Vivir con las cosas que se dicen, con las que uno escucha en forma de broma, pero, su carga de verdad aplasta, con esos resentimientos que creímos se habían olvidado y de pronto explotan desde el subconsciente y te revela que la herida aún sangra en la piel del otro. Vivir y convivir con recelos, con esos pequeños odios nacidos de la semilla de la fruta que cayó de una pelea y se quedó en la piel del tiempo para brotar en el segundo menos esperado. Vivir con lo que te muestra una sonrisa que parece cabal, pero, toparse con la mirada que niega toda lábil alegría, te deshebra; duele confirmar que los cercanos a ese tonto músculo del corazón de una u otra forma atesoran rencores en contra tuya, devasta saber que las palabras con las que te conmovías eran como las tumbas, con mucha pudrición adentro. Pero bueno, cada quién con su forma de vivir sus días, de pasar la vida por este plano terrenal, hace mucho hice las paces con el salvaje que inunda mis huesos, domestiqué su furia, su pendejismo, su ego, sus debilidades. Me he vuelto manso con los años, estoy más preocupado por disfrutar una buena charla, una comida, una bebida espirituosa, por llegar a otro día sano, sin hambre, sin taras en la cabeza que me bifurquen. Hace mucho no vivo una resaca, no ensayo con mi enojo maneras de reñirle a la gente, todo lo malo se volvió anécdota, un chiste que me cuento para reír un rato y recordarme lo estúpido que fui perdiendo tiempo y energía en esos aquelarres. No se engañen, tampoco soy una monja de la caridad, pero ya no me detengo a buscar una riña, si me riñen me alejo, si mi increpan sonrío, los demás pueden creer que me mienten o me traicionan, pero sólo se mienten y se traicionan ellos mismos, se los digo yo que he pasado por todas las etapas de la miseria humana. ⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
Comments