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  • Federico Vite

La publicación entendida como ruidal sin escrúpulos


En 1992, el mercado editorial estadunidense publicó con una gran campaña de publicidad la novela de una joven narradora, Donna Tartt. The secret history, traducida al español como El secreto, podría considerarse una historia de campus en la que un grupo de seis estudiantes de griego clásico, siguiendo las enseñanzas del recalcitrante mundo académico, comete un asesinato durante una bacanal. Literalmente invocaron a “Las bacantes” del mundo griego y se dejaron arrasar por esas potencias naturales, pero la historia no queda en ese asunto sino que postula “la necesidad” de matar a uno de esos estudiantes por temor a que denuncie los hechos. Planean entonces el asesinato de uno de los suyos. ¿Es la única manera de seguir adelante tras los errores cometidos? Obviamente no, pero el suspenso que construye esta autora nos despeña por una respuesta positiva a esta interrogante. Es decir, este relato de campus posee también características de novela gótica: opresión y tensión psicológica, sensación de asfixia debido a que la mayoría del relato ocurre en casonas cerradas, frías y semiabandonadas.

Tartt, hace treinta años una tímida jovencita, narró la vida de Richard Papen, quien deja la ciudad de Plano, California, para irse a estudiar al colegio de élite Hampden en Vermont. Ahí se inscribe a los cursos de griego clásico y francés. Se une a un grupo de desadaptados, inteligentes y burgueses jovencitos que se hacen notar por su excentricidad. La vida en el campus, para los más ricos, resulta gozosa, pero para otros, como Richard, reserva múltiples obstáculos que fortalecen la educación sentimental de un hombre en ciernes. Esa es la otra lectura que se impone, ver a The secret history como una novela de aprendizaje del mundo moderno, aunque claro, con toques de novela gótica.

El lanzamiento publicitario The secret history fue muy bien preparado; se corrió la voz del lanzamiento como si se tratara de una novela de culto (y lo es ahora). Se usó una campaña de marketing que abordaba aspectos clásicos, inserciones pagadas y publicidad en diversos medios especializados, esa misma estrategia se replicó en internet. También es importante decir que la editorial Knopf hizo una impresión especial de los primeros ejemplares que se distribuyeron únicamente a los críticos literarios. Eran de tapa dura y fueron diseñados para que se diferenciaran del resto: libros más altos y menos anchos que la mayoría, con camisas de acetato. En aquel tiempo nadie hacía fotos de los libros y las publicaba en una World Wide Web; sin embargo, ese apoyo visual ayudó a darle a The secret history un sello sofisticado, algo que raya en la excentricidad y empata muy bien con el temperamento de los personajes de esta historia, cuya extensión es de 776 páginas. No se trata de un libro delgado; pero sí atractivo y envolvente, en especial, porque no sólo centra la mirada en la vida del campus sino que expande los intereses vitales de los personajes en cuestiones mucho más mundanas, aspectos, digamos, extramuros en los que es tan importante ser humano cabal.

El núcleo de la historia es justamente un secreto que propicia otro secreto; un homicidio que deriva en otro asesinato. La intensidad del libro crece de manera ejemplar. La autora crea un ritmo sumamente envolvente en un corpus de 776 páginas y lo hace con una agilidad inusual para un relato extenso. Es complejo ser tan hábil en un libro como éste, pero Tartt lo hace de manera ejemplar con una táctica que podría definirse como una narración oblicua; es decir, cuenta un aspecto desde cierto punto de vista y la autora poco a poco va llenando esos huecos mediante largas parrandas y extensas conversaciones en casonas oscuras. Tartt trabaja los asesinatos de El secreto sin engolosinarse con los hechos. Dedica mucho más tiempo a las repercusiones de esos homicidios en los seis personajes y ese aspecto ejemplifica bien el modus operandi de la novela, donde cada detalle funciona como un engranaje que pone en marcha otro engrane más grande y así logra, a la manera de un reloj suizo, poner en marcha un organismo ficcional. Parece cosa fácil, pero no es sencillo, sobre todo en un proyecto con seis personajes principales y un montón de caracteres secundarios.

La obra de Tartt recuerda un poco a Jonathan Franzen; de hecho, él también apuesta por publicar cada diez años, pero lo de Tartt va más encaminado a Dickens. Lo de Franzen apunta sin duda a Tolstoi. Puesto así, el siglo XIX sigue vigente en nuestra época. Lo sobresaliente es que The secret history tenga tantos lectores y se mantenga muy joven en el mercado editorial. Es decir, tiene treinta años editándose constantemente y eso, me temo, no sólo es gracias a las campañas publicitarias sino a la labor autoral de Tartt. A pesar de que podría, sin duda, ser un libro más corto, no cabe duda de que Donna, con su primera novela, fundó las bases de un edificio literario sólido.

The secret history es el primer libro de Tartt y tardó en escribirlo aproximadamente diez años. Cuestión aparte del tiempo invertido en la narración y las correcciones, Tartt considera que fue un proceso gozoso, porque además de escribir ella tiene una vida y disfruta mucho escribir, pero disfruta más la vida. Esa aseveración esimportante. Nadie pensaría que la escritura de una novela de 776 páginas fuera placentera para quien detesta escribir, para quien sufre al seguir la secuencia de una línea tras otra durante diez años. Pareciera que la literatura no está ligada a la publicación, como si la publicación fuera un asunto más allá del proceso de escritura y de reescritura. La publicación, entonces, es comprendida como un rapto sin escritura.

Al publicar un libro, el autor se aleja de la soledad, sale de la zona de confort, simple y sencillamente actúa como un maestro de ceremonias de sí mismo. Tartt no está muy contenta con esa cuestión, es decir, no le gusta mucho publicar. Tarda en escribir una novela.Hasta el momento lleva tres: The secret history (1992), The little friend (2002) y The goldfinch (2013). Todos sus libros son más o menos del mismo tamaño, monstruos que desafían al lector y terminan siendo volúmenes amables y generosos que cumplen a cabalidad una función: recrear un mundo dentro de este mundo.

Los lectores esperan que a finales de este año Tartt anuncie la publicación de su cuarta novela. Ojalá que así sea. Imagine usted a una mujer de baja estatura, con atuendos andróginos que proyectan seriedad a prueba de balas, un hecho que suele ser confundido con la arrogancia y la soberbia, algo que le pasa a menudo a los personajes de The secret history. Imagine usted que Donna se presenta, en 1992, ante la periodista Lili Anolik y conversan largamente. Se trata de las primeras entrevistas que ofrecía Tartt a propósito de su debut editorial. Anolik señala de todo aquello: “Parece una figura de otra época: una escritora del sur, menuda, bebedora frecuente, conversa católica, de inteligencia mordaz, con un pasado ocluido, de tristeza entre magnolias”. Esa impresión sigue causando Donna Tartt. Mide un metro 55 centímetros. Usa el atuendo de siempre para las entrevistas y cada vez aparece menos en público. Publicar es lo que menos le gusta, apetece más la escritura y eso se oficia en silencio. Siempre en silencio. ⚅

[Foto: Carlos Ortiz]

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