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Negar lo obvio

Federico Vite

Antes de que iniciara la nueva administración encabezada por Abelina López, se hizo público en redes sociales que Malena Steiner repetiría cargo en la Dirección de Cultura de Acapulco. Hubo felicitaciones de la comunidad artística y una soterrada inquietud de quienes están acostumbrados a roer las arcas del erario público bajo el supuesto interés de sacar del atraso cultural a Acapulco con maratones de danzón y verbenas populares.

Ya en octubre, la nueva administración cambió el rumbo, la alcaldesa López nombró al actor y director escénico Manuel Maciel al frente de la Dirección de Cultura. Las primeras decisiones de Maciel hicieron olvidar de inmediato lo hecho (honestamente muy poco bajo el argumento de que no había presupuesto) por Malena Steiner en la era gris de Adela Román. Se anunció la edición de Acatrina Fest e inmediatamente la realización de La Nao. Hubo un cambio de timón y se aprovechó la coyuntura vacacional del “puente” para que Acapulco diera una noticia amable a los medios de circulación nacional.

Pero los problemas con la organización del desfile empañaron el Acatrina. Hubo caos vial innecesario (porque aparte del apocalíptico desabasto de agua y los graves problemas con la recolección de basura hay muchas avenidas y calles principales del puerto abiertas que no se han reencarpetado y fungen como monumentos del olvido gubernamental) y pobres arreglos en los carros alegóricos. Desfilaron carruajes que daban la impresión de haber salido de alguna caravana hecha hace diez años. Lo más sobresaliente fue la rechifla de los asistentes cuando el carro de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado del Municipio de Acapulco (CAPAMA) apareció en la procesión. Esa fue la válvula de escape que mitigó el mal humor general ante tanta ineficiencia de esa institución, ahora dirigida por Arturo Latabán López, ex contralor del exgobernador priista de Guerrero Héctor Astudillo.

A inicios de noviembre, La Nao se presentó en la CDMX y se creyó que la imagen violenta de Acapulco se puliría un poco. Inició La Nao. Asistieron cientos de personas. Se siguió un protocolo acertado para mitigar y prevenir el covid 19; se olvidó por algunas horas la oscura densidad de la pandemia. Fue un acierto la realización de este festival, un gran trabajo de mucha gente, pero hubo algunas cosas que no deben repetirse porque son otros tiempos, ya son otras las formas de hacer las cosas; la primera ocurrió en una de las actividades literarias, justo en la lectura “Novísimas Acapulqueñas”. Se invitaron a cinco participantes, una de ellas es hija de la directora artística de La Nao, Citlali Guerrero, y del poeta Jeremías Marquines. Darle un espacio así a esta escritora en ciernes evidencia prácticas inadmisibles en tiempos de renovación ética. Este modus operandi no favorece al festival ni a la escritora invitada, simple y sencillamente empaña una administración que arrancó bien en materia cultural.

La segunda pifia es infantilizar a la sociedad negando la violencia imparable. Se debe ser claro y precisar que el transporte público que transita por la Costera, la avenida más importante del puerto, tiene una incidencia delictiva por las tardes y por las noches. Algunas tragedias pueden evitarse tomando las debidas precauciones. Digo esto no solo porque hirieron a uno de los invitados de Costa de Marfil, país invitado a La Nao, sino porque asesinaron a un chofer, hay siete casos similares en un mes, frente al edificio de la Secretaría Federal de Salud. No hablar de la violencia que pudre al puerto es infantilizar a la sociedad. Negar lo obvio a boletinazos es una adolescentada. Son otros tiempos, eso ya no va. Debe tenerlo claro la alcaldesa López.⚅

[Foto: Carlos Ortiz]

 
 
 

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