Empezamos por la señora Clutter. Le dije a Dick que me ayudara... porque no quería dejarlo solo con la muchacha. Corté la cinta a tiras y Dick las pegó alrededor de la cabeza de la señor Clutter como si fuera una momia. Le preguntó: “¿Por qué sigue llorando? Nadie le hace daño”. Y apagando la lamparita de noche dijo: “Buenas noches, señora Clutter. Duérmase”. Entonces me dice mientras íbamos por el pasillo hacia la habitación de Nancy: “Voy a tirarme a esa chiquita”. Puse una cara como si no creyera haber oído bien. Y dice: "¿Y a ti que te importa? Carajo, hazlo tú también". Bueno, eso es algo que desprecio. A los que no se pueden dominar sexualmente. Cristo, me dan asco esas cosas. Le dije sin rodeos: “Déjala en paz. Si no te las tendrás que ver conmigo". Aquello lo irritó de veras pero se dio cuenta de que no era el momento de pelear y dijo: “Muy bien, rico, si tú lo quieres”. El resultado fue que no la amordazamos. Apagamos la luz del pasillo y fuimos al sótano.
El párrafo de arriba es un fragmento del libro de Truman Capote, A sangre fría, de la edición de Millenium, traducción de Fernando Rodríguez, página 229. Esta obra de la literatura universal está basada en un asesinato real, el de la familia Clutter: padre, madre, hija e hijo. Los asesinos son Richard Eugene Hickock y Perry Edward Smith. El libro se publicó en 1965 y fue todo un suceso, tanto por el tema como por la forma en la que se escribió.
Dos años después, 1967, se estrenó la adaptación al cine, In Cold Blood, dirigida por Richard Brooks y protagonizada por Scott Wilson y Robert Blake (a quien se le acusaría muchos años después, 2001, por el asesinato de su esposa, pero se le absolvió por falta de pruebas). La música es de Quincy Jones (la mente detrás de Michael Jackson), el guion del mismo Richard Brooks basado y con aprobación de Truman Capote. Y el excelente montaje corresponde a Peter Zinner. Qué montaje, las transiciones son espectaculares.
Dada la complejidad de la narración, compuesta de los testimonios de quienes conocieron a la familia Clutter y de los familiares de los asesinos, Dick y Perry, así como de los informes oficiales de la policía, las notas de periódico, el archivo criminal y las entrevistas con los asesinos, la película de Richard Brooks logra plasmar este entramado de información y le da a la cinta un ritmo bien logrado que nos atrapa desde el inicio, a pesar de la oscuridad de la historia, y en cierto punto nos encariñamos con uno de los culpables de la tragedia.
Lo que nos muestra A sangre fría no sólo es el cruel asesinato de una familia. Asistimos a las vidas de Dick y Perry, su pasado, la infancia, el abandono familiar, el alcoholismo de los padres, todo lo que los llevó a cometer el crimen. No los justificamos, pero podemos entenderlos. Su amistad los llevó a lo más profundo del infierno, y no había retorno de allí. Nadie es totalmente bueno, ni totalmente malo, esto queda claro al leer el libro y ver la película.
La voz narradora en la película es de Truman Capote, además Richard Brooks le hizo un gran homenaje en la adaptación del libro, e incluirlo al inicio de los créditos, lo que no era la costumbre en Hollywood. No fue la única vez que Brooks adaptó obras de la literatura al séptimo arte, pero, sin duda, A sangre fría es su mejor trabajo. Lo digo desde la emoción, es cierto, y también desde la butaca de un cinéfilo desvelado.
A sangre fría es un inteligente registro del fracaso, un tratado sobre la derrota en el que nos vemos reflejados más de uno. Más común de lo que se cree, y muchos más en estos tiempos en donde el éxito parece ser una obligación. Claro que no todos los fracasos terminan así, pero algo de luz nos regala tanto el libro como la película, para poder asomarnos a ese pozo sin fondo que es el alma. ⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
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