Bajo el cielo de Ak-pulco: la configuración tropical de la tierra de nadie
- Ricardo del Carmen
- hace 3 horas
- 3 Min. de lectura

En julio de 2016 presentamos la novela Bajo el cielo de Ak-pulco, de Federico Vite, en algún lugar de Costa Azul. Recientemente me encontré el video de la presentación y también dos ejemplares de la novela en mi biblioteca, así que la volví a leer.
Bajo el cielo de Ak-pulco cuenta la historia de Soni, miembro de un grupo criminal que es enviado a Acapulco para gestionar los contactos y pactos que permitirán el ingreso de su nuevo grupo. Sin embargo, Soni se convierte en carne de cañón cuando su jefe le ordena a Tríler, una mujer transgénero que ha alcanzado la élite del cártel, que lo elimine. Sabiendo que lo quieren muerto, Soni desea comprender por qué, si siempre ha sido leal. Entonces comienza la búsqueda de sus amigos del pasado y un redescubrimiento de la ciudad que abandonó después del huracán Paulina.
Este libro ofrece uno de los recorridos más generosos de Acapulco. Aparecen colonias como La Laja, La Cima, Colosio, Coloso, La Sabana, Las Cruces; todas las avenidas principales de la ciudad —la costera incluida— y sitios que convirtieron a Acapulco en uno de los puertos más emblemáticos del mundo por su determinante tendencia a los excesos y las nulas sanciones: la configuración tropical de la tierra de nadie. De estos excesos proviene la hipótesis de su declive. En Acapulco, como en Guerrero, se puede todo —como dijo lamentablemente la lamentable presidenta de la ciudad—. Se puede todo menos salir de la miseria. El consumo masivo de drogas fue —y es— uno de los principales atractivos para los cárteles que se han disputado la ciudad como el centro de consumo masivo más grande del estado y también, como ocurre en esta novela, de las pequeñas células que se atomizaron y enquistaron en territorios minúsculos y alejados, hasta abarcarlo todo.
Estas disputas permanentes obligaron a la diversificación de la oferta delictiva. El Rata, por ejemplo, se dedica a recoger a las víctimas colaterales —dijo un expresidente de México una vez— en los enfrentamientos; las lleva a su casa de pique, extrae los órganos y los vende en un mercado negro que no es tan negro, pues cuenta con el apoyo (invisible) de las autoridades. En muchos casos eran personas inocentes, reclutadas por las promesas de un trabajo fácil y bien remunerado.
El ejercicio de la violencia también evidenció las señas particulares con las que cada grupo operaba, de modo que fue posible reconocer qué grupo delictivo tenía presencia en un territorio a través de la tipología del crimen: quiénes ahorcan, disparan a quemarropa, dan el tiro de gracia, despellejan, usan explosivos, etcétera. Mientras Soni se adentra en la búsqueda de una respuesta, el terrorismo ocurre y el destino de la ciudad es la extinción. Pero la unión hace la fuerza. Si no quieren desaparecer, los grupos que ya estaban en Acapulco y que lo mantenían en cierta paz (pax narca) tienen que aliarse para enfrentar al nuevo poder que amenaza sus territorios y sus intereses. Comienza entonces una estrategia dirigida a recuperar lo que todavía no les han quitado. Explotan moteles, centros nocturnos, atacan la terminal marítima que ya estaba bajo el control del nuevo grupo criminal, compartiendo los intereses económicos con el director; y la guerra se extiende sin cuartel por toda la ciudad.
Después, Acapulco vuelve a una aparente calma, pero “donde todo está bien, es que algo está muy mal”, versa un aforismo administrativo. Y una traición alimentará la sed de venganza del nuevo grupo criminal, que regresará para incendiarlo todo.
Dividida en seis capítulos (Retorno, Pesquisa, Operativos, Cacería, Guerra y Exterminio), Bajo el cielo de Ak-pulco es un testimonio de la historia reciente de la ciudad. Aquí también se narra el evento canónico de La Garita, que marcó un destino que nadie parece recomponer. Es más, veinte años después, esos mismos políticos siguen en el poder. Y, desafortunadamente, no se arroja alguna luz de esperanza. El destino siempre es el exterminio: la orfandad de los ciudadanos, el estado fallido y cómplice, el hambre de poseer, por pequeña que sea, una parcelita de poder para hacer y deshacer, como sigue ocurriendo aquí, en la tierra como en el cielo. ⚅
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[Foto: David Espino]
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