Hace unos días la escritora Vanessa Hernández dijo en una nota publicada en El país, con una humildad crítica poco vista, que “había llegado tarde a la literatura porque soy de Acapulco y el contexto no es precisamente literario o cultural” y es verdad, es evidente el inexistente apoyo hacia la comunidad artística de Guerrero. Son pocos los espacios culturales y los que hay lucen vacíos, desiertos, siempre iluminados por los ojos de los mismos doce o trece gatos. Es como si en Chilpancingo no hubiera una Universidad o como si a los estudiantes y a los maestros les importara un nabo lo que hacen los creadores de la city. Pareciera que no se ha trabajado, más allá de los payasos del zócalo, en la creación de públicos atentos a la producción artística que se lleva a cabo en la ciudad.
Hace no mucho o no tanto, la autora de Días de sueño y pesadilla, reclamaba en su muro de Facebook la opacidad y el adeudo que el gobierno municipal de Acapulco tenían para con la comunidad artística, los premios de literatura no se emitían, los libros ganadores no se imprimieron, los encuentros de escritores fueron cancelados, a esto habría que sumar la falta de apoyo que derivó en el fin de la compañía de danza que llevaba diez años coordinada por el maestro Serafín Aponte, esto último no lo decía la publicación, lo sumo para ampliar el contexto de expoliación en el que estamos inmersos.
Le di me gusta a la publicación y escribí alguna frase hecha sobre la condición de los nuevos gobiernos y las viejas prácticas o sobre la hijoputez como principio rector de la autodenominada “clase política”. Gracias a mi anodino comentario, me di cuenta de que una escritora, no utilizaré comillas para no ofenderla, pero sí diré que una escritora a modo de la autodenominada 4ª transformación, una encarnizada defensora de la “nueva izquierda”, vate de las causas nobles y del pueblo sabio, “argumentaba” que estaba bien que no hubiera encuentros de escritores porque eran para “puros privilegiados” y traumatizada por el desasosiego que le causó ir a una de las juntas del pecda estatal y comprobar que “las becas son siempre para los mismos privilegiados”, argumentaba la mujer de mirada clara y palabra profunda, era el momento de “hacer otro tipo de cultura y llevarla a quienes nunca han recibido nada”. Casi lloro al transcribir sus palabras de poeta.
Luego de tan afilados argumentos me sentí herido pues caí en cuenta: yo soy parte de ese cardumen de privilegiados que han recibido, allá por el 2017 recibí la enorme fortuna de 30 mil pesos para escribir un libro en seis meses. Guácala de mí, pensé, al darme cuenta de mi doble privilegio, pues más de una vez estuve en esos encuentros en los que, según la escritora, “siempre están los mismos” y así, con la poética del quítate tú para ponerme yo, descalificó estos encuentros que empezaban a ser icónicos, pregúntenle sino a Julián Herbert, a Efraím Medina o a Ulber Sánchez, quien se volvió leyenda gracias a una crónica de Chávez Moreno. Dichos encuentros fueron, en buena medida, los responsables de llamar a la literatura a muchos de los que hoy podemos llamar jóvenes escritores, muchos de ellos, reitero, se deben, en buena medida, al esfuerzo que dedicaron los organizadores, pienso por ejemplo en Jeremías Marquines, Citlali Guerrero, Antonio Salinas, Carlos Ortiz, Tonanzin Arcadia.
Sabido es que los premios literarios se volvieron a convocar luego de tres años de abandono. Para mí fue toda una sorpresa. Guerrero es un estado espectacular que produce demasiados espectáculos. Pero lo más espectacular, además de los quehaceres perfomáticos del narco y los hapiness de los funcionarios, es que la Secultura confunda espectáculo con cultura.
Por eso me gustaría preguntarles a todos los promotores de la 4ª t qué opinan del programa DO RE MI FA SOL pues según esto “es un medio de integración a la juventud” y está diseñado para que “los jóvenes se expresen libremente”. La encargada de dar inicio a esta propuesta fue Belinda, y la gente estuvo feliz. Pues este “inspirador proyecto tiene como objetivo enriquecer la vida de los jóvenes guerrerenses a través de la creatividad y el talento (de los hijos de televisa). Mediante la música, canto, danza, teatro y pintura, los jóvenes tienen la oportunidad de expresar y canalizar sus habilidades, enfrentando desafíos de manera constructiva.”
Sabemos que todos esos objetivos han tenido resultados, pues en el concierto de Belinda, los jóvenes vivieron “la posibilidad de expresarse y canalizar sus habilidades” imitando coreografías, pegando gritos y haciendo carteles. ¿Qué les pareció, pues, tan magno evento?
Hay quién dice “qué bueno, Belinda es un ícono. Ella le dio identidad a nuestra generación” y a mí eso de la identidad me huele apozcaguado, más cuando la identidad es un efluvio fétido producido por las televisoras y el mercado y no una construcción comunitaria. Yo, que soy un malpensante, me pregunto ¿Para qué carajos gastar el dinero en una cosa así? ¿Para qué llevar a Oceanosky, o como se llame, a Tixtla?
Chilpancingo es un polvorín, un campo de guerra a punto de explotar, pero esa belinoche la seguridad estuvo bien parada y con la baticultura a cuestas, los ideólogos encargados del espectáculo-cultural intentaron facilitar beliurvans para ir al beliconcireto, beliseguros y beliencorto. ¡Cáspita! No contaban que el narco haría lo narcosuyo, narcoamenzando a los urbaneros que se beliprestaran para ser belitransportitas. Hasta dicen que belireventaron una narcogranada.
Cuánto habrá costado este “evento (que) no solamente busca deleitar con talento artístico, sino también abrir puertas hacia un horizonte lleno de posibilidades creativas para los jóvenes y una experiencia inigualable para quienes se sumen a esta celebración cultural.” Aunque algo se ahorraron en corrector de estilo, yo calculo que, unos seis, siete, ocho millones sí se gastaron. Y yo les pregunto, a los defensores y defensoras de la 4ª t ¿en qué contribuyó, qué untos dejó la contorsión artística de Belinda en nuestra comunidad? ¿Qué les dejó en Tixtla el concierto del ex Héroe del silencio? ¿Creen que ambos artistas dejaron el limo necesario en aquellos que estuvieron presentes y que estos dejos se tornarán sustancia? Quizá ahora haya muchas más niñas que se dieron cuenta de que ellas desean ser las estrellas pop que tanta y tanta falta no nos hacen.
Para mí, que tengo un crío que lee y lee y lee los mismos comics una y otra vez, creo que en Chilpancingo lo que hace falta no son “eventos que llaman al turismo” si no una biblioteca para niños, una biblioteca en la que se trabaje con ellos de manera lúdica, para brindarles un remanso creativo en el que se trabaje con el pensamiento crítico y se les dé voz y se les nutra con cine, literatura y música pensada y creada para ellos. Un lugar que en seis u ocho años nos brinde jóvenes críticos, artistas emergentes y el público cautivo que nutra los espacios culturales, que genere colectivos. Y es que, con esos cinco millones que seguro fueron diez, se hubiera podido habilitar al menos una biblioteca infantil, aquí, en Chilpancingo. Y si para los críticos de los privilegios y los privilegiados, Chilpancingo es una ciudad fifí, por tener dos cines y tres librerías, pues entonces esa biblioteca se podría instalar en Chilapa o Tixtla o qué sé yo.
Ya para cerrar, quiero aplaudir el hapiness malogrado que se llevó a cabo en la fachada de nuestro flamante y vacío palacio de cultura. ¡Bravo, bravo! ¡Bravísimo! ni Jododowsky tiene una plástica tan impactante. ⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
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