El agua modifica su estructura física sin alterar su estructura química, o quizá recuerdo mal. Tiene mucho que fui a la escuela. Dicen que somos setenta por ciento agua, será por eso que somos tan cambiantes.
Recuerdo personajes sin brazo, sin pierna, tuertos. Recuerdo oráculos amorfos que guían pueblos enteros. Recuerdo las veces que he visto a amigas usando un aparato para la movilidad y su recuperación. Las veo mar, llenas de tiempo y sabiduría, abrazadas de la luna cumpliendo ciclos. Eso se siente al ser setenta por ciento agua. Agua que recorre el mundo como nube, lluvia o río, agua que se adapta. Casi nunca recordamos que somos manantial, laguna, cascada: agua que acompaña, lucha y aconseja. Somos seres que se enojan, lloran, gritan, se transforman.
Me gusta pensar en el mar que somos. Mar lleno de misterios y peces abisales. Mar que nos grita si no lo escuchamos y que forma olas, tormentas. Mar que nos inunda hasta emerger y recordarnos que somos agua, agua que cambia pero que sigue siendo ella misma.
Hablo del agua cambiante que nos llena porque quiero que mis amigas se sientan acompañadas, quiero que recuerden que los planes continúan aunque el cuerpo exija pausas, pausas que la mayoría de las veces son inesperadas. A mi padre le gusta decir que las cosas pasan por algo y que si no has muerto es porque te están dando tiempo para mejorar tus planes o porque hay un rumbo que corregir.
Nuestro mundo espera ser recorrido sin importar el ritmo y nos recuerda que somos agua; mar que ruge. Mar que se transforma. ⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
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