Durante décadas a casi nadie le importó, mas ahora que se abrió la posibilidad de venderlo, el asunto de El Partenón ha emergido para situarse bajo reflectores.
Cuando digo que poco nos ha importado, lo digo por los hechos: Primero, nadie se hizo responsable de los millonarios adeudos que tiene con catastro municipal desde hace muchísimos años. Segundo, no se conoce un proyecto claro, factible y coherente de qué diablos hacer con esta construcción. Y tercero, no se vislumbra (ni siquiera a largo plazo) un presupuesto para su operatividad.
A partir de que la gobernadora Evelyn Salgado anunciara que El Partenón se pondría a la venta comenzó un jaloneo inusitado. Y cuando digo inusitado, lo digo por la temática que aborda: va de lo culturoso a lo turístico y de ahí transita a lo social. Algo que muy poco se discute por acá.
El gobierno estatal tiene la intención de venderlo y que el dinero recabado se use en alguna de las tantas necesidades de la entidad (lo cual tiene sus pros y contras). Por el otro lado están los que piden que no se venda, que mejor se convierta en espacio cultural, en museo o un flamante atractivo turístico (lo cual también tiene pros y contras).
Sí, algunos claman por convertirlo en centro cultural, pero no dicen cómo. Porque decir centro cultural se dice facilito, pero llevarlo a los hechos es harto complicado. Hay que organizar lo administrativo y sobre todo, ver de dónde vendrá el presupuesto no para un año o dos, sino para toda la vida. Habría que recordar que Zihuatanejo apenas y puede con sus recintos culturales, como para echarse uno más al lomo. Sobre todo, de uno del tamaño de El Partenón.
Porque si se trata de remodelarlo, de invertirle millones, yo propondría reubicar todo ese ánimo y ese dinero hacia uno de los espacios culturales más bonitos de Guerrero: el Museo Arqueológico de la Costa Grande. Pero no, pocos pelan al museo.
Y pos hay que decir que El Partenón tampoco es la octava maravilla. Sólo fue el capricho de un hombre deshonesto y cruel. Un capricho en donde mezcló ínfulas faraónicas y egos de emperadorzuelo. La gente que decide ir a visitarlo, va animada por el morbo de ver con sus propios ojos todo lo que puede ocasionar un coctel muy conocido en la política mexicana: ambición, mal gusto y derroche de dinero.
Al tema ahora se subió el ayuntamiento de Zihuatanejo, comandado por el priísta Jorge Sánchez Allec, quien anunció que enviaría un escrito a la gobernadora para que, en vez de venderlo, ayude a convertirlo en un recinto cultural y turístico. Hasta el cierre de texto, aún no hay respuesta de la gobernadora.
Si el alcalde de Zihuatanejo realmente tiene ganas de hacer algo por el arte y el turismo, mucho podría hacer por Las Urracas, unas villas ubicadas en La Ropa, donde Julio Cortázar vivió durante 53 días en el año 1980 y le dedicó uno de sus libros más bellos y misteriosos: Cuaderno de Zihuatanejo. También podría recrear los espacios del municipio de donde Lucia Berlin disfrutó y escribió en sus historias. Podría, también, rescatar del olvido lo que queda del mítico The Zihuatanejo Project, a cargo de Timothy Leary y Richard Alpert. Las tres menciones anteriores tienen relevancia artística de alcance mundial.
Ahora mal, el asunto motiva sospechas por la cuestión económica. Cada uno de sus 20 mil metros cuadrados que abarca la propiedad donde está construido El Partenón se tasa en miles de dólares, al estar ubicada en una de las zonas con mayor plusvalía de la región. Resultaría una tentación demasiado grande una vez vendido. ¿Quién nos garantiza que todo ese dinero se invertirá correctamente? Empero, si la construcción es cedida a Zihuatanejo, también motiva la tentación: El municipio ya ha pasado por la amarga experiencia de funcionarios que se han apropiado de espacios públicos.
En Zihuatanejo se ha emprendido una campaña para solicitar a la gobernadora que no venda El Partenón. Cientos de ciudadanos han firmado. Yo no. Y no lo he hecho no porque esté en contra de abrir un nuevo espacio cultural, sino porque he visto lo que pasa con los lugares que se abren sin un presupuesto asignado: terminan empolvados, gordos de burocracia y sin ningún impacto hacia la comunidad. Firmaría si el traspaso al municipio viniera con un presupuesto federal o estatal para su funcionamiento. De otro modo, El Partenón parece un machete doblefilo: Venderlo o cederlo. Parece que acabaremos por echar un volado.⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
Ciertamente que el asunto tiene sus complejidades. Sin embargo, ese terreno tiene una extraordinaria ubicación y tamaño, y de llegarse a vender, jamás se volverá a tener una oportunidad de contar con un espacio público como de contar con un espacio público con tan extraordinarias. Es por eso que considero que por ahora, lo inmediato sería evitar la venta y ya habrá tiempo para profundizar en el estudio de qué y cómo se pueda aprovechar mejor dicho espacio.