¿Qué tienen en común una mariposa y una serpiente?, cuando alguien me pregunta sobre cuál es mi animal favorito siempre respondo la mariposa, ese insecto que se atreve a volar después de vivir arrastrándose, que danza con el viento y que adorna junto con las flores las ramas de los árboles o las incipientes hierbas, la fragilidad de sus alas desafiantes me ponen en estado de letargo esperando incrédula, pero al fin y al cabo esperando, la mariposa también es una esperanza, la mariposa es la esperanza de la oruga.
No encuentro cómo describir ese proceso de la metamorfosis, en ocasiones creo que es como la transformación de doña Juanita que va cada que hay misa a la iglesia, ahí se inclina y reza, pero cuando llega de visita a la casa de mi madre descose sus labios puritanos en voces que acaban con el pueblo. La metamorfosis, todos tenemos una, algunos como Juanita otros aun peor que ella.
Según el diccionario la metamorfosis es una transformación irreversible, es aquí donde nace la pregunta ¿ya nos quedamos en lo que nos hemos transformado?, bueno, cabe aclarar que la definición dice que la metamorfosis es una cualidad exclusiva de los animales, al parecer no aplica en los seres humanos, surge otra pregunta, ¿cómo le llamaremos a nuestras transformaciones?, algunas son un escalofriante enfrentamiento con un ser que hasta nos lastima y del cual no estamos separados, nos movemos entre el estado larvario y el estado siguiente.
Quisiera hablarles de mi transformación, anhelaba ser una mariposa libre, de esas que son tan sublimes que pueden posarse sobre los charcos de agua y aun así no provocar ondulación alguna, una que fuera armoniosa con el chillido del aire y reflejara los rayos del sol al mover sus alas.
Un día mi vientre fértil se estremeció al sentir un movimiento repentino que se repetía y aumentaba al paso de los meses, la emoción de ser madre me provocó la sensación de estar en mi capullo protegida, aguardando mi transformación, con la llegada de mi producto saldrían mis alas.
Mi vientre creció, la tranquilidad de mi ser era tal que podía dormir horas de trescientos minutos, a mi alrededor solo había motivos para encontrarme con mi nuevo yo, libar el néctar del jardín que por años estaba siendo cultivado para mí, llenar mis delgadas patas de polen que hicieran florecer después más y más el jardín donde yo vivía.
El lugar donde yo estaba era el verdadero Edén, mi fuerte capullo colgaba seguro de algún árbol frutal que los que la divinidad siempre provee para el alimento de todos. En ese escenario nació mi hija, la razón de mis alas, pero también fue el nido de mis miedos, mis ojos y olfato se agudizaron, del capullo que aguardó tantos meses empezó a salir un ser completamente distinto a esa mariposa inquieta que soñaba ser.
Pasaron los años y cuando mi hija tenía apenas diez entendí lo que yo era, entendí mi transformación, vi en lo que me había convertido y lloré por mi destino irremediable, así que empecé a orquestar el plan para todo fuera como debía ser. Mi hija en su jardín era feliz brincando entre la nada y el todo, para ella una flor era todo y la tristeza nada, cada día que pasaba yo estaba más cerca de mi juicio.
Esa mañana me acerqué a ella rodeando el árbol por donde jugaba, hablé con voz de viento en una tarde de verano, mi lengua bífida pronunció las advertencias que le hicieron saber sobre los miles de casos de niñas abusadas, manoseadas en su cuerpo, los números son enormes, representan a millones de niñas o niños víctimas de abuso sexual, el número de la bestia es millones, en muchos casos las bestias están dentro del propio hogar, seis de cada diez violaciones se producen en casa.
Cuando terminé de hablar con ella me di cuenta como mordía el fruto que le había mostrado, empezó a mirar su cuerpo y llegó la sentencia, algo en efecto había muerto en ella, pero en cambio, supo que después de ese día cada idea de independencia y de respeto que pariera la tendría que defender con dolor, cada exigencia de igualdad sería bañada con sus lágrimas.
Así Camila salió del Edén, y yo soy lo común entre una mariposa y una serpiente.⚅
{Foto: Carlos Ortiz]
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