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  • Flor Venalonso Neri

Odiar a todos

“Están los que trabajan para poder parar/

parar es el porqué del trabajo/

están los que paran para poder trabajar/

trabajar es el porqué del trabajo”

Nick Cave





Alguien escribió en el baño de la escuela Odio a todos. Alguien contestó que si no tenía nada mejor que hacer que rayar paredes. Alguien más escribió que se callaran. Qué chistoso, pensé. Lo de alguien que escribe que se callen los demás. Lo sé porque eran distintas caligrafías y distintos marcadores. Que se callen. Que alguien escriba mientras orina. Qué chistoso leer en voz alta e imaginar las voces en un cubículo de menos de un metro por lado. Que se callen, porque en este lugar se viene a otra cosa y eso de discutir no ayuda a evacuar. Odiar al prójimo, pensé. Por supuesto. El trabajo docente en literatura siempre ha sido sobre intertextualidades. Diálogos que uno hace con alguien a quien desconoce y nos desconoce. Pláticas entre extraños, pensé. Tal vez nuestro trabajo como docentes consista en recuperar las inquietudes de nuestros alumnos. Tal vez ese odiar a todos es una forma de manifestar el hartazgo que hay en las clases aburridas que nada tienen y de nada sirven si no resuelven conflictos reales. O tal vez ese Odio a todos quedó inconcluso porque se escapó el objeto directo, o porque alguien más entró y tocó a la puerta. O quizá la tinta del rotulador se terminó. Todos me parece abierto, inabarcable. Quién sabe. El porqué del trabajo es un por qué genuino. Odiamos lo que amamos, dice Chayito. Me descubrí cuestionando qué podría odiar yo, ¿me he imaginado odiando? La literatura nos muestra este sentimiento como tema universal, al contraponerse al amor parece lo peor del mundo, la causa de conflictos no resueltos, la acumulación de deseos jamás realizados, la anulación del deseo mismo, la represión contra el sentimiento puro y libertario. ¿Qué podemos odiar? Alguna vez todos nos hemos planteado esa pregunta. Sentada en el excusado releí las frases. Imaginé caras, voces, vidas sucediendo… tal vez el baño pueda ser la zona más primitiva a la que necesitamos volver para aclarar ideas, despejar pensamientos, elucubrar conspiraciones, llorar por amor o desilusiones. Necesitamos parar. Necesitamos sentarnos y expresar lo que tenemos dentro. Aunque a veces sólo sea pura mierda.

[Foto: Carlos Ortiz]

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