Cuando quiero decir mucho no digo nada. Nada acude a mi pensamiento. Mi cabeza es una página en blanco y en la nata de lo blanco me pasmo, ahí me quedo con el mutismo floreando, viendo en la leche de la hoja cómo las ideas se camuflan en la nieve de lo albo. Lo que resplandece en mi mente es el inútil esfuerzo por parir una palabra que rompa el huevo de mi inane decir. Doy una vuelta, dos, tres por el páramo reseco de mi imaginación. La imaginación también es un animal muerto en la carretera de mis neuronas. No logro que mi capacidad de palabrero disipe de mi mudez un glifo. La intención se queda en tensión. Mi wikipédica memoria es falsa, en ella no encuentro una cita que me haga ver intelectual. Diserto con el desierto que soy en este momento en que me anega lo níveo. Cómo hablar con nutricia solvencia en este instante de vaguedades, de trifulca entre mi ser y la imposibilidad de trazar una oración medianamente legible. Estoy insintáctico, alejado de algún verbo que pueda conjugar con mi lengua sitibunda. En esta sed de mármol soy un jabalí en la trampa de lo áfono que intenta escapar y se hunde los filos de lo albo. Soy un gruñido, un bisbiseo, ese golpe de agua que uno no sabe describir en los ojos del ahogado. Estoy en la asfixia de esta mudez, de este berrido de niño recién nacido que no sabe expresar su hambre, la incomodidad de haberse meado. ⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
Comments