Era mayo de 2021. Parecía que los priistas agarraban vuelo para enfrentar la candidatura de Evelyn Salgado (luego de descarrillar la de su padre). Había indicios de que varios chivos campaneros unirían sus fieles rebaños para aumentar el ki del tricolor e imponerse en las urnas del mes de junio. La coalición PRI-PRD-sindicatos-compadres-achichincles dejó ver mucho músculo (con esteroides, pero músculo al fin), tanto, que lograron acarreos inéditos en municipios con menos población que un vagón del metro de la CDMX.
Lo que tenía que pasar pasó: Perdieron la elección, la gubernatura, la capital del estado, las camionetas blindadas y si no se ponían buzos, habrían perdido hasta sus guayaberas floreadas.
Ahora no se ve por dónde puedan reagruparse. El manual ordena ir con los viejos oráculos del PRI estatal: Las “enseñanzas de Ruiz Massieu” o “las frases de Cervantes Delgado”. El detalle es que esos pensamientos solo funcionan desde el poder. Desde dentro del presupuesto.
Porque desde la oposición parece ideología inocua.
Con el posible brinco de Héctor Astudillo a las “feles de le 4T”, el priismo guerrerense tendrá que echarle mucho seso para resurgir. Si a eso le agregamos que habrá poco billete, la combinación parece tóxica para una fauna política que ha demostrado que solo opera con vacas gordas. ¿Será el fin de los oscuros caciques? O nomás se cambiarán el color de la camisa. Lo sabremos muy pronto.⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
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