El 25 de septiembre de 2023 cambió, una vez más, la dinámica de cruzar la línea fronteriza. Una nueva exigencia se impuso con el propósito de evitar el cruce de migrantes ilegales a la tierra del ¨american dream¨. Se instalaron muros de contención con malla ciclónica y concertina, se duplicó la patrulla fronteriza para, a unos cuantos metros de la caseta, impedir embestidas por parte de los migrantes. Este nuevo filtro no fue por la amenaza de otros cientos de centroamericanos tratando de saltar la valla metálica como aquel 25 de noviembre del 2018. Esto se debió a una pareja de niños haitianos.
El lunes 25 de septiembre, siguiendo el ritual de despertarme, prender la cafetera, verificar el tiempo de cruce a San Ysidro y dirigirme a la vía rápida oriente de Tijuana para hacer fila, encontré que la fila de autos comenzaba a la altura de las agencias automovilísticas eran las 5:30 de la mañana y estaba, digamos, a unos 4.6 kilómetros de distancia del cruce. Significaba que me tomaría al menos dos horas para llegar al trabajo.
En septiembre del 2016 el huracán Matthew que asoló el Caribe devino en 8 mil haitianos que llegaron a la ciudad con la intención de cruzar al otro lado. Ocuparon albergues, centros de atención al migrante, templos evangélicos y otros espacios que los tijuanenses les dispusieron. Las autoridades del INAMI se apresuraron a incorporarlos a la fuerza laboral. El alcalde Juan Manuel Gastelum los elogió por “ser respetuosos del orden de la ciudad y hacerse su propia comida”, aunque “ser respetuosos del orden de la ciudad” significara vivir en el Cañón del Alacrán, atravesado por un canal de aguas negras y ubicado a dos kilómetros del muro fronterizo. Ahí 300 haitianos fundaron el Pequeño Haití con casas de madera, lámina y cartón
Eran las 7:47 y estaba a unos cuantos autos de mi turno con el agente fronterizo para mostrar la “green card”, de pronto un sonido estridente, uniforme y continuo de claxon se escuchó por toda la garita. En un intento por ubicar el origen del sonido, abrí la ventana, saqué la cabeza y observé alrededor.
Una pareja de niños haitianos corría a toda velocidad, sonreían, se gritaban entre sí frases en francés, se colaron entre las filas. El pitido de los autos no cesaba. El cruce se detuvo, una voz a través de un megáfono anunciaba algo ininteligible.
Apenas logré divisar el acontecimiento, en los últimos carriles del lado derecho, aquéllos niños se colaron entre las casetas, un oficial de tez blanca y roja, obeso y aletargado y otro más joven, intentaron detentar a los niños, el oficial gordo manoteaba intentando jalar la diminuta mochila de Mickey Mouse de la niña; el niño cayó al suelo. Un touchdown en suelo americano, la niña pareció escabullirse entre los oficiales, aunque fue detenida.
Los llevaron a un albergue, después a una audiencia, quizá fueron deportados, quizá no.
Al otro día en la mañana desperté, prendí la cafetera, verifiqué el tiempo de cruce a San Ysidro y al dirigirme a la vía rápida oriente para hacer fila encontré que la formación de autos comenzaba en el Parque de las Quinceañeras, eran las 5:30 de la mañana y estaba, digamos, a unos 3 kilómetros de la garita de San Ysidro, a las 7:40 de la mañana a unos cuantos metros de la caseta de cruce, me encontré muros de contención con malla ciclónica y concertina y un oficial de la patrulla fronteriza, exigiendo mostrarle tu documento, parado a un muro de contención con la leyenda “DISPLAY DOCUMENT/MUESTRE DOCUMENTO”. ⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
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