Para quienes vivimos o habitamos Acapulco resulta indecible ver las imágenes del paso del huracán Otis. El meteoro no solo arrasó con casas, techos y sitios emblemáticos. Este fenómeno bien podría estar llevándose algo más valioso: nuestros recuerdos.
Alguna vez leí que Acapulco es como la meca del turismo nacional. Todos teníamos que ir al menos una vez en la vida. Y cómo no si Acapulco nos prodigaba la posibilidad de reconocernos en sus calles, en sus playas, en sus restaurantes. Es un sitio de memorias, de reencuentros: “Aquí estuvieron de luna de miel mis papás”; “aquí conocí el mar”; “aquí vine con mi familia cuando era niño”; “aquí nos amanecimos con mis amigos”.
Y ahora Acapulco está casi destruido. En ruinas.
Claro, será reconstruído. No dudo que así será. Pero ya no será el mismo. Será otra ciudad. Y existe la posibilidad de que no podamos reconocernos en sus nuevas calles, en sus nuevas playas, en sus nuevas cantinas. Nos daremos cuenta que Otis no solo arrasó con la ciudad. Sino con una parte de la memoria.
Y eso es una forma de morir.
Tal vez por eso resulta indecible. ⚅
[Foto: René HG]
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