Encontré una frase en internet que al final detonó el comienzo de este texto, un pequeño viaje que inició hace tiempo. La frase da este consejo: “Entres o salgas de una vida, cierra la puerta con cariño”, a veces escrita con palabras más o palabras menos, inunda mis redes y cada tanto vuelve para dejarme un recuerdo. Y aunque parece un consejo sabio o uno muy obvio, según se le mire, tiene sus complejidades, y sobre todo, sus formas de abordaje.
Conocí la película Her de Spike Jonze a principios de 2021, tras casi un año de cuarentena. Si bien se estrenó en 2013, la decisión de verla llegó por sugerencia de una persona muy querida por mí. En ese entonces quien me la recomendó me comentó que le gustaba la idea de encontrar el amor más allá de las personas o las circunstancias. Enamorarse al final de cuentas no significa estar atado a una forma específica, a un precepto. Me gustó su percepción, sin embargo, a mí la película me dejó un hueco por dentro. Pensaba en el amor sin contacto, lo profundo que puede ser y lo desolador que es que pierdas algo, más allá de si fue real (palpable o medible con los sentidos) o no. Se añadía la idea del cero contacto humano más allá de las paredes de mi casa por la cuarentena, lo que pintaba un escenario desolador.
No fue sino muchos meses después que descubrí que Her y Lost in translation son de alguna manera un duo. Sus creadores Spike Jonze y Sofía Coppola crearon estas historias tras su divorcio. En el caso de Coppola la cinta se estrenó poco después de su divorcio, Jonze estrenó su película 10 años después.
Y aunque sus historias son diferentes ambas tiene una misma vena que los recorre: la nostalgia, la melancolía, la tristeza de lo perdido, y el sentimiento de extravío que cada protagonista tiene al saber/contarnos que ya no existe más lo que deseaban o les hacía felices.
Charlotte, en Lost in translation, mira desde la orilla el que puede ser o no el fin de su matrimonio. Como pareja ya no coinciden ni en horarios ni en sentimientos. No tiene los mismos gustos o intereses, tampoco algo que les haga permanecer en el mismo plano. Ella busca motivos para seguir unida a su esposo en otros lados, y encuentra una resonancia en otra persona, que tampoco tiene una vida matrimonial aunque permanezca casado. Se acompañan en su no-soledad, y encuentran un remanso para ese saudade, de “no tener teniendo”.
Por otro lado Theodore, en Her, aún no entiende su ruptura con Catherine, en verdad no comprende cómo todo se transformó de bien a mal, cómo se perdieron en el paso de los años. Piensa aún en el cariño compartido sin importar que hace mucho ya no están juntos. Los recuerdos y la forma en que crecieron mientras caminaban juntos a través de los años. Es esa luz a la que se aferra, aunque haya habido muchas cosas, otras nada luminosas en el medio. Al final comprende que esos recuerdos están bien, pertenece a esos momentos y eso ya es el pasado.
Y aquí hago un paréntesis, porque aunque este texto parece una reseña de un par de historias sobre el amor (o desamor) en realidad no lo es. Es el pretexto perfecto para pensar en todas esas cosas para las que nunca nos prepararon, que no nos dicen cómo hacer y sin embargo debemos vivirlas y atravesarlas en la vida, en mayor o menor medida. El duelo por perder algo o alguien, no es el tema de las sobremesas, no se incluye en las lecciones de vida que pasan de padres a hijos. Perder es parte de la vida.
Cada cambio en nuestra vida resulta del desprendimiento de algo o alguien. Si bien las películas antes mencionadas hablan del amor, pienso también en las amistades, en los trabajos, en los sueños. Con cada etapa de nuestra vida vamos dejando cosas atrás, nos deshojamos en sucesos que debemos de abandonar o que nos abandonan. Si tuviéramos quizá un manual para hacerlo, habría menos sensaciones de pérdida, y más desapegos cariñosos.
Entonces pienso en una tercera apuesta audio visual, El tiempo que te doy, de Inés Pintor Sierra, Pablo Santidrián y Nadia de Santiago. Es una mini serie española cuya forma quizá vaya más con las generaciones de ahora, es un tipo de contenido breve: 10 capítulos de 11 minutos. La propuesta es de lo más sencilla, pero creo que es la más real de todos estos procesos de duelo. Un minuto de presente y 10 minutos de recuerdo es el título del primer episodio de la historia de Lina y Nico.
Inicia justo en el momento del rompimiento de una relación, que después descubres mantuvieron por algunos años. Lo más atractivo de la serie es que conforme avanzan los capítulos el tiempo de recuerdos se acorta y el tiempo de la vida presente de Lina, que es desde la perspectiva de ella que se cuenta la historia, avanza. Y aunque parece una metáfora diseñada para contar, es el proceso más real de una ruptura. Piensas en la persona casi todo el tiempo y son los recuerdos lo que inundan los días, y conforme avanza el proceso, los recuerdos se desvanecen y la vida presente tiene mayor relevancia.
Sin duda los corazones rotos, o bien perder algo o alguien, es un detonante creativo. En muchas ocasiones se han escrito poemas, canciones, creado películas, danzas y pinturas; vaya, un sin fin de artistas han dado testimonio de este proceso. Quizá solo algunos humanos estén destinados a realizarlo: una canción, una frase, un texto, una fotografía, sin embargo, todos nos identificamos con ello de una u otra forma.
Si bien la frase con la que he iniciado pareciera que es una propuesta para la vida en la que entramos y salimos, también hay otra vida que merece ese cariño, la nuestra. Nosotros también nos abandonamos en otra estancia, una versión nuestra deja de ser porque era en compañía de otra persona, en el ámbito de un trabajo, en el cariño de los días compartidos con los amigos o la familia. Nos movemos, mutamos, cedemos o simplemente adoptamos ciertas formas, palabras, frases, gustos que ya no serán más nuestros, porque el vínculo se ha roto. Somos distintos en esa compañía, y la soledad nos devuelve a otro estado, más nuestro o no. Así pues, piensa que también sales de tu propia vida cuando esto sucede y debes hacerlo con cariño, suavecito, con cuidado para no dejar una herida abierta. Un lugar al que los recuerdos te arrastren y sientas que es imposible de habitar.
Quizás Sofía y Spike lo desearon, salir con cariño, por eso sus personajes se quedan en una zona de abandono, Charlote previo a la ruptura, Theodore después de la ruptura sin poder avanzar. Así pues, quizás sus películas son esa vuelta atrás para hacerlo mejor, para cerrar la puerta con suavidad y abandonar lo que fueron con cariño. ⚅
[Foto: Mau Abarca]
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