El acto del desamor
ocurre como los pájaros en la mañana
La escritura de Citlali Guerrero en Conversaciones con el cadáver de mi madre viene de esta tradición de usar imágenes oníricas/surrealistas que nos hacen pensar en halar del hilo, porque sabemos en el fondo de nosotros mismos que siempre hay algo más. Lo más interesante de este poemario es el uso de los epígrafes, porque son puentes que conectan al libro en su totalidad, trazan correspondencias entre sí y con el poema anterior y con el posterior.
Admiro el campo semántico que logra Citlali en la construcción de cada poema. Todo tiene que ver con todo. Para quien lo lea con ojo atento, es una serie de dulces cantos en los que la causa primera son la frontera y puentes destruidos. “La primera frontera es la orilla del seno materno”, dice Citlali. Y en efecto, porque desde “el primer puente de la humanidad fue un árbol caído” hay un desprendimiento de la raíz. Eso que unía a la voz narrativa y a la madre. “En el accidente (imposibilitado que somos) para alumbrar el camino de regreso al vientre”, dice la autora.
En este libro Citlali teje metáforas con el canto de los pájaros y el dolor que no sabría salir de otra forma a no ser poesía: “inventé el llanto… por el habla”.
En este libro Citlali nos da la respuesta. “Trato de quedarme en los detalles, usando palabras ordinarias”. Porque habla desde esa voz: “en su lugar la niña que no supo ser mujer”. O tal vez la mujer que no sabe cómo lidiar con el amor-odio sobre el origen. Esa búsqueda desde el interior, desde la parte más noble y humana que puede tener una persona. A veces, sucede que nos encerramos en nuestra propia forma de ver el mundo y creemos tener la razón, aunque nos equivoquemos. Juzgamos las acciones de los demás sobre la influencia en nosotros mismos. ¿Damos la pauta para reconocer que somos humanos?, ¿hasta dónde está permitido el odio? “Densa es la palabra que recuerdo para nombrarla”, dice la autora.
“En la orfandad de los vivos, el rencor es más fuerte que la muerte”. Estas sentencias que introduce Citlali en los poemas tienen la densidad justa para provocar en el lector el impacto emotivo de reconocer lo humano que poseemos. Quien lea este libro y no se conmueva es porque algo está mal por dentro. Es porque no ha sabido reconocer que en el amor coexiste el odio. Por lo tanto no es imposible que al odiar, amemos.
En el poema Aviso, la autora nos hace una demostración clara en el tono conversacional más rudo que uno podría enfrentar con la madre. Preguntas como dagas. Aseveraciones o reproches de algo que no acabamos de explicarnos. Si algo tenemos claro es que estamos enfermas, pero en palabras de Citlali: “¿Qué nombre tiene nuestra enfermedad, madre?”.
Este libro es importante porque a través del diálogo que teje con los epígrafes Citlali pone las causas de la maternidad que no es ideal: “En mis sueños, madre, no eres mi madre… vuelo como un pequeño gorrión saliendo de la jaula… busco el vientre de las mujeres donde pude haber nacido”. Imágenes dolorosas que intentan explicar el saberse no apreciada por la persona que debería sentir amor de forma natural.
La poesía tiene el poder de decir y hacer que nos reencontremos en lugares en los que parece que somos los únicos habitantes, los transeúntes del dolor, porque pensamos igual que Citlali “pero nadie más puede vivir nuestras vidas”, y sin embargo, al leerla nos encontramos que “aquí estamos lejanas, destruidas sin aliento, para pedir perdón por tanta vida sin memoria”.
Y aunque la autora se esfuerza en hablar del odio, hay un momento en el que el perdón es inevitable y sincero: “Reconozco el daño de ser tu hija / perdón que no pueda dar luz ante tu muerte”.
El libro de Citlali es honesto. Por lo tanto resulta doloroso leer y encontrar lo poético en el reconocimiento de la voz lírica. Estos poemas se quedan como resultado de algo conmovedor, pero algo más humano, más profundo. La voz de Citlali tiene el poder de reunirnos. Convoca a la reflexión de cada una como hija. Pone las bases sobre lo que es una conversación incómoda, enfrentando el origen verdadero.
Es un libro en el que la autora se ve a sí misma y nombra la realidad de la maternidad, y es difícil mantenerse con la herida expuesta buscando la respuesta a muchas dudas y por ello celebro que la poeta hace necesario sostenerse de otras voces poéticas femeninas que dialogan y aclaran lo que no podría decirse de otra manera. Porque “todos los instintos que no se dialogan hacia afuera se vuelven hacia dentro”.
Citlali nos lleva a imaginar el futuro prometido, y cual pájaro en añoranza de vuelo, las conversaciones son una declaración a la libertad: “Seré libre cuando hayas muerto”. ⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
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