“La gente de la península de Yucatán nace,
crece, se reproduce y muere en una hamaca”.
Roberto Campos Navarro.

Armando Manzanero decía que la sensibilidad de los yucatecos se debe al vaivén de la hamaca, a ese balanceo que acaricia el espíritu y armoniza la mente con el cuerpo; al movimiento sincronizado que induce a la tranquilidad y al sueño profundo. Más allá de las propiedades románticas y hasta terapéuticas, se han editado dos versiones paródicas del Kamasutra en el momento de amar a bordo de una hamaca, las cuales prometen intensificar el placer si no se muere en el intento. Curiosamente las guías amatorias no las propuso un yucateco, el Mayasutra es de la autoría de Javier Covo, un colombiano avecindado en Mérida y el Hamacasutra es creación del venezolano Carlos Torrealba, quien se inspiró en los animales de la selva peninsular y los elementos naturales para nombrar las posiciones mortales en las que se necesita algo más que maña y pericia para hacer el amor con humor. En los noventa, María Rojo y José Alonso nos volaron la imaginación en La tarea, cuando Jaime Humberto Hermosillo sacó nuestro lado voyerista al encuadrar la escena de la hamaca en el claro de la entrada a una habitación donde los protagonistas hacían malabares para tener sexo a pesar del bamboleo hasta quedar en la posición “noche” del Hamacasutra, una excitante cabalgata, por supuesto en la noche.
Kulche´, Pek, Payal Chi´, Manak´, Pay Kisin, Moson, K´ak´, son las versiones mayas de algunos de los veintidós tipos de ts´u´uts´ o beso del Kamasutra, en los que se usan no solo los labios, sino todo el cuerpo. A manera de ejemplo el “Beso que despierta” es “El insomnio” P´Ix Ich en la versión maya, cuando él llega a media noche después de haber ingerido bebidas espirituosas a despertarla con un beso porque cree que está dormida y esta lo recibe con un rodillo.
Los abrazos también tienen su adaptación maya. “El abrazo de los senos” es “El secreto” Mukúl en el Mayasutra. El abrazo que entrelaza brazos y muslos “Sésamo y Arroz” del Kamasutra tiene su símil maya en el Puch Ah, “Machacar”. Para las ocasiones especiales el Kamasutra sugiere alguna de las ocho clases de arañazos ya sea en los labios, brazos, cuello, pecho, muslos, pues son las huellas del paso del amor y funcionan para reactivarlo al recodar quien las hizo: “No hay que preocuparse por el lugar del cuerpo cuando la pasión es impetuosa”. La “Zarpa de tigre” es la marca profunda de las uñas de la mujer en el pecho de su amante hasta llegar debajo del ombligo, señal de gozo según los hindúes; la versión maya es Mo´L. Los arañazos también sirven para sellar al amado cuando se va de viaje, en la mujer en los senos y en el hombre en los muslos.
En la variedad de mordiscos y posiciones está el deleite, aunque sin duda la más complicada es cuando ambos están en la hamaca de pie, perder el equilibrio puede tener el efecto “matapasión” o “mataamante”. Tigre, conejo, perro, jaguar, serpiente, venado, agua, luz, viento, tierra, noche, son los nombres que se le dan a algunas de las sesenta posiciones del Hamacasutra, la elegida dependerá del tamaño de hombre Kep —liebre, toro, caballo— y la profundidad de la mujer Yoni —cierva, burra, elefanta—, lo que definirá la calidad de la unión.
Si para amar se necesita arte, hacerlo en hamaca requiere además de fuerza y equilibrio para “no apresurar el placer de Venus, sino saborearlo pausadamente con moroso vagar”, como elucidó el poeta Ovidio en su canto Ars amatoria. ⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
Comments