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Desde aquí se ve el futuro*

  • Pepe Rojo
  • 29 sept
  • 3 Min. de lectura

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Desde esta esquina todo se ve diferente. Aquí estamos acorralados. Al norte, por Estados Unidos y al sur, por México. Al oeste por el océano y al este por el desierto. Nuestra condición es tanto terminal como iniciática. Aquí algo acaba, aquí algo empieza. Todo el tiempo.

Tijuana no goza de referentes geográficos para justificar su existencia. Nace de una línea abstracta trazada por el Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, luego de que México, con apenas 27 años, perdiera 55% de su territorio después de su única guerra abierta contra EU. En el tratado se decreta que: “Para evitar toda dificultad al trazar sobre la tierra el límite que separa la Alta y la Baja California”, la nueva frontera quedaría definida como una línea que va desde la boca del río Gila hasta el mar Pacífico, una legua marina al sur del puerto de San Diego. Ahí, donde no había nada, una ficción engendra una línea invisible que llega hasta el mar. Tijuana abraza esa línea como a una madre, es parida por una ficción legal: el acto de magia que conjura una frontera ahí en el desierto, donde aparentemente no hay nada.

Así de artificial, pues.

Pase lo que pase, el futuro acaba aquí. Pase lo que pase, el futuro empieza aquí.

La frontera entre Tijuana y San Ysidro no es sólo la más transitada en el mundo, sino el punto de contacto más intenso de la única frontera donde los tal llamados primer y tercer mundo se tocan cuerpo a cuerpo. Europa se diluye en Asia, y el mar Mediterráneo mantiene África a cierta distancia. Pero esta frontera es un prototipo de la desaparición de una geopolítica que organizaba el mundo en números ordinales, pues las delimitaciones entre países ya no definen estos términos. En su lugar, las diferencias económicas han creado “primeros” y “terceros” mundos empotrados en casi cualquier ciudad: colisiones entre los obscenamente ricos y los empobrecidos, mientras una clase media asustada y en riesgo de extinción intenta desesperadamente colocarse en el lado correcto de esta frontera que ya está por doquier. En medio siempre hay muros.

Aquí en Tijuana llevamos viviendo esa relación desde hace mucho tiempo.

Aquí en Tijuana empezó la ola de violencia que recorre México desde que inició la guerra contra las drogas, y aquí en Tijuana se vivió claramente un tipo de guerra constante con incrementos esporádicos de intensidad, en la que una población civil es vista con desconfianza, pues el “enemigo” no lleva uniformes. Después, el modelo se exportó al resto del país.

Aquí en Tijuana apareció la primera imagen de un mexicano proyectado al siglo XXI: un norteño joven con sombrero y laptop que mezcla banda con techno bajo el nombre de Nortec. Aquí tocaron Bátiz y Santana, y empezó el rocanrol en México, y desde aquí se han viralizado los casinos que se encuentran en el resto del país.“Caliente”, dicen casi todos.

Aquí en Tijuana pegan primero y más duro las continuas devaluaciones, pero también se pasan los efectos más rápido, nomás porque los dólares están más cerca.

Este fue el primer estado que eligió un gobernador de un partido que no fuera el PRI, y de una manera u otra, abrió los brazos al proceso de globalización liberal que nos traería tanto el TLC (Tratado de Libre Comercio) como la guerra contra las drogas.

Desde aquí, las cosas se hacen un poco más evidentes antes de que sucedan en otros lugares. O quizá es que desde aquí hay cierta perspectiva que facilita y permite que uno se dé cuenta de esa cosa que viene hacia nosotros, a veces incluso antes que nadie.

Desde aquí se ve el futuro. ⚅

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[Foto: Carlos Ortiz]



*Ensayo inicial del libro homónimo de reciente aparición, publicado por Odo Ediciones, reproducido con autorización del autor,

 
 
 

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