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Lydiette Carrión

Britney, lo hiciste otra vez



Mi corazón es más bien alternativo, o punk o cumbianchero. El pop siempre me gustó poco y con pena. Pero ello no impidió conocer a Britney en el esplendor de su gloria. 

Primero, casi una niña, con uniforme deportivo de high school  y trenzas lamentándose de haber terminado con un novio. 

Luego, cuando ella se convirtió en el rostro, el cuerpo, la danza y la voz (una voz más bien poco entrenada, llena de falsetes) más celebrada del pop. Lo hizo otra vez, jugó con los sentimientos de alguien y perdió. Luego el famoso beso entre ella, la princesa del pop, y Madona, la reina del pop. Las revistas, las marcas de ropa, las televisoras, todas y todos se peleaban por estar cerca de Britney. 

Que no me guste el pop no me impide apreciar un fenómeno mediático como el de ella. Sé que si bien hay toda una industria atrás que construye ídolos comerciales, la popularidad de Britney no puede atribuirse únicamente a ello. ¿por qué hay grupos, artistas pop, intérpretes más memorables que otros? ¿Qué es esa cosa llamada carisma?, ¿qué factores entran en juego para que entre dos jóvenes cantantes, igualmente talentosas (o sin talento), hermosas y apuntaladas por la industria, una sea más popular que la otra? 

Britney Spears estuvo en algún momento en la cima del mundo. Y desde esa cumbre se desbarrancó. 

Las imágenes de Britney, con sobrepeso y rapándose la cabeza ella misma, con una sonrisa y ojos desquiciados también fueron igual o más devoradas que las anteriores. 

Alguien, en aquel entonces (2007) escribió que esa industria, la de la fama y el estrellato, solía construir diosas que luego sacrificaba como corderos. Así como hizo con Marilyn Monroe. Y muchos de esos corderos eran niñas y niños: pequeños que no sabían la manera en la que la fama influiría en su vida de manera permanente. Pensemos en una Drew Barrymore, estrella a los 5 años, a los 13 internada por drogas…

Britney Spears fue una de esas niñas. Primero en un canal de Disney; luego como princesa del pop. Luego la caída y la locura. 

Desde entonces, Britney ha tratado de recuperar cierto control sobre su vida. Sabemos que su padre Jamie Spears es su tutor: como si Britney tuviera 4 años. Britney no tiene agencia sobre su vida. Algo extraño, puede trabajar, puede seguir presentándose en conciertos, grabar discos, y ganar mucho dinero, pero no tiene libertad para casarse, embarazarse otra vez o hacer lo que quiera con su dinero. 

Un poco como aquella Juana la Loca, que de loca tenía poco, pero que su vehemencia sirvió de pretexto para que su esposo, primero, y luego su padre y sus hijos, se apoderaran de su derecho a gobernar.

No hay ingenuidad, al menos desde este lado del teclado: la enfermedad mental existe, es real. Britney padeció un quiebre psiquiátrico grave y probablemente en aquellos tiempos, su familia le salvó la vida. Lo más seguro, de hecho, es que deba tener ciertos cuidados o previsiones el resto de su vida.

Pero hasta dónde aquello que una vez nos salva luego se vuelve veneno. Si una padeció una crisis, ¿siempre será loca? ¿Hasta dónde puede llegar un padre, un gobierno, un psiquiatra a interferir con la libertad de una mujer que tuvo un quiebre mental, al igual que muchas otras personas lo han tenido y luego pudieron continuar con sus vidas?

Viene a mi mente Keyne West, el artista que, según los conocedores, revolucionó el rap. El que increpó a Taylor Swift en una entrega de premios. El hombre que asegura que la tierra es plana, que se postuló como candidato para presidente de Estados Unidos y quien llamó de todas las formas posibles a su entonces esposa Kim Kardashian, la misma que pidió disculpas en nombre de su marido ante el público, por ser éste bipolar. 

¿Keyne West tendrá algún tutor legal? ¿Tendrá acceso a su dinero, decidirá si se hace una vasectomía o no? ¿Tendrá permitido volver a casarse? ¿Hasta donde termina el cuidado de una persona vulnerable, y en qué momento comienza el control?

“Locura”… uno de los cautiverios de las mujeres que describió Marcela Lagarde, y que a lo largo de la historia ha servido de excusa para despojar a mujeres de su poder, riquezas, agencia… 

Con su vocecita y acento sureño, Britney lo hace otra vez: mostrarnos. 

Britney, ese ser mitológico, primero explotado por su belleza y  juventud. Ese ícono de la frivolidad de la cultura de masas de los 2000; ese animal furioso y delirante que se reía mientras los mechones de cabello caían al piso de una peluquería, esa joven que creció y se sostuvo con y de nuevo volvió como fenómeno mediático desde su cuenta de Instagram, por esa genuina candidez que sostiene, casi a los 40 años, con ese cabello quizá demasiado rubio y un corte que ya se ve un poco demasiado pasado de moda.

La Britney que hizo un análisis del capitalismo —ooops, she did it again— de manera completamente inocente y llamó a la huelga general desde redes sociales…

Britney, lo hiciste otra vez.

xoxo⚅

[Foto: Carlos Ortiz]

Este texto también publicado en piedepagina.mx

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