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Jesús Bartolo

Río manso, mar convulso


La vida está dividida en bandos, en bandas que jalan para un lado del bien y del mal, y uno nunca sabe las motivaciones que los obligan estar bajo la sombra de un árbol u otro, cuál es el fin de permanecer en una fiebre u otra; el hombre es indescifrable en su corazón, su mente es aún más compleja, sus actos a veces inverosímiles y otras demasiado previsibles, quienes conversos toman el retorno del camino y los que en el camino vuelven al redil de lo que escapaban.

Las emociones fluctúan entre un río manso y un mar convulso. Viven para complicarse el vivir, no para encontrar en el equilibrio, dicen amar, pero no están acostumbrados a desprenderse de lo amado, depositan en la fe muchas veces su destino, creen, pero actúan al revés de sus vehemencias, ilotas de sus propias flaquezas andan la vida. Cada gremio cojea de un pie, en cada grupo de camarillas se cuecen habas, en toda cofradía la ley del cangrejo se aplica con determinación, incluso los que navegan con bandera de independientes andan tuncos o mancos por sus recónditas apetencias.

Que arroje la primera piedra el que este libre de deseos y ambiciones, nos moriríamos por una lluvia de rocas. Todos poseemos un lado oscuro y luminoso, y no necesariamente estamos a la mitad de la balanza, existen pesos que nos definen en nuestros actos, levedades que también nos determinan, costumbres que influyen más que la razón mejor cimentada, razones disfrazadas que mutilan la verdad o desbalagan la mentira y propalan sin medida una idea. Ideas que alcanzan para alimentar el morbo y volverlo obeso, otras que, aunque bellas y hermosas, llenas de lo mejor el hombre que se mueren flichas, hambrientas de las multitudes.⚅

oto: Carlos Ortiz]


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