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  • Jesús Escabernal

Antimateria, el nuevo disco de La Barranca

Antes.

Aquí, como un buen fan, de los que arden por ardidos, pido disculpas ante el público por la identidad gráfica que acompaña al nuevo álbum. Ya sé que no va a fallar el fanático que argumente “no juzgues por la portada”, pero esto que comparto va dirigido a los fans desfanatizados, los dispuestos al argumento y, aunque no lo parezca, es una invitación a quienes no han tenido el gusto de prestar atención a lo que hacen estos músicos hermosos.

Ustedes tranquilos y yo nervioso porque me pregunto de que forma me van a gustar las nuevas composiciones de La Barranca. 29 años de trabajo continuo, y no hay falla en la progresión rítmica de la agrupación, se arriesga a replantear sus formas de producción y muy pocas veces repite sus fórmulas. El discurso de la reinvención se proyecta también en la identidad gráfica que acompaña cada producción, desde la portada hasta el ‘booklet’ (el librito) y la serigrafía del CD o el LP.  La constante en el material impreso que da soporte a la música de La Barranca es el cuidado editorial impecable. Para «Antimateria», la banda asumió un nuevo riesgo, no se bastó con el cambio radical que se percibe en la imagen oficial, y en conjunto con la tienda especializada en LP’s, El club del rock and roll, convocó al público general a presentar una propuesta de portada alternativa.

El jurado, ya tomó su decisión y se publicaron tres portadas alternativas a través de sus redes sociales, la propuesta seleccionada como ganadora del primer lugar será incluida en una edición limitada del formato LP.  Sin embargo, en lugar de que la identidad gráfica de estas portadas nos muestre una imagen alternativa parecen más bien variantes o ‘covers’ de la portada oficial, a excepción de la que fue seleccionada en el tercer lugar. En dicha propuesta el autor asumió el riesgo de la alteridad, sin em-baaar-go en su composición la sensación de la imagen sonora remite al imaginario de la música electrónica. El juicio no es para nada despectivo, técnicamente es genial imaginarla acompañando una compilación de joyas musicales europeas del siglo XX: Mike Oldfield, Tangerine Dream, Popol Vuh, etc. A pesar de esto, desde la óptica del “hubiera sido”, esa propuesta ameritaba el primer lugar, el acompañamiento del jurado en el proceso de pre-prensa destinado a su impresión en serigrafía —como lo indica la convocatoria— habría derivado en una pieza espectacular. Sin embargo, tal y como lo señalaron las cláusulas, la decisión es inapelable y quienes nos lanzamos al hambre de figurar entre las imágenes de La Barranca y fallamos, pues nos la inapelamos.

Compréndase que mi dolor de ojos, no está fundamentado únicamente en la visión de los perdedores, la constante en el diseño editorial de La Barranca ha sido una cátedra sobre las posibilidades de la imagen, y como autor de identidad gráfica y diseñador editorial tengo que admitir la relevancia histórica de La Barranca, también en los términos de la imagen visual. Obviamente no me pude resistir a la convocatoria. La Barranca puso la bala, fallé, mi revolver está ardiendo y mi sed de venganza es puro amor. Y el amor también puede ser objetivo con los términos de su entrega. Después de todo “matamos lo que amamos, lo demás no ha estado vivo nunca”.

Aquí vamos. No estoy de acuerdo con el planteamiento de la identidad gráfica que acompaña a la agrupación en esta edición porque el desacierto es similar a lo que ocurrió con la portada de «Entre la niebla» (2020), una apuesta por conceptualizar tratamientos temáticos “universales” desde un formato minimalista que no muestra interés por aludir a la imagen sonora, sino que agota su intención representacional en la imagen visual. Es decir en ambas el recurso de la imagen visual se encuentra excesivamente sujeta a la interpretación visual, y esto en lugar de invitar a una lectura abierta a la interpretación puede incidir en percepciones bastante limitadas en torno a la identidad sonora de La Barranca.




«Antimateria» alude a la relación entre la música y la inteligencia artificial a través de la imagen de una escultura renacentista texturizada por un tratamiento digital. El registro tonal es acertado, el violeta y el verde son el derivado armónico concordante con el sistema RGB, el sistema de color que utilizan las pantallas. El oficio del diseñador, Juan Gilberto Martínez Acosta, en la construcción de la imagen y la modulación de la paleta es innegable. No es gratuito que Gilberto forme parte de la banda, desde hace al menos 16 años ha acompañado de cerca el cuidado editorial y la identidad gráfica, es el mediador entre la imagen y el sonido de La Barranca, con pausas muy breves entre las portadas: «Lo eterno» (2018), que es genial a pesar de la ausencia del maestro; y «Entre la niebla» (2020) que en verdad no le hace honor a ese maldito gran disco.

«Entre la niebla» remite a la incertidumbre de la pandemia, y bueno, la portada muestra la fotografía de un navío navegando entre la niebla, es una portada de pocos fonemas, mediocre porque el álbum es extraordinario, integra entre sus formas musicales a la imagen sonora de Rockdrigo González, Jao Gilberto, Jonny Greenwood y Robert Fripp, por mencionar a algunos, todos ensamblados en el lenguaje sensible de La Barranca, es decir, no hay citas o apropiaciones sino una integración totalmente intencional y consciente de las posibilidades que ofrecen estas modulaciones. La portada se limita a referir una incertidumbre de navegación a través de un mar de neblina, alto contraste en registros cromáticos del verde neutro. Una suerte de asfixia angustiosa, casi una marcha fúnebre, en ese sentido es horrible porque en la conceptualización no hay disposición al diálogo entre la imagen sonora y la imagen visual. El concepto “se quema” muy rápido, es la peor portada de La Barranca.

El problema con la imagen de «Antimateria» es la abrumadora inmediatez de su conceptualización, la interpretación es estrictamente visual y no hay invitación alguna a la identidad del sonido detrás de la producción. Incluso podría decirse que se asoma un posicionamiento bastante conservador respecto a la concepción de la música, “la misa de la musa renacentista decorada por el red green blue”. Y pues no, esta imagen acompañando a La Barranca invita a pensar que le ponen al ‘new age’ o la ‘neoclasical’ de ‘easy listening’. Sí esta portada acompañara a Dead Can Dance o Ataraxia, entonces no habría quejas, el trabajo de Gilberto está a la altura pero La Barranca alude a otras profundidades.

Tanto en la portada de «Antimateria» como en la portada de «Entre la niebla» la imagen refuerza una idea unidimensional, sin más diálogo con la imagen sonora. Pienso que el error radica en no integrar elementos visuales que remitan a los elementos musicales que se enmarcan en lo que hace La Barranca y que no son estrictamente nacionales ni mucho menos “mexicanismos”, sino una progresión rítmica que presenta variaciones conceptuales de acuerdo a cada orquestación. Un ensamble mutante, visual y sonoro.

Este diálogo sí es posible. Un recorrido a través de las portadas anteriores a estas producciones nos da una idea bastante clara del contraste, del como sí es posible presentar un diálogo entre la música e imagen, incluso respetando esa intención de orden minimalista que se desmarca de los imaginarios neo mexicanos presentes en sus primeras producciones: «El fuego de la noche» (1996) y «Tempestad» (1997). Por ejemplo el escarabajo en «Lo Eterno» (2018), su obscuridad de piedra ónix petrograbada y su revestimiento policromado en registros tonales digitales reflejan perfectamente el sonido que se ensambla entre el exoesqueleto de la producción musical: guitarras, bajos, percusiones, piano y sintetizadores demostrando que no hay mucho por tributarle a las orquestaciones juveniles inglesas que se autodenominan como insectos (en inglés), en «Lo eterno», los paisajes sonoros son nocturnos y sus brechas proyectan incandescencias láser con ‘feeling’ latino.

Incluso en la que a mí parecer es la portada más arriesgada, «Eclipse de memoria» (2013), la invitación visual está investida por una sobriedad monocromática que sugiere la ambientación sonora de comienzos del siglo XX, una imagen que es directa: el orden tonal en la composición fotográfica de la autoría de Roberto Blenda, su reminiscencia al fotograma cinematográfico suspendido en la atemporalidad y su contraste con el título, ese diseño tipográfico cuidadosamente estructurado por Gilberto Martínez. Toda una provocación como la portada de un álbum que invirtió siete meses en su producción. Y en este orden de sentido, el de las imágenes visuales abiertas al diálogo con las imágenes sonoras que son directas y se “queman rápido” –en el mejor de los sentidos–, está la portada de «El Fluir» (2005), identidad gráfica de la autoría de Claudia Sánchez y Luz Montero, esa fotografía de un hilaje wixárika (huichol), ondulante como un rio, abrasa en sus contrastes sucesivos el sonido directo, desprovisto de secuencias, sampleos y sintetizadores. Una producción “artesanal”, psicodélica y feroz.

Estoy seguro de que «Antimateria» será extraordinario, los tres “sencillos” publicados nos dan una idea bastante clara de esto. «Intacta» se desplaza del bossa nova João Gilbertiano a las orquestaciones neo-neo cláscias prog-pop de Anathema, con todo y sus azules índigo; «Salvoconducto» e «IA» comparten un esqueleto King Crimsoniano en el ensamble de las guitarras y el bajo; la primera se desplaza por los teclados hacia Agustín Lara, cruzando a través del regional electrificado por Los lobos, todo esto en el marco de una percusión que sabe “respirar” en conjunto, matiza las progresiones rítmicas entre los fraseos y asciende cuando la geografía del bajo se torna montañosa. El sello de La Barranca, ese acompañamiento de un bajo y una batería todo terreno;  la segunda es más ortodoxa con sus intenciones rocanroleras, sin embargo concluye con un arreglo orquestal que se desvanece entre el sonido estéreo por efectos digitales,  una densidad atmosférica que remite a las tinturas de «Red» y  «Thrak», King Crimson otra vez, pero eso sí, tal y como lo ha advertido La Barranca, en el orden sensible de los “boleros distópicos” y con toda la intensión lúdica de la etiqueta.

Esta suerte de declaración nutrimental ante la primera bocanada de «Antimateria» nos deja en claro que uno de los factores que hacen de la banda un verdadero monstruo es que no anda buscando la complacencia, no va a reincidir en las fórmulas que le otorgaron éxito anteriormente y esa forma de cuidar al público es una total muestra de respeto. A través de sus trece producciones discográficas La Barranca nos ha acostumbrado también a desarticular el cliché “no juzgues por la portada”, o más bien a re articularlo, una vez que la portada se abre al paso del juicio es muy difícil desvincularse de la obra, tanto la identidad visual como la sonora se han presentado en un formato integral, bajo el estricto cuidado del diseño editorial. Precisamente por eso nos ponemos exigentes.

La portada de «Antimateria» sería horrible sino existiera la portada de «Entre la niebla» y  el problema no radica en el recurso técnico detrás de la producción de la imagen, si acaso está construida por IA, fotografía o gráfica en su sentido tradicional. Tampoco es un reclamo por el historial de los autores que han colaborado en el imaginario que conforma la identidad visual de la banda, esa otra impresión de que al igual que la música, la imagen tendría que ser cada vez más ambiciosa. O quizás sí. El desazón va por allí, pues el personal involucrado es histórico, autores de obra visual como Vicente Rojo Cama (el hijo), Joel Rendón, Pedro Friedeberg, Fabián Giles, Roberto Blenda y el mismo Gilberto Martínez. El sendero está complejo porque la banda nos ha acostumbrado a ser exigentes. Si la base de datos de las aplicaciones para generar imágenes IA estuviera más potente podríamos ‘promptear’ que la obra gráfica de Flor Minor acompañara a Antimateria. Mientras tanto el resultado me parece insustancial.

Esto lo comparto con la saña de todo el amor y el compromiso con La Barranca. Tirada la queja, ahora sí me compro el álbum, primero digital por aquello del guardadito para el boleto del 27 de septiembre en el teatro Esperanza Iris. Y lo que ya sabemos, la inauguración del ciclo de las escuchadas obsesivas, pues no hay manera de salir de esta Barranca. ⚅

[Foto: David Espino]

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