Visitar las librerías de M. A. de Quevedo forma parte de mis pasatiempos favoritos. Me gusta hojear libros que jamás compraré por su elevado precio. Acostumbro hacerlo dos o tres días a la semana para no perder el hábito de la lectura fuera de casa. Algunos empleados ya me conocen y se ponen a charlar conmigo. Me hablan de las novedades y me recomiendan a ciertos autores. En realidad me ofrecen lo que más se vende, y en su mayoría son best sellers. Pese a que soy cliente/lector frecuente, ignoran mis gustos. Está bien, lo mejor es hacer amistades e intercambiar opiniones. No ejerzo el autoritarismo literario, ese poder idiota-pesado-fuera de onda. Cada persona se forma con sus propias lecturas y mientras vivan en paz sin dañar a sus semejantes: “¡A rodar!”, dijo el mundo. Sin embargo, qué tristeza me invade que la mayoría de los libros que hojeo no se encuentran en las bibliotecas públicas y que, al paso de los años, parecen más fantasmas urbanos o simples adornos “bizarros”. Sí, es lamentable que de pronto el futuro nos haya alcanzado con tanto internet y que en provincia, por ejemplo, a las bibliotecas públicas se les catalogue como especies en peligro de extinción a falta de presupuesto. Ya no son atractivas. Y ni hablar de las presentaciones de ciertos autores locales o nacionales en esos espacios. Quizás sea un exagerado y haya quienes tengan otros datos y me den cátedra de información bibliotecaria. Oquéi. Don’t worry. Welcome to me. Tampoco me manifiesto en contra del internet. Es más, soy consumidor asiduo de Wikipedia, lo confieso. La consulto para leer las biografías de mis personajes favoritos y para mí es la biblioteca virtual infinita. Sólo hay que aceptar que las circunstancias actuales de los “templos literarios” son crudas. O peor aún: vergonzosas. Como sentencia la canción del Buki: “¿A dónde vamos a parar?” Por otra parte, en la biblioteca Vasconcelos suelen haber unas cuantas novedades y qué gusto da leerlas. Excepto que se localiza fuera de mi zona (de confort) e ir y venir hasta allá me genera una hueva de los mil demonios. Sí, un flojonete de primera. Así que acudo a las librerías que me permiten ganar más tiempo y entretenerme con calma, estar al día. Consulto a Mariana Enríquez, Almudena Grandes, Philip K. Dick, Jacques Lacan, Atalanta, Alianza Editorial, Siglo XXI, crónicas, ensayos de política o economía. Todo depende de mi estado de ánimo. También visito las de viejo, aunque para ser sincero: casi tienen los mismos precios que las librerías de línea. Habrá quien compre libros usados porque les fascina el olor, las manchas, los rasguños, los dobladillos, las roturas y un largo etcétera. En fin, allá y sus afiches fetiches. Pero hojear en las librerías de Quevedo es volver al nido, leer en pequeñas dosis y memorizar. Lo triste del caso es que no podrás hurtar libros, a lo Roberto Bolaño. No. Las reglas han cambiado, hay más cámaras, más personal y pues ya, sólo te consuela acariciarlos, darle las miradas necesarias y sacarle el máximo provecho a tu cronómetro. Durante mi corta estancia en Lisboa, Roma y París solía visitar algunas librerías para hojear libros escritos en otros idiomas y conocer un poco acerca del mercado literario europeo. Vaya que es enorme y maravilloso. Me dejó con la boca abierta y con la impotencia de no ser multilingüe/políglota para haber entendido todos, pero hojearlos sí que pude. Hojearlos me bastó para poseer, creo, un mínimo conocimiento de lo que hay al otro lado del charco. Sin lugar a dudas, hojear es un acto melancólico y enriquecedor. Desearías disfrutarlos en tu biblioteca personal, abrirlos a la hora que mejor te plazca, saber que están ahí para ti, acariciarlos, cambiarlos de lugar. Porque hojear es imaginar lo que podrías escribir si fueras escritor. Hojear es reflexionar lo mal que te portaste hoy. Hojear es creer que mañana tendrás un buen trabajo y ganarás lo que te mereces. Hojear es amar a tu pareja, hacerle el amor y acompañarla al trabajo o la universidad. Hojear es viajar a lugares recónditos. Hojear es aprender a cocinar platillos exquisitos. Hojear es buscar series en plataformas y comprobar si valen la pena. Hojear es recordar a tus familiares que ya murieron. Hojear es hablarles a tus amigos y saber que se encuentran bien. Hojear es escuchar la música que te eriza la piel. Hojear es bailar a solas en tu recámara. Hojear es beber una cerveza en una tarde calurosa o fumar un cigarrillo en una noche fría. Hojear es mandar a la mierda lo que te aburre. Hojear es echarse a llorar por aquellos sueños perdidos. Hojear es fotografiar lo que nadie se atreve a mirar. Hojear es escuchar el corazón con tan sólo cerrar los ojos. ⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
Hola Charlie, lamentablemente es una realidad; Las bibliotecas públicas, se estan extinguiendose en gran parte de Mexíco por la poca asistencia de lectores. La gran mayoria, como un servidor, prefiere leer vía internet o comprar un libro y leerlo en casa. Gracias por tu aportación. Dios te bendiga siempre y... Ten un excelente fin de semana.