Basada en hechos reales, publicada en español por Anagrama en 2015, novela escrita por Delphine de Vigan, comienza con una escritora sobreponiéndose a un bloqueo creativo, una mujer venciendo una serie de malestares físicos provocados por el “incidente” que da pie a toda la novela. Escribir que me identifico con la premisa de la novela sería una forma un poco superflua de abordar lo que a ambas —Delphine, la protagonista y yo— nos atraviesa: miedo. Las dos hemos dejado, quizá desde la inconsciencia, que una fuerza externa nos habite simbólicamente. Ambas nos dejamos mirar a detalle, de cerca, sin las máscaras y convenciones con las que nos enseñaron a afrontar el mundo, nos permitimos ser vulnerables frente a alguien más. Escribir sobre esta experiencia de lectura desde la comparación con mi propia experiencia me permite nombrar con más certeza lo que comenzó a sucederme desde hace casi un año.
Antes de estas líneas, de poder sentarme frente a una computadora o a una libreta para escribir, evadí desde otras trincheras este oficio que tanto amo, pero que desde finales de diciembre del 2021 me pareció muy difícil poder ejercer. No fue sino hasta febrero que me di, más o menos, color de lo que estaba pasando: escribir me producía ataques de ansiedad, el vértigo nervioso, que se me diagnosticó hace dos años, aparecía súbitamente nada más de pensar en cómo ordenar la historia que se estira y se contrae —la imagino como un chicle— en mi cabeza.
Al igual que a Delphine, esta angustia no se anunció, simplemente fue llenando con sus ruidos los espacios silenciosos donde se guarda la seguridad, la sensación de que lo que se hace tiene un sentido, una repercusión en el entorno. Yo creía tener bajo control el síndrome de la impostora, creía tener blindadas esas reservas de autoestima que se requieren para escribir y llamarse escritora a pesar del mundo, del circuito literario y de los personajes siniestros que disfrutan dilapidar cualquier trayectoria, por insignificante, brillante o aburrida que sea.
Solo el tiempo permite revisar los pasos dados y analizar las consecuencias. Basada en hechos reales está dividida en tres partes: seducción, depresión y traición, cada una encabezada con una cita de Misery, una de mis novelas preferidas de Stephen King. Es en depresión donde comienza Delphine a cuestionarse lo que sucede, donde sus focos de alarma comienzan a parpadear. Algo hay con L, la fuerza antagónica de la novela, que ni a ella ni a los lectores nos deja en calma.
¿Quién eres cuando escribes? Lo plantea Stephen King y lo retoma Delphine de Vigan al escribir este thriller psicológico tan bien logrado, yo preguntaría también ¿quién se es cuando no se escribe? ¿Qué cosas, actividades, relaciones llenan el tiempo de una escritora, un escritor, cuando no está escribiendo? Durante estos cinco meses he tratado de responder esta pregunta porque creo que ahí yacen muchas de las posibles respuestas a los que ambas nos sucedieron. La Delphine de la novela se reconoce torpe, en el plano social y también espacial, esa torpeza que yo reconozco en mí y que ha logrado extenderse hasta las formas en las que me relaciono con los demás. El tipo de torpeza que me lleva a creer en las buenas intenciones de las personas, en la paz mundial, en la búsqueda real del bienestar común, esa torpeza que permitió a L, acercarse a una Delphine bastante cansada de la sobreexposición que el éxito de su última novela le acarreó. Yo ni siquiera soy una autora con múltiples publicaciones, mi sobreexposición me la he acarreado yo misma a través de lo que comparto en redes, pero igual me dejó a merced de un depredador. Esta novela es una constante oportunidad para reflexionar en la cantidad de información que podemos soltar de nosotros mismos en las redes sociales, en las plataformas digitales, en lo que decimos y se queda flotando en el archivo infinito que es el internet. Es suerte de espejismos que dejan a Delphine a merced de una mujer tan malvada y fascinante como lo es L.
Hace unos días hablaba con Isaac sobre el miedo que me provocan los huecos, los silencios —tal vez incómodos— en las semblanzas curriculares. Me gustaría que mi semblanza diera cuenta de una trayectoria sostenida, le dije. ¿Sostenida sobre qué? me preguntó él. El silencio y las miradas pusieron el foco sobre un tema que aún me cuesta abordar: la salud mental. Una trayectoria sostenida sobre la salud mental, sobre la carrera, que yo creía de esfuerzo, pero que después descubrí era también de tiempo, por qué becas de joven creador, por qué premios de literatura joven… Inquietudes similares a las que le surgen a Delphine protagonista cada vez que en una presentación de libro sus lectores le preguntan ¿qué sigue? como si a aquel chispazo de genialidad sólo pudiera sucederle la mediocridad.
Por eso Basada en hechos reales me hace tanto ruido, porque muchos momentos de la novela retratan lo que es vivir y tratar de escribir, sobreponiéndose al medio, a los colegas, buscando el equilibrio entre la vida real y la quimera que es la vida de escritor, escritora. Para el personaje de L, no fue nada complicado descubrir los puntos débiles de la fortaleza donde Delphine guardaba sus herramientas de escritora, sobre todo porque sus herramientas emocionales eran endebles —como las de casi todos ¿no?— la ingenuidad, la excesiva necesidad de agradar, la torpeza social son los ingredientes de un cóctel que los narcisistas y manipuladores aman beber.
La última parte de la novela nos lleva a un desenlace terrible, desde luego inesperado o quizá inesperado para mí, una lectora que ama el terror. Recoger los pedazos de vida que quedan después de lidiar con manipuladores y narcisistas nunca ha sido tarea fácil y Delphine logra desenredar el ovillo.
Por suerte para ambas —Delphine protagonista y yo— las anclas que nos mantienen en puerto no terminaron de levarse, la red de apoyo —por pequeña que sea— nos cobijó y nos sanó las heridas. Una vez limpiado el desorden y resueltas las dudas que los manipuladores siembran en nosotras, es posible encontrar la voluntad para retomar la escritura, yo solo espero que sea el tiempo y la terapia quienes me ayuden a diluir la huella que el miedo al rechazo me dejó.⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
Comentarios