Chilpancingo 2028 y su vida cultural
- Emiliano Aréstegui
- hace 54 minutos
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Ayer pasé por mi hijo a la escuela. Me contó que el maestro les había hablado sobre Lucio Cabañas y me preguntó por qué tiraban a la gente al mar. Sin pensarlo mucho le dije que para desaparecer a los disidentes, para amedrentar a los familiares y conocidos, para que la gente tuviera miedo y dejara de movilizarse contra los caciques y los desplantes de un gobierno que se hacía valer a costa de las armas y el abuso de poder; para deshacerse de ellos y evitar que los acusaran de matar campesinos.
Recién llegamos a la casa y Gloria me dijo que iríamos al centro, pues la Secretaría recién había abierto un taller para jóvenes que incluía paseos guiados. El taller lleva por nombre Chilpancingo, una ciudad de mil historias. Por la tarde estuvimos escuchando a la orquesta sinfónica que desde hace un mes toca todos los viernes en el recinto cultural. Ahí nos encontramos a Hugo de la Rosa, quien nos dijo que en la Alameda estaría la compañía de teatro universitario presentando Ubú Rey. Y allá fuimos.
La obra era una parodia en la que Ubú tenía rasgos y gustos parecidos a los de Figueroa Figueroa (debilidad por la leche con canela y las adolescentes de quince años). La parte más divertida fue cuando Ubú, ante la sublevación del pueblo, pide un avión para echar al mar a todos los revoltosos. En ese momento, los niños, ya incendiados por las fechorías de Ubú, tomaron el escenario, se sumaron al pueblo sublevado y desterraron al gordo e impotente Ubú. La obra terminó con la canción de Quilapayún:
De pie, luchar / El pueblo va a triunfar / Millones ya / Imponen la verdad. / De acero son / Ardiente batallón / Sus manos van / Llevando la justicia y la razón. / Mujer / Con fuego y con valor / Ya estás aquí / Junto al trabajador / Y ahora el pueblo / Que se alza en la lucha / Con voz de gigante / Gritando: El pueblo unido, jamás será vencido.
Mi emoción llegó a las lágrimas cuando vi a mi hijo cantando la canción en medio de la fiesta. El reloj marcaba las ocho en punto, pero Gloria e Ignamé salieron con que querían volver al zócalo, porque cuando la luna asoma sacan los telescopios para el deleite de los paseantes. “Ándale, papá, mañana es sábado y las combis ahora pasan hasta las diez de la noche”. Así que fuimos.
El sábado fue una locura. La Secretaría de Cultura tiene unos Payasos de la ciencia que hacen eventos cada semana en distintas colonias, y mi hijo quería ir a verlos a la colonia del PRI. “Vamos, anda, sirve que pasamos a la biblioteca lúdica de la colonia; dicen que tienen un cuentacuentos buenísimo y nomás está los sábados a mediodía”. Y pues fuimos.
Nunca pensé que el compromiso de la nueva Secretaría de Cultura de activar espacios públicos y descentralizar las ofertas fuera cierto. Me imaginé una concha, un tapete, dos sillas y unas mascaritas, pero cuál: la biblioteca pública de la colonia del PRI es mucho más grande que la de la colonia 20 de Noviembre. Además, los niños se han apropiado del espacio; los muros son murales y cada uno cuenta una historia.
Antes de la función de cuentacuentos, un guitarrero se aventó tres o cuatro canciones para niños. Después se corrieron unas sábanas negras que hacían de telones, la luz se hizo ambarina y apareció Cuentín Tarantón. Pensé que contaría La ratoncita que buscaba marido o Medio pollito, pero no: lo que se aventó fue Así nació Chilpancingo. No sé cómo le hizo, pero la narración fue sumamente divertida, triste, violenta por momentos; tantas emociones, tanta admiración por el trabajo de ese compa, que me dejó derruido.
Para no comer en casa nos fuimos al comedor popular de la colonia: tacos dorados, sopa de lentejas y unas galletas caseras fueron el menú. Pagamos los 90 pesos de la cuota de recuperación y nos fuimos a la casa. Yo quería quedarme a ver la UFC, pero Gloria y mi bestia me mayoritearon: “Hoy empieza el ciclo de los estudios Ghibli y van a proyectar Arrietty y el mundo de los diminutos en el parque de la 20 de Noviembre”. Cerré, pues, la computadora y empezamos a caminar.
Ignamé apenas llegó y se lanzó a jugar con una veintena de niños que estaban esperando la primera llamada. El programa Los parques son nuestros es uno de los mejores que tiene la Secretaría de Cultura. Todas las tardes, de cinco a siete, hay mediadores que llevan cuerdas, gises, trompos, papel de china, hilo, carrizos y demás. La idea, dicen, es que los niños jueguen lo que alguna vez jugaron sus abuelos. Así pues, el lunes que viene estaremos aquí, viendo cómo los niños juegan. Una señora, por cuenta propia, en una esquina con dos mesas, formó el taller Bordando y hablando mientras estamos esperando.
La próxima semana iremos a la Viguri, pues están ofreciendo un taller de máscaras. Qué bello es Chilpancingo, qué agotador es andar de una actividad a otra. La Secretaría de Cultura pretende que en cada barrio, en cada colonia, haya bibliotecas y centros de desarrollo artístico. La próxima semana, para no ir muy lejos, comienza la Feria del Libro Infantil y Juvenil, que tendrá como sede la biblioteca municipal. Adolfo Córdova, Yolanda Reyes, María García Esperón y Martha Riva Palacio Obón relumbran en el cartel, intercalando su quehacer con artistas locales para que se vayan fogueando. Será cosa buena.
Recuerdo que hace apenas tres años estábamos pidiendo la renuncia de Aída Melina Martínez Rebolledo, luego de demostrar con creces que no estaba capacitada para el cargo. Ora hay tanto que hacer que quiero tener dinero, pues cada pasaje cuesta diez pesos y hay veces que tenemos que tomar dos combis para ir a los eventos que se ofertan. Quién diría que las utopías son posibles.
La próxima semana Cuentín Tarantón se presenta en Tixtla y, según lo visto, será un evento que no se puede uno perder. Dinero es lo que falta para andar de barrio en barrio y de pueblo en pueblo, con tanto evento y con tantas ganas de activar el estado desde y con lo propio.
Además, el sábado que viene tocarán Chogo Prudente y Son Rompera, y por la mañana un grupo de San Mateo estará dando un taller de creación de instrumentos musicales, además de los talleres de esténcil que dan cada domingo en el parque Lucio Cabañas.
Carajo, quién hubiera creído que las movilizaciones sirven para algo. Ojalá que la UAGro haga lo propio y comience a hacer la universidad-pueblo que alguna vez fue, pero bueno, vamos poco a poco. ⚅
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[Foto: Carlos Ortiz]







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