Toda mi vida he sido partidario de que cada quien escuche lo que le plazca. Sin pedirle permiso a nadie.
Crecí con la música popular (regional, le dicen ahora), no por decisión propia, sino porque era lo que estaba alrededor de mí (y supongo, de miles más).
Sin embargo, actualmente veo con güeva cómo se emocionan de que esta música “la esté rompiendo”, como dicen los entendidos. Para quienes hemos escuchado regional de toda la vida, sabemos que esta manifestación cultural siempre la ha rompido. El asunto es que muy pocos la han volteado a ver. Durante décadas, solo eran sonidos de barriada, de gente pobre, de nacos, de rancherías, de la plebe, música corriente sin ningún valor. Así la consideraban. Al no entenderla, le pusieron una etiqueta para identificarla y alejarse de ella: grupero.
A pesar de eso, Rigo Tovar en octubre de 1981 reunió a más de 400 mil personas en un baile de Monterrey, lo hizo sin Internet y sin publicidad; en México nadie lo ha podido superar. Durante los 90, Bronco hizo una larguísima gira por Sudamérica en donde llenó decenas de recintos; miles de fanáticos cantaron y corearon su amplio repertorio. Por eso no es fortuito que infinidad de agrupaciones sudamericanas covereen sus temas. Cuándo murió Ricardo López, vocalista del mítico grupo El Tiempo hubo mensajes de condolencias desde Paraguay, país donde este grupo tenía una amplia fila de seguidores. En 1985 el trío de huapangos Camperos de Valles fue invitado por Peter Gabriel a grabar en sus estudios en Box, Inglaterra, antes de eso hicieron giras por Europa y ofrecieron cátedras de ejecución musical en algunas escuelas de música. Los Bukis se han erigido como la catedral de la música grupera hasta donde llegan personas de todo tipo a rendirles culto.
En cuestiones de música norteña también hay casos excepcionales: Los Tigres del Norte triunfando en España, Francia o Estados Unidos. Los Cadetes de Linares llevando el corrido norteño a todos los rincones de México y Sudamérica. Chalino Sánchez, convirtiéndose en un fenómeno social y marcando los nuevos los cánones del corrido. Intocable, revolucionando la música norteña con grabaciones de altísima calidad, que hoy son del disfrute de los aficionados al sonido Hi-Fi. Selena inaugurando la incursión de las mujeres en la escena y abriendo las puertas para la masificación del género. Grupo La Firma, llevando el el norteño hasta niveles muy cercanos al virtuosismo. Conjunto Primavera llegando a los nuevos tiempos, con la misma calidad de siempre.
Al anterior recuento le falta una infinidad de conjuntos, bandas, orquestas, dúos y solistas que han construido un género tan variado de estilos, orígenes y públicos. Se mantiene en el gusto de miles de fanáticos que la oyen en la radio, en el trabajo, en el camión, en el taller, en la fábrica o en la cantina.
Muchos de los que hoy se proclaman como seguidores del regional, en realidad lo son en apariencia. Porque solo conocen lo que se ha hecho desde hace un lustro; no indagan más atrás. Escuchan lo está de moda, pero le sacan a escuchar otra cosa. Lo defienden, aunque solo defiendan lo que es trending. Y ya. Es una máscara que cambiarán en cinco años más por lo que esté de moda en ese momento.
Sin embargo, el regional seguirá. Así ha sido siempre. Desde la periferia. Con sus aciertos y sus errores. Con sus picos y sus caídas. Con sus joyas y sus bisuterías. A veces con menos y a veces con más entusiastas. Porque el regional no necesita legitimación de una marca, un personaje, un premio o un recinto. Se legitima solito en el corazón de sus oyentes, en la memoria o en un baile.
Hace 13 años, fumando con Juan Cirerol, me dijo algo: “La música regional nunca podrá ir por debajo de la música moderna porque es mucho mejor”. Le creí. Hoy más que nunca lo creo. ⚅
[Foto: David Espino]
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