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Jacinto Valtierra

Ignorante pero feliz

¿Quién lee más, más sabe o mucho ignora? En mi vida he leído mucho y poco recuerdo. Envidio a aquellos que tienen una memoria enciclopédica y a la menor provocación citan un pasaje de algún autor, pero ese resquemor se me quita cuando observo que dichos individuos estructuran sus ideas a partir de retazos textuales.

No hay novedad, ingenio o creatividad en su forma de pensar.

Pero intentemos darle repuesta a la pregunta; creo que entre más se lee, más dudas se tienen, las situaciones nos preocupan de manera más relevante, le buscamos los por qué a los sucesos, las chiches a las gallinas, los tres pies al gato y la raíz a nuestra desgracia, luego resulta que hasta hipocondriacos nos volvemos.

Leer para especializarse en alguna rama de la ciencia es automatizarse. Leer por leer es mecanizarse en devorar cuartillas y cuartillas sin oficio ni beneficio. La lectura debe de ser un placer, algo que llene el ojo, precipite por mundos intricados, trasmita sus escozores, descubra caminos, veredas, de respuestas, precipite las preguntas, desboque el entusiasmo en no soltar la obra: científica, filosófica, literaria y de cualquier índole. Engullirlo con deleite. Un libro antes que una obligación debe ser una delicia, sí, como una fruta apetitosa que se antoja morder. Como una alberca que invita a darse un chapuzón.

También sé que no es más sabio, inteligente, culto, instruido, educado, inteligente quien más lee, sino quien comparte aquello que sabe de la experiencia, los libros, la vida. (No importa que aquí me escuche trivial y hasta aburrido, de alguna manera tenía que decirlo).

Hay quienes van por la vida con un libro bajo el brazo para sentirse intelectuales, otros más presumen que han leído al Quijote mil veces y sólo citan el comienzo de ese clásico y los nombres de Sancho Panza y rocinante, pero no más. Algunos se aprenden poemas de amor para conquistar, pensamientos profundos para apantallar y apuntalar una dizque filosofía de vida; la lista es interminable y da güeva ir nombrando uno por uno la fauna

"lectora”.

Sé, poco he leído, más no podré leer; miles de libros salen a diario de las imprentas ¿cuántas obras valen la pena ser leídas o se convertirán en un clásico? No lo sé, ni lo sabré nunca, al paso que voy antes me quedaré ciego. El universo de oferta es demasiado para mi bolsillo y mis interrogantes para con la vida se multiplican. Me basta con saber poco y vivir sin tantas complicaciones.

Es un exceso todo lo que surge a diario. Los conocimientos cambian a cada segundo. Por eso regresaré a mis libros favoritos, los que me dan armonía, recogimiento, placer y con los cuales puedo desvelarme por el gusto de hacerlo. De vez en cuando compraré una revista equis, veré la televisión, chatearé, me quedaré así, un poco más ignorante pero feliz. ⚅

[Foto: David Espino]

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