Siempre he admirado a los escritores norteamericanos que fueron soldados, guerreros que tuvieron el valor suficiente para enfrentarse a las adversidades del destino y después escribir monumentales obras, inolvidables. Por mencionar algunos: Ernest Hemingway, J. D. Salinger, Donald Bartheleme, Kurt Vonnegut o Tobias Wolff. Este último se convirtió en uno de mis favoritos. Nadie discute que Raymond Carver y Richard Ford, quienes formaron parte del mal llamado dirty realism, son buenísimos, pero el viejo Wolff me seduce más.
Tobias Jonathan Ansell Wolff nació en Birmingham, Alabama, el 19 de junio de 1945, año en que la Alemania nazi fue derrotada (al parecer las guerras estuvieron relacionadas con él). Estudió Literatura en la Universidad de Oxford e impartió clases en la Universidad de Siracusa y es profesor en la Universidad de Stanford. Se enlistó en el Ejército durante la guerra de Vietnam y a su regreso se dedicó a escribir de tiempo completo. Y qué mejor que lo hubiera hecho. Cuenta con los premios Story Award, Academia de Letras y las Artes de América, PEN/Malamud, Faulkner y O. Henry, uno de los más prestigiosos en Estados Unidos. Escritor que admiró desde pequeño, principalmente por sus finales sorpresivos. A su lista de admiración se sumarían Hemingway, Faulkner, Jack London y Flannery O’Connor.
Es una lástima que sus libros no circulen en las librerías del país y que Anagrama no le haya puesto un ojo. Desconozco la causa pero vaya que perdió a un peso pesado del cuento, porque es un maestro de la brevedad, un artesano de la prosa; un autor que admiro y disfruto cada que lo releo. Las atmósferas, los diálogos, sus personajes fracasados y valientes, náufragos de la vida cotidiana, enfrentándose a su entorno; con una voz cautivadora, profunda, como si representase a los abatidos. Además de exponer lo que existió bajo la mesa del american dream, semejante a lo que ocurre en los países subdesarrollados: pobreza, desempleo, violencia, desesperación, familias fracasadas, adicciones, sueños rotos. Sin duda un escritor norteamericano crudo, sin tanto artificio.
Sí, los tres representantes del realismo sucio manejan los mismos temas, el mismo estilo, llevándolo hasta el límite; un trío diabólico, los jinetes del Apocalipsis minimalista. Habría que imaginarlos verlos llegar juntos a una sala de lectura, a una universidad o algún restaurante. Qué miedo, qué festín literario debió haber sido. Pero, repito, los cuentos o relatos de Wolff me enganchan más por su prosa agónica y sabia. Para mí también es el Chéjov norteamericano y poco valorado en habla hispana. Algunos críticos aseguran que el mote ruso sólo les corresponde a Carver y Cheever, aunque es bien sabido que detrás de los textos de Carver siempre estuvo el editor Gordon Lish.
Su obra cuentística en español se conforma por De regreso al mundo, Cazadores en la nieve, La noche en cuestión y Aquí empieza nuestra historia. Por su parte las novelas son Vida de este chico (una autobiografía que describe el peregrinaje con su madre, cuya obra le dará reconocimiento internacional), Ladrón de cuarteles, Vieja escuela y En el ejército del faraón. Todos publicados en Alfaguara.
Vida de este chico fue llevada a la pantalla grande en 1993, dirigida por Michael Caton-Jones e interpretada por Leonardo DiCaprio, junto a Robert De Niro y Ellen Barkin. La película narra la dura adolescencia de Toby, las aventuras que vive con su madre Caroline y su empeño por estudiar en The Hill School, en Filadelfia, Pennsylvania. Está harto de la disciplina de Dwight, su padrastro, y de ese infierno que no lo deja en paz. Mantiene una actitud rebelde pero no pierde la esperanza, resiste. Finalmente madre e hijo abandonan el hogar de Dwight y parten de nueva cuenta a la aventura. Cuando The Hill School descubre que falsificó las cartas de recomendación de inmediato lo dan de baja. Una historia triste y violenta. Libro y filme son magníficos.
En México poco se habla de este autor. Si acaso rumores, referente del realismo sucio y amigo de Carver y Ford. Afortunadamente aún sobreviven dos leyendas, excepto que Wolff parece un fantasma en el ambiente literario mexicano. Hoy más que nunca alguien debería considerar a este veterano de guerra, salvarlo de la cloaca, de las sombras en que lo mantienen. Porque es un grande de la literatura norteamericana.⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
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