En 2018, AMLO ganó en todos los estados menos en Guanajuato. Siempre es muy difícil convertir los votos de una figura nacional al ámbito local. Pero en cuatro años, y a 11 de la fundación de Morena, este partido y sus alianzas han repintado el mapa político estatal de una forma que no parecía posible.
La oposición a duras penas ha logrado retener algunas de sus bases más sólidas:
*El panismo que antaño dominó las regiones Norte, Occidente y Golfo queda reducido al Bajío, Chihuahua y Yucatán;
*El perredismo desaparece, tras haber llegado a gobernar cinco estados simultáneamente;
*El PRI... bueno, el PRI queda comprimido como nunca antes en toda su historia, en apenas tres estados, de los que tendrá que jugarse dos el próximo año. Podría llegar a 2024 apenas con Durango.
*El único partido opositor que ha crecido en este periodo es MC, que gracias a hábiles alianzas con oligarquías locales ha desfondado no a Morena, sino al PAN y en menor medida al PRI, tomando dos importantes estados, Jalisco y Nuevo León.
*Morena y aliados alcanzan 22 de las 32 gubernaturas. En 2021, la coalición opositora se esforzó por convencer que de alguna forma había logrado su objetivo de debilitar al oficialismo. Ahora tendrá que ser desvergonzadamente creativa para presentar su derrota de 2-4 como éxito.
*La franquicia que no es partido, no es verde ni es ecologista pero dice que lo es, el PVEM, es el aliado feliz de Morena porque consolida su influencia en Quintana Roo, sigue teniéndola en Chiapas y gobierna SLP.
Hasta aquí, las buenas cuentas de Morena. Mirando un poco a nivel micro, las cosas cambian algo. Las candidaturas con las que ganó son cualquier cosa menos morenistas.
El tamaulipeco Américo Villarreal y el hidalguense Julio Menchaca forman parte de grupos de poder locales que siempre fueron parte del PRI y sólo por cálculo político se fueron a Morena. En Quintana Roo, Mara Lezama está más cerca del todavía gobernador Carlos Joaquín —antes priista y luego perredista— y del “niño verde” Jorge Emilio González que del morenismo. Y en Oaxaca, al victorioso Salomón Jara le reprochan excesiva proximidad con el gobernador priista Alejandro Murat.
Como en otros lados, las bases que construyeron el morenismo en los años más duros, cuando no había puestos qué repartir, han tenido que observar cómo quienes antes los combatían y aplastaban se cambiaron de camiseta de último momento para cosechar los frutos que otros sembraron.
Pero ahora el amloísmo de origen y el de reciente arribo están en el momento de celebrar. La nueva policromía nacional, en guinda creciente, es una proeza histórica que demuestra que la oposición sigue sin encontrar cómo contener la ola obradorista y refuerza la tesis de un refrendo presidencial en 2024, con candidato/a todavía por definir.⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
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