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Víctor Trigo

Preferiría no hacerlo


“No soy nada. Nunca seré nada. No puedo querer ser nada.

Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo”.

Fernando Pessoa

Tabaquería



Sospecho que ser derrotado por la página blanca puede ser lo mejor que le suceda a un escritor. Incluso se podría considerar la posibilidad de una estoica resignación y adherirnos a la máxima de Jean De La Bruyere citado por Vila Matas cuando arguye “La gloria o el mérito de ciertos hombres consiste en escribir bien; el de otros consiste en no escribir”.

La nada, el vacío, la ruidosa página blanca asociada a la imposibilidad del libre fluir de la conciencia por medio de la escritura. Esta inmovilidad cuyas consecuencias se manifiestan de muy diversas formas en los escritores. En la literatura universal hay un caso ejemplar sobre el fenómeno literario que nos ocupa, y se encuentra en el cuento de Herman Melville: Bartleby, el escribiente donde un escribano de nombre Bartleby se rehúsa a hacer cualquier cosa que se le pide con un rotundo: “Preferiría no hacerlo”.

Agazapado en su albornoz rosado el profesor de literatura Grady Tripp corrige obsesivamente una novela autobiográfica desde hace más de siete años. Acumula más de dos mil páginas “dactilografiadas sin corazón”, a la deriva entre una prosa preciosista que pareciera sólo le sirve para alejarse cada vez más de lo que realmente quiere decir.

Grady escribió la novela La hija del pirómano en su juventud, con la que abrazó un éxito considerable pero desde hace varios años, este “joven prodigioso” del que tanto se esperaba, no ha publicado nada, y paralelamente con su crisis creativa su vida parece que también dejó de fluir, y en el fin de semana en el que se enfoca la narración de la película somos testigos de cómo el nudo de esta crisis existencial parece deshacerse de forma abrupta concatenándose con una serie de absurdos acontecimientos y personajes que al entrar en contacto dinamitan la lógica existencial de su peregrinar por el mundo. El bloqueo creativo se ha convertido en un tema recurrente en la literatura contemporánea, y la crisis del exprodigioso escritor Grady Tripp, personaje principal de la película Wonder Boys, adaptación cinematográfica de la novela homónima de Michael Chabon, es un ejemplo paradigmático.

En Bartleby y compañía, el escritor español Enrique Vila Matas se empeña en sondear a los escritores o personajes literarios a los que bautiza como el síndrome de Bartleby. O como el mismo autor-narrador señala: “Me dispongo, pues, a pasear por el laberinto del No. Por los senderos de la más perturbadora y atractiva tendencia de las literaturas contemporáneas: una tendencia en la que se encuentra el único camino que queda abierto a la auténtica creación literaria; una tendencia que se pregunta qué es la escritura y dónde está y que merodea alrededor de la imposibilidad de la misma y que dice la verdad sobre el estado de pronóstico grave —pero sumamente estimulante— de la literatura de este fin de milenio.

Quizá Grady Tripp se pueda reflejar también en ese espejo abismal categorizado por Vila Matas; sin embargo, su conflicto parece ser de otra índole. Abrumado por su éxito precoz y en plena crisis existencial. Su mujer, Emily, lo ha abandonado y su amante, Sara Gaskell, harta de sus dudas, amenaza con romper con él a pesar de que espera un hijo suyo.

Escritor en crisis, enrocado en su rebelión silenciosa, frustrado y posponiendo su arte entre viajes de mariguana y decisiones erráticas, o como él mismo lo señala: “Comprendí que podía escribir diez mil páginas más de brillante prosa y no por ello dejar de ser un minotauro ciego dando traspiés sin ton ni son, un exchico prodigioso fracasado, adicto a la marihuana, con problema de obesidad y un perro muerto en el maletero del coche”.

Es el fin de semana en que se celebra el “Festival de las Palabras” en la Universidad donde Tripp trabaja, y es también el pretexto perfecto para que se desencadenen una serie de malentendidos y circunstancias absurdas en las que el personaje principal se verá precipitado a tomar algunas decisiones que venía posponiendo desde hace varios años.

La historia se complica aún más para Grady cuando aparece en escena James Leer, un joven y talentoso novelista en ciernes, frágil y mitómano, pero que lo impulsará a retomar el camino, ya sea porque al arroparlo se ayuda también a sí mismo o simplemente porque este presupone una seria amenaza en aras de suplantarlo. La presión en Grady se incrementa y tendrá que pelear en todos los frentes y tratar por todos los medios de madurar, algo especialmente difícil para alguien que ha logrado evitar hacerlo durante casi cincuenta años.

Vuelvo a Vila Matas: “El caso más paradigmático es el de Hölderlin, que tuvo un imitador involuntario en Robert Walser. El primero estuvo los treinta y ocho últimos años de su vida encerrado en la buhardilla del carpintero Zimmer, en Tubinga, escribiendo versos raros e incomprensibles que firmaba con los nombres de Scardanelli, Killalusimeno o Buonarotti. El segundo pasó los veintiocho últimos años de su vida encerrado en los manicomios de Waldau, primero, y después en el de Herisau, dedicado a una frenética actividad de letra microscópica, ficticios e indescifrables galimatías en unos minúsculos trozos de papel.

“Creo que puede decirse que, de algún modo, tanto Hölderlin como Walser siguieron escribiendo: ‘Escribir —decía Marguerite Duras— también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido.’ Walser quería ser un cero a la izquierda y nada deseaba tanto como ser olvidado. Era consciente de que todo escritor debe ser olvidado apenas ha cesado de escribir, porque esa página ya la ha perdido, se le ha ido literalmente volando, ha entrado ya en un contexto de situaciones y de sentimientos diferentes, responde a preguntas que otros hombres le hacen y que su autor no podía ni siquiera imaginar.

A través del viaje de Grady Tripp somos testigos de las implicaciones de lo que significa vivir en los márgenes de la literatura, y como la realidad y la ficción se alimentan una de la otra y convierten nuestro peregrinaje en algo más significativo, una extraña y poética forma de vida donde al indagar en los entresijos de nuestra condición humana por medio del lenguaje, nos revela de manera inesperada una versión de nuestra historia por la cual vale la pena asomarnos al abismo a riesgo de quedarnos sin palabras en el intento. ⚅

[Foto: Gonzalo Pérez]

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