a su vez proveniente de la legendaria batalla de Maratón, lugar desde el cual un soldado griego corrió sin parar 42 kilómetros hasta Atenas para anunciar la victoria sobre los persas, poco menos de 500 años antes de la era cristiana. Se usaba en lenguaje periodístico, tan afecto a las metáforas, símiles y analogías desde la década de los sesenta del siglo pasado, cuando impuso ese lenguaje la serie de semanarios políticos que fue una característica de la actividad cultural de la era. Desde entonces, se usa el verbo defenestrar como sinónimo de despedir, remover o reemplazar a un dirigente, un ministro o cualquier otro funcionario, olvidando que significa arrojar por la ventana; o incursionar, olvidando que el apolillado diccionario de la Real Academia Española, que todos los diccionarios copian, excepto el de María Moliner, definía el término como “expedición punitiva”. Son palabras, diría Borges —para citarlo de una vez— “fósiles”: su significado original se perdió en la bruma de los tiempos. Pero volviendo a maratón: desde la época de la videocasetera se conocen los maratones de fin de semana, antes —hace cuarenta años, digo— eran de películas, de las que uno se proveía en cantidad suficiente en los video clubes cercanos.
Nadie tiene, empero, ganas de librar una batalla y echarse a correr 42 kilómetros todos los fines de semana. El maratón de películas era una celebración del flamante video-cine popular, y tuvo una vida efímera. Cuajaba con fines de semana de lluvia o muy fríos. Asimismo, cuando se hablaba de “maratón” de entrevistas, “maratón” de visitas, “maratón” de lecturas, se pensaba en un esfuerzo extraordinario, no en una actividad regular. Sólo los maratonistas olímpicos renuevan la prueba de correr 42 kilómetros una y otra vez. Es una prueba de resistencia, estrictamente.
Si Netflix propone como placer regular “maratonear”, es porque las series están agotadas. No dan más. Son un entretenimiento para fin de semana largo, cuando no tenemos plata para hacer otra cosa y la cuota del streaming la “financiarnos” con el total de la tarjeta de crédito.
¿Por qué ha ocurrido esto? Pues porque los productores han abusado de la producción, precisamente, y han saturado el mercado. Han abusado, también, de finales de temporada truncos, con el protagonista colgando de una peña o con un cuchillo en la garganta. Las novelas por entregas, como los relatos de Sherlock Holmes, por ejemplo, podían hacernos esas trampas porque señoreaban en el mercado. Si había más de una novela por entrega en vigencia, cada una tenía sus seguidores. Y ellos también quedaban pendientes, hasta la siguiente semana, de una peña, o con el cuchillo en la garganta. Así sucedió con series señeras, con las que pocas o ninguna competía, por ejemplo Los expedientes X, que tuvo once “temporadas”, es decir, vivió once años. Cuando se trata de “temporadas", y estas suceden anualmente, y por otra parte el mercado tiene mil ofertas de series, uno no espera al año siguiente, desvaloriza a los héroes y los escenarios, los sume en el olvido y comienza a ver otra serie. Sin contar las veces en que escenas y recursos argumentales se repiten en una serie y en otra, y en otra, y en otra. Por ejemplo, los mundos “distópicos”, el vengador de una esposa o hijo o padre asesinados, el detective divorciado que vive con una hija, etcétera.
Así, el de las series es un mar de rápidas corrientes, o una especie de Leteo, el rio del inframundo que, una vez que se hace en él una “experiencia inmersiva”, se sale con la memoria limpia y hueca. Por esta razón, el público va volviendo a las películas, dato este que no puedo precisar, pero intuyo por mi propia afición al streaming. Quizá incluso vuelva a la novela impresa sobre papel. ⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
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