1
Hace poco escuché a un poeta aseverar que las poetas en la actualidad están escribiendo la poesía más arriesgada y suscribo esa afirmación cuando mis ojos topan con estos versos: Ellos lo saben bien/hay pájaros que no recuperan el color del canto/ pero los esperan/fingen paciencia/abren surcos en su garganta/y guardan silencio/ no mencionan que hay aves que se enamoran/de la niebla/que secretamente anhelan cantar la noche/y se van tras ella/sin retorno. Me quedé como esos enamorados, prendido y prendado del ritmo, de esa caída del verso que pareciera una lluvia menuda que canta sobre el techo que se acumula y precipita con fuerza, sobre la hoja, el ojo y la calle.
2
Luego me quedo pensando cómo será una armadura de trinos, contra qué soledad o desahucio podrá protegernos. Me entran la ganas de seguir leyendo, yo que soy un hombre que lee sin disciplina y que descree por manojos de la poesía que se hace en nuestro país, tomo asiento para estar largo, cómodo y comienzo a deslizar de aquí para allá mis ojos sobre el libro: Teoría sobre las aves de Beatriz Pérez Pereda. Salto de una página a otra, sin ton ni son, me regreso, subrayo, medito en como se abre una fruta para salvarla de su semilla podrida y hacia el final del poema encontrar un pájaro hambriento y mojado, porque descubrimos que había cesado la música y que en el pentagrama eran invisibles las corcheas.
3
El antónimo de la palabra pájaro es jaula, así con esa sencillez que parece fácil, pum con contundencia, sin andarse con rodeos, la poeta nos sorraja el verso y luego juega: la jaula sería sinónimo de la palabra amor, y me vuela el seso, la jaula y el amor confirma sirven para cerrar lo bello en su centro; cuando uno cae en la jaula y en el amor hay que volar para adentro.
4
Continuó por el trino de los poemas, sigo el rastro de la parvada, sé que no saldré intacto de este poemario, lleno de nidales de trampas, de aves que hablan el lenguaje humano, de humanos que trinan de deseo y desasosiego. Bordes del pasado, instantáneas, árboles amarillos, temblor de faldas, superficies que esconden el fondo, miedos de reconocer los gestos, las conversaciones.
Me adentro al naufragio, a la lluvia, me empapo de sonidos dóciles, de invisibilidad, y sé que este libro no será un libro más que pasó por mis ojos y como dice muy certeramente Beatriz en el apartado IV de la parte de Resiliencia de todas las armas que no puedo empuñar contra ti es el olvido. Sé que hay poemas que trastocarán mi escritura, estrofas a las que volveré para tomar agua, versos en los que buscaré el trinar en los pájaros de mi quehacer poético.
5
Me retacho a esta estrofa, sólo por poner un ejemplo de lo sencillo y lo complejo, la maestría para llegar a algo simple, otros dirán el oficio, lo dejaremos en la indagación poética y ya con esta me despido, no vaya a ser siendo que entre tanta vuelta me pierda y por decir mucho no diga nada, van pues estos versos con los que invito a los que se dejen y a los que no, a leer a Beatriz Pérez Pereda, descubrirán páginas adentro de este vuelo, no un ave, la bandada anidando en cada uno de sus sentidos:
Cuando pienso en ti
cuando te escribo a ti
cuando me violento de deseo
la palabra siempre brota unida al filoso sonido
de tu nombre… ⚅
[Foto: Gonzalo Pérez]
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