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Carlos F. Ortiz

Miedo y asco en Cinépolis

[Foto: Carlos Ortiz]

Casos hay como Calígula imponiendo a su caballo Incitato como cónsul y sacerdote o Stalin nombrando a la ciudad de Volgogrado como Stalingrado en su honor. Esas curiosidades de personajes que bien podrían ser diagnosticados con el Síndrome de Hubris las encontramos en esta pasarela inagotable de políticos en nuestro país. Porfirio Díaz celebrando el Grito de independencia para festejar su cumpleaños. Calles, avenidas, escuelas con nombres de gobernantes. Gobernadores o políticos que pasan a la historia sin pena ni gloria pero que buscan inmortalizarse poniendo su nombre en obras hechas con recursos públicos.

Hay quienes llegan a altos niveles de afectación que deciden hacer una película de su vida como el caso del político guerrerense Félix Salgado Macedonio (siendo Diputado Federal por el PRD), que en el 2001 presentó Guerrero, dirigida por Benjamín Escamilla Espinosa, en la que él mismo se interpreta, y donde aparecen también Lina Santos, Manuel Ojeda y Jorge Reynoso.

La película se exhibió en la cadena de cines Cinépolis, y pasó sin pena ni gloria. Veintitrés años después siendo senador y padre de la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado Pineda, presenta una película que es, según ha dicho él mismo, un homenaje a su carro Tétano, un Ford Mustang 1973, cinta de la que se presume ganó un premio en Mejor Argumento Narrativo en el Festival Internacional de Cine y Televisión Infantil que se celebró en Minsk, Bielorrusia.

Con este antecedente y lleno de un creciente impulso malsano, llamé primero a Emiliano Aréstegui para que me acompañara a verla. Por su apretada agenda no pudo acompañarme. Luego llamé a David Espino. Debo decir que le rogué mucho. No podía creer que quisiera ver tamaña cosa, aunque luego aceptó movido más por el morbo. De todos modos me dijo que yo tenía que pagar las entradas. Acepté. Algo no anda bien en mí.

Hacer este tipo de periodismo de inmersión o Gonzo tiene sus riesgos. Asumí los míos: 158 pesos de las entradas y 91 minutos de mi tiempo-vida. El reto estaba lanzado. Le dije a algunos amigos que iría a ver la película. Ante la manifiesta incredulidad que mostraron tuve que argumentar que era para escribir algo aquí; justificar de alguna manera mi insana travesía de casi dos horas viendo lo que se me revelaba como un bodrio. Con la voz firme respondía: es para un trabajo. En el fondo algo se movía dentro de mí. Esa mórbida bestia cinéfila de ver películas malas. No sabía que me aventuraba a una de mis peores experiencias dentro de una sala de cine.

Guerrero fue mala, Tétano se exigió más de la cuenta y es aún peor. Un manejo del color terrible, inestabilidad en la cámara (como si el camarógrafo estuviera borracho en toda la grabación lo que produce cierto mareo en el espectador). La historia sufre en la línea argumental; sketches que son tan simples que en lugar de producir risa producen cierta lástima. Y las actuaciones lamentables. Falta de producción. Sonido ambiente que se repite hasta el hartazgo (no es más que la grabación de un rebuznar, o de pajaritos, de fondo, para decirnos que se encuentran en un pueblo habitado por cinco o seis personas). Personajes sin fuerza, como un español que llega a cobrar quién sabe qué cosa al cura del pueblo.

Facilista y lacrimógena (o eso intenta). El cura, interpretado por un decadente Ariel López Padilla, sostiene un orfanato con tres niños, uno de ellos enfermo del corazón (lo sabemos por una enfermera y porque el niño hace como si tosiera cada que se menciona que se encuentra grave). ¿Por qué tanta (falsa) tosedera? Nunca lo sabremos. Esa fue la respuesta del guionista para aclararnos que estaba enfermo, y que necesitaba de manera urgente de una operación. Hasta ahí la historia va de mal en peor, y se pone peor aún (sí, se puede. Félix siempre nos sorprende) y predecible. Por ejemplo, de la nada aparece una competencia de autos, con un premio millonario, y la historia de un gran piloto y de un auto que es un “bólido”. Adivinaron. El gran piloto en Félix (no se rían) y el auto es el Tétano.

Estoy sentado aún sin podérmela creer, compartiendo con David las jaladas de la película. Entre la risa y conmiseración (por nosotros, desde luego). Es extraño que no se nos hubiera facilitado en taquilla bolsitas para el mareo. Sólo me queda mirar el reloj y a David esperar que pase rápido la cinta. Algo que no ocurrirá. Es tan lenta y tediosa que se alarga y alarga como una liga, sin tensarse. Diálogos sin sentido. Escenas injustificadas.

El director (¿el director?) no sabe qué hacer con un guion donde no hay personajes, y la historia es tan gastada, tan mala, que lo único que hace es no poner su nombre en los créditos. Quizá su verdadero acierto.

En fin que los tres niños del orfanato, junto con la hermana mayor de Juanito (el niño enfermo), deciden ir en la búsqueda del Tétano y su chófer (piloto, quise decir) El Chácharas. Un Félix Salgado más acartonado que un cartón de huevos quebrados, con una barba y peluca que se ven más falsas que el peluquín de Trump. Van a buscarlo para pedirle que corra en la carrera, y como un Miyagi de bajo presupuesto pone a los tres niños y a la hermana a limpiar el auto. Como no hay guion, el director recurre a tomas y planos tan malos para mostrarnos cómo los niños y El Chácharas se hermanan en unos cuantos minutos (aburridos y simples), sin ninguna carga emocional.

En toda la cinta no hay un personaje que pueda sostener la historia. La narración cae en la pequeña actriz de 11 años Lisa Rivas, originaria de Acapulco, radicada en la CDMX. Ella construye una no-historia y personajes sin vitalidad en la pantalla. Tiene que decir que son tiernos, que son agradables, curiosos, porque no hay ninguna acción en ellos que pueda demostrarlo. Aparecen sin ninguna gracia (cuando más sobreactuados). No generan ninguna conexión con el público.

El arco argumental de Tétano es fallido. No se resuelve en ningún momento. Es una acumulación de pequeñas tramas inconclusas, insostenibles en la historia misma, como la escena donde El Chácharas se molesta porque Pablo unos de los niños huérfanos toma una foto donde lo vemos cargando a su hijo, que murió en un accidente, y nos lleva a un flashback que no revela nada, que como recurso está de más. No aporta, no da motivos para que de pronto el personaje de Félix se altere y los corra, negándose a participar en la carrera.

Sólo la voz narradora de Lisa trata de recomponer las cosas y sugerirnos su malestar; mientras escuchamos de nuevo la tos de Juanito que se altera y cae desmayado (a saber por qué). Tampoco sé por qué tose, si lo que tiene es un mal cardiaco. Total que el niño es llevado al hospital donde la enfermera les dice que es urgente una intervención. Detrás de la puerta El Chácharas escucha (tampoco se sabe cómo llegó hasta ahí si ellos tuvieron que viajar mucho para encontrarlo). Es entonces que su noble corazón despierta y decide participar en la carrera. Un argumento simple, una historia llena de paja y de lugares comunes.

Llega el día de la carrera y se va a enfrentar con el español que no sabemos qué se trae con el cura, y además que también es piloto y que maneja un Lamborghini amarillo. En una escena tan mal realizada vemos como los dos autos arrancan. El Tétano no lleva parabrisas pero nunca se ve que el viento mueva un sólo pelo (de la peluca mal colocada) del Chácharas que, con una cara inexpresiva, vuelve a recordar a su hijo.

De manera predecible (aunque lo quieran presentar como sorpresiva. Nadie se lo esperaba) el Tétanos gana. El Chácharas es aplaudido. Todo sale bien. Todos son amigos, y como una metáfora de los intereses, ya no del Chácharas, sí del señor Salgado, el español se le acerca y le dice que no se retire, que es muy bueno, a lo que responde “ya veremos”.

Ahí no termina la historia. Se tenía que alargar a una secuencia tan innecesaria como toda la película, donde vemos al niño Juanito con El Chácharas en el refugio Perritos Felices, de Chilpancingo, donde llegan los amigos de Juanito y todo termina con tomas del lugar y una panorámica de todos los actores en la piedra de ámbar (esa que sanaría de todo mal al estado).

Se encienden las luces. Tengo ganas de ir a reclamar que me devuelvan los 158 pesos de la entrada. El tiempo nadie me lo podrá reponer. La sala está casi vacía, con sólo otras nueve personas que llegaron ahí por error o por su incondicionalidad con el senador.

No hay nada que decir, salimos en silencio. Es lamentable que se gaste dinero en la imagen de un personaje que vive de su ego. Que el Senado le celebre sus malos chistes. Que le sirva para promocionarse a la gobernatura. Que su megalomanía sea tanta, pero más lamentable es ver a esa manada de fervientes seguidores que le aplauden como si se tratara de un mono de circo.


POSDATA

Hace más de tres años que junto con unos amigos : Luis García, José Nava, Mauricio abarca, Rosi Hernández iniciamos un proyecto para hacer cine, Carriola Films, hemos tenido algunos reconocimientos por nuestro trabajo: los cortos El duelo y Huellas participaron en el Festival Cinegro 2023, el corto Historia de un amor, estuvo nominada en el SmartFilm en Filminuto vertical. Rosi Hernández ganó el primer lugar en el Segundo Concurso de cineminuto IEPC Guerrero 2022 con el corto Imagina ser mujer, en el 2021 en el mismo concurso obtuvo el tercer lugar. El corto El duelo formó parte de la selección oficial en la competencia del Festival Internacional de Cine mínimo Diminuto en la categoría Pandemic, el corto La marcha del caracol y Yo Soy Itzani fueron finalista en el concurso Cine minuto del Politécnico que se proyectó en la Cineteca Nacional en el 2021 y 2023, así también el corto Nos estamos muriendo recibió una mención honorifica en el mismo concurso en el 2024.

Hacer cine, como cualquier otra actividad artística no es fácil, te enfrentas a la falta de apoyo de las instituciones, una secretaría de cultura omisa, diputados, presidentes municipales, instituciones que esperan que hagas el trabajo gratis. Según ellos te hacen un favor al brindarte un espacio, se creen dueños de los lugares.

Es una grosería para los creadores del estado, para los que intentamos hacer cine en Guerrero, observar como un personaje cono el senador Félix tiene todo el respaldo para presentar una película y distribuirla en la cadena de cines de Cinépolis, donde los costos de proyección son altos, motivo por lo que muchas veces las películas mexicanas no llegan a ser exhibidas en las salas de cine.

En la página de Trámites Autorización para exhibición comercial de películas del Gobierno de México señala que la Autorización de películas destinadas a exhibición pública tiene un costo de 6 mil 315 pesos, y el pago por minuto de duración es de 70 pesos, Tétano tiene una duración de 91 minutos, es decir se pagó 6 mil 370 por proyección, fueron cinco proyecciones al día 31 mil 850 pesos, y se exhibió por cinco días dando 159 mil 250 pesos. Se proyectó en otras salas de Acapulco, Iguala y Taxco lo que supone un gasto de 637 mil pesos. Sólo en su exhibición. No tengo el costo de producción de la película, pero una cinta así supone, por muy de bajo presupuso que sea un costo de más de unos 20 millones de pesos, en los gastos de pagos y renta de equipo.

El senador presume un apoyo a los creadores del estado, mientras hace unos meses a los becados del PEGDA se les detuvo su pago (aún no les pagan a cinco becarios), y no les han pagado a los talleristas que trabajaron en el programa Patios Culturales. Tampoco se han dado los resultados de los apoyos del Pacmyc. La Secretaría de Cultura se ha convertido en un elefante blanco. En Guerrero no hay apoyo a los creadores, no hay apoyo a la cultura. Hay apoyo a la banalidad, al mal ejercicio del poder. ⚅

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