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  • Adriana Alvarado

Trino de grosellas verdes en el alba, un verso de luz en el sótano




Para leer a Jesús Bartolo no basta abrir bien los ojos. En ocasiones es necesario quedarse con el verso entre los labios de la conciencia y someterlo con la fuerza de la lengua, apretar las sensaciones con los dientes racionales para que no se vaya de filo hasta la garganta de las emociones.

Eres un río de versos, con frecuencia le digo al maestro Bartolo. Sus versos borbollean y corren para todas las direcciones de los sentidos. Sus versos dejan un mirar a la distancia, una especie de telescopio mágico donde la vista se acerca al pasado en revividas experiencias y el futuro se mezcla en cromos de colores.

Trino de grosellas verdes en el alba es un libro que puede mejorar la amplitud de ver el mundo. Podemos ver gracias a la luz que capturan nuestros ojos, fisiológicamente neuronas fotorreceptoras le da a nuestro cerebro una interpretación en colores y formas, pero con este texto podemos seguir mirando con los ojos cerrados, con el verso en la mente para volvernos creadores de nuestras propias imágenes.

Mis separadores no se cansan de cargar las páginas, listos para sugerirme el poema, el verso que llenará de nueva luz mis bolsas que llevo en los hombros día con día.


                           En vela sus preguntas, en trasnoche las respuestas,

                          la cama arde de pretéritos y deudas por cobrar.


La luz eléctrica es un fantasma que sale por las noches a gritar su pena de mujer exuberante


            No habrá gallo que cante con el buche lleno de estrellas

            ni hombre que niegue tres veces las palabras del alba

           para que lo profetizado en la noche se cumpla en la carne.


Ni siquiera pensar en presentar una síntesis de versos, estos que he colocado son como las pruebas que hacen de la nieve artesanal en una pequeña palita. Un sorbete para el paladar.


Con la anémona de la noche aun envenenando el cuerpo… Este fue el primer verso que leí cuando tuve el libro entre mis manos, una mañana de viento suave que un árbol me regaló un separador. Fue un círculo de mágicas circunstancias. Estoy segura que cuando el lector hojee esta obra, el día que llegue a él, conectará con su luz interior…Un hombre se empapa de oscuro y su resplandor entumece a los demás.

Los poemas del libro convierten a la mujer en playa, en una vela encendida y del que mana claridad para ver las siluetas de la vida.

Leer este libro concede el descubrimiento de la luz y su paso por nuestro día a día. Comprender estos versos desde la seriedad de los postes y el cableado eléctrico sería, desde mi humilde opinión, una frivolidad. Sugiero sentir el calor del día, refrescarse con el alba, jugar con las luciérnagas, explorar nuestros sótanos para encender las linternas que nos dejen encontrar las herramientas que han de construir al hombre que camina por la calle, oler la claridad, detener la mirada en lo que pastorea la luz eléctrica, contagiarse de la alegría matutina de los pájaros, exprimir el jugo de las grosellas que trinan para nosotros.

Para mi placer con las letras no dudaría un instante en sacar este libro para que desempolve mis pestañas y abra la luz a mis pupilas. Leerlo es volver a despertar al mediodía. Es llenarse de esperanza y amor a las cinco de la tarde. Es dormir con la fe de un amanecer a las seis de la mañana. ⚅

[Foto: David Espino]

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