La casa que extraño ya no existe, ni sus ventanas, ni la sombra de mi abuela recorriendo el jardín, cargando entre sus manos una cubeta y una jícara para regar sus plantas. No he querido hablar de casas, porque otras poetas lo han hecho mejor, pero la casa de mi abuela es una herida abierta que sangra y me duele.
Cumplimos un mes en pueblo m(tr)ágico, la búsqueda de un sitio digno para vivir ha sido más complicada de lo que imaginaba. El fenómeno del Airbnb ha elevado considerablemente las rentas en la zona centro de la ciudad ¿cómo es posible que un departamento pequeño de dos recámaras, sin estacionamiento, servicios aparte, pero con vista a Santa Prisca, pueda alcanzar los 9 mil 500 pesos mensuales? ¿En dónde o de qué trabaja la gente que puede permitirse pagar una renta así?
Esto me hace pensar mucho en mi abuela, aunque no quiera, aunque evite volver a sus palabras y consejos, solo puedo pensar en todas las veces que ella nos hablaba de lo satisfecha que se sentía, por haber consolidado un patrimonio que garantizaba la vivienda de cada uno de sus siete nietos. Ella, que quedó huérfana a los seis años, que abandonó Teloloapan para ganarse la vida en la Ciudad de México, que vivió en muchos sitios y le tocó sufrir y trabajar mucho para hacerse de sus cosas, decía con orgullo que sus nietos tendríamos siempre un techo donde dormir.
Pero la casa que extraño ya no existe, la casa de mi abuela desapareció en una tormenta de pleitos legales y despojos. Yo estaba lejos de pueblo m(tr)ágico cuando aquello sucedió. Me dicen los primos que afortunadamente no me tocó presenciar aquello , pero no sé qué tan cierta sea la afirmación. A mí me habría gustado recuperar las fotos familiares, yo habría pugnado por los álbumes que mi abuela alimentaba, incluso habría peleado los álbumes de mi propia infancia, porque al final, entiendo que eso era la casa de mi abuela: un montón de memorias y fotografías que el tiempo irá desdibujando.
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Hace unos días, en la Ciudad de México la empresa Airbnb firmó un convenio de colaboración entre el gobierno de la ciudad y la UNESCO. El convenio, pretende posicionar a la Ciudad de México como un destino ideal para nómadas digitales y trabajadores remotos. Las cosas para cuestionar y analizar de dicho convenio son muchas. Como gestora cultural lo que yo he analizado es la forma en la que el fenómeno Airbnb reconfigura las formas de habitar una ciudad. Desde la gentrificación, que sería el fenómeno más evidente, hasta la movilidad cotidiana y lo mucho que impacta en las maneras de distribuir el presupuesto que cada año destina el gobierno a infraestructura urbana, hasta la segregación residencial que con la presencia del Airbnb hace más evidente la brecha de desigualdad que existe entre los barrios del centro histórico y los barrios de la periferia.
Para mí, antes que condenar el fenómeno o negarnos a su operación en las ciudades, resultaría primordial garantizar al mismo tiempo una serie de políticas públicas encaminadas a resarcir los posibles efectos negativos que impactan en la comunidad. Entender y regular la forma en la opera Airbnb dentro de las ciudades podría ser un primer paso, entender y priorizar las necesidades de la comunidad que habita la ciudad podría ser el segundo. Garantizar que existan condiciones de salubridad, seguridad, transporte y acceso a servicios básicos para vivir dignamente en los barrios de la periferia podría abonar más al bienestar social.
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Alex de la Iglesia, uno de mis cineastas preferidos, explora este fenómeno en su película más reciente: Venecifrenia (2021). Con un slasher maravilloso, que por momentos tiene guiños al giallo italiano, Alex de la Iglesia hace una crítica mordaz al turismo depredador que inunda muchas de las ciudades más importantes del mundo. Que haya elegido Venecia como escenario para el film no me parece casual, puesto que Venecia ha sido una de las ciudades que se ha manifestado en contra de las prácticas depredadoras que Airbnb mantiene en la ciudad y que ha dejado clara su postura frente a las hordas de turistas que inundaban la ciudad antes de la pandemia del 2020. Durante 2021, Venecia y Florencia unieron voluntades e inquietudes para redactar un decálogo, quizá en un intento de regular el mercado, que estableciera periodos y formas de trabajo más equitativas para el sector hotelero establecido y la plataforma de alquiler.
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La casa que extraño ya no existe, ni mi abuela existe como yo la recuerdo, ni yo soy la niña que creció bajo su mirada y cobijo. La casa que fuimos y que, lo mismo estuvo en Chavarrieta o en el barrio de la Quebrada, ya no es más. Como un extraño ciclo familiar, me toca reiniciar la vuelta. La orfandad es un fenómeno constante en mi familia, la viudez también. Y aquí estoy yo, en circunstancias similares a las de mi abuela, que llegó a Taxco en los años cincuenta, con una maleta, un niño y la genuina convicción de asegurarse un sitio seguro para ver a su prole crecer. ⚅
[Foto: Gonzalo Pérez]
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