
Para los estudiosos del pensamiento complejo, el caos es natural a la realidad, pues implica una serie de procesos en dinamismo constante que dan forma o concreción a lo que existe. Las pedagogías tradicionales han caracterizado al caos como algo negativo con el fin de controlar todo lo que sucede alrededor, sin lograrlo por completo. Si uso el caos para caracterizar al partido hegemónico en México es en un afán de entender, sin sesgos ni diatribas conservadoras y elitistas, con certeza y a cabalidad los procesos de algo que, más que partido, es un movimiento social, es decir, la expresión de una gran parte de la sociedad mexicana que está cambiando la forma de interrelacionarse (desarrollar procesos colectivos) en el espacio sociopolítico.
La característica de lo que llamamos Cuarta Transformación (4T) es la organización y movilización de sus bases sociales, la cual es una herencia de su aún líder máximo, Andrés Manuel López Obrador, quien entendió que para llegar al momento histórico y al lugar donde está debía de apelar a la calle, a tocar puerta por puerta, andar colonia por colonia, recorrer cada rincón del país para darles esperanzas de que se podía construir otro futuro a las personas —principalmente aquellos sectores sociales aletargados y derrotados tras tantos años de lucha sin que nada cambiara en el panorama colectivo—. Algo que asimiló únicamente Claudia Sheinbaum y con su destreza lo puso en marcha. Se dará de portazos contra la historia, el propio presente y los datos quien no quiera entender esto: ¡no trascenderá quien haga política desde las tribunas elitistas y cerradas!
Llámenle a esto como deseen, que si el PRI corporativo aquel creado por Lázaro Cárdenas, que si populismo a lo Luis Echeverría, que si oficialismo como el de Carlos Salinas de Gortari y demás lenguaje añejo con el que quieren etiquetar —sin tino, me atrevo a decirlo— a la 4T. La 4T es caótica y compleja, no bajo esos términos grandilocuentes, fofos y sin contenido, a lo Enrique Krauze. Porque la 4T se trata de un movimiento social aglutinado en un partido, para cumplir con lo formal e institucional de nuestro sistema político-electoral, que es capaz de ocupar cualquier esquina del país sin necesidad de invertir excesivamente recursos económicos. La 4T está en 6 de cada 10 hogares de este país, con personas dispuestas a salir a defender su proyecto, de dejar lo que están haciendo en caso de ser requeridas en el momento, personas que confían no sólo en su líder, sino en el movimiento que ellos vieron nacer y alimentan. Seguramente hay teoría politológica al respecto, aunque el único que predijo esto, desde una perspectiva un tanto conservadora, fue el maestro César Cansino, quien hablaba de que la consolidación de la democracia mexicana llegaría de las manos de una sociedad movilizada.
Nuestra democracia sigue siendo joven, con defectos y un alto costo económico para nuestro país. Tampoco está consolidada y con la movilización social generada por la 4T está siendo sacudida para que sea la gente, la ciudadanía a pie de calle, la que decida cómo deben ser los procesos políticos mexicanos, algo que contraviene los preceptos de la politología hegemónica mexicana y mundial, basada en las elites, en lo institucional y en el cambio generado desde arriba; es decir, que el régimen político sólo puede ser modificado —reformado— por quienes tienen un puesto de poder en nuestro país, como lo fue a lo largo de las últimas cinco décadas; así entienden muchos la política y por eso lo único que les queda es denigrar a la compleja 4T y a sus masas sociales. Sin embargo, el momento histórico es otro. Una sociedad movilizada y organizada en un movimiento sin excesos de poder vertical, el cual decide qué es lo que más le conviene a la mayoría y cómo se distribuyen los puestos de liderazgo. Y no estoy hablando de resultados de políticas públicas, sino de movilización sociopolítica.
Con esto quiero llegar a la encuesta tan vilipendiada por los entes ajenos a la 4T. Una de las cuestiones que más calan a la hora de comparar o denigrar esta encuesta es: no pueden organizar ni una encuesta y quieren desaparecer al INE. Una opinión que, desde mi punto de vista, peca de ignorancia y falta de análisis sobre este proceso, superioridad e intelectualismo, características natas de quienes critican a la 4T. Dejemos de lado que es un proceso inédito y tuvo sus cuestiones imprevistas, una de las cuales es que los encuestadores estaban nerviosos de que hubiera un grupo de personas vigilando sus tareas. Hasta las propias casas encuestadoras están sorprendidas por la capacidad de movilización de personas que tiene el partido para cuidar el proceso. A esto se suma, para los que empezaron a comparar a Morena con el INE, la diferencia de presupuestos y tiempos, pues mientras el INE puede manejar cantidades indecorosas para organizar una elección —que siempre dicen “es la elección de elecciones”— y avisar con tiempo dónde instalará sus casillas, Morena tenía un presupuesto ciento de veces menor al del instituto electoral y para evitar que hubiera promoción a favor de alguien no se conocían hasta horas antes los lugares o secciones donde se encuestaría, tan así, que seguramente las colonias aledañas aún no saben que a unos metros se recogió la encuesta. Esto no va de comparar quién puede o quién no —la lógica de la competencia y ver quién es mejor—, sino de que quedo claro que se puede organizar una elección con menos presupuesto y cerrar el tiradero de recursos que hay en el INE y, como lección para Morena, con una buena logística, participación social y predisposición a hacer las cosas como se deben llegar a donde se predispuso desde un principio. Pueden decir lo que quieran del partido de AMLO, que es el partido del pueblo de México, pero queda más claro que nunca su “al diablo con las instituciones”, pues la sociedad organizada bajo una democracia consolidada puede llevar a cabo procesos de decisión complejos sin gastar de más, sea en lo humano o en lo financiero.
Es muy compleja y caótica la dinámica política que está desarrollando la 4T, seguramente en algunos años aparecerán estudios verdaderamente críticos sobre la encuesta y el fenómeno de la 4T, lo que sí queda en claro es que toda aquella persona que busque un cargo de elección popular, principalmente a través de Morena, no logrará nada si no apela a las bases sociales del partido y a los liderazgos locales y regionales. No hubo mano negra en contra de Marcelo Ebrard, lo que hubo fue una actitud prepotente, distante y alejada de lo que representa la 4T y sus simpatizantes por parte del excanciller, además de su ineptitud como líder, mientras Claudia Sheinbaum se acercaba y empatizaba con cada nicho local que integra a este partido con características especiales y únicas que lo convierten en un motor de transformación política, económica, social y cultural, aunque algunos necios y sesgados por sus propios intereses y fobias que no lo quieren entender así. Allá ellos y su ceguera. Mientras tanto la Transformación de la vida pública de México se fortalece y no mediante la vía que más le conviene a las elites. ⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
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