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  • Ricardo del Carmen

En el bosque de la China

En 1932, Pearl S. Buck publicó la que sería su novela más famosa: La buena tierra. Una historia que transcurre en la China rural prerrevolucionaria. Wang Lung, es un campesino pobre que se casa con O-Ian, una esclava de la casa grande de la familia Hwuan. Dedicados al trabajo de campo, comienzan a tener dinero para adquirir tierras que les permitirán cosechar, ahorrar y tener cada vez un poco más. O-Ian es una mujer fuerte y trabajadora cuya misión, asume, es la de parir hijos, trabajar para su esposo y cuidar de su suegro. Ella se asume fea y tener un esposo es casi algo que debería agradecer. La familia crece y se enfrentan al problema de la hambruna, consecuencia de cambios extremos en el clima de la región. Viajan a la ciudad, en donde conocen la miseria. O-Ian y los niños se dedican a pedir limosnas en las calles, mientras Wang Lung se dedica a trabajar halando un jinrickshaws (es un carro de dos ruedas tirado por una persona —corredor—. Dispone de un asiento para una o dos personas. Era usado como taxi en muchas ciudades). Lo que los hace regresar es la revolución. Una horda violenta ingresa a la casa de una familia rica detrás de los muros en donde ellos vivían en casitas pegadas a la pared. El caos les da la oportunidad de robar monedas con las que pueden regresar a su pueblo (del que nunca conocemos su nombre). Trabajando y ahorrando, Wang Lung llega a comprar cada vez más tierra, incluso compra tierras en la casa grande, ahora en decadencia.

Abrazado por su buena suerte, Wang Lung comienza a vivir como un hombre rico y a frecuentar las casas de té. Ahí conoce a Loto, una joven prostituta que compra y se lleva a vivir a su casa, en un departamento aparte. Este hecho cambia la vida de O-Ian, que se siente traicionada, pero que, una vez más, asume el papel que la sociedad le ha impuesto: después de todo, ella es la esposa y los hombres ricos se aburren de sus esposas.

Wang Lung tendrá que enfrentarse a las complicaciones de la hambruna o las inundaciones. (En la inundación, la gente comienza a robar y a asaltar para intentar sobrevivir. Muchos otros, sin nada que perder, se ven obligados a huir). Tendrá que afrontar la muerte de sus seres queridos y de asumir el papel de patriarca cuando decide mudarse a la ciudad para ocupar la casa Hwang, el mismo lugar en donde fue por O-Ian para hacerla su esposa. Llena los departamentos de sus hijos, nietos y criados, y, para el final de sus días, se ve nuevamente presa de una fiebre juvenil que lo lleva a tomar a otra esclava doncella, al servicio de Loto, su primera amante.

Esta novela revela la crudeza del campesinado en China. Por esta razón, Pearl S. Buck fue criticada por los intelectuales chinos que negaban las escenas de la novela, pero Pearl respondió contundente diciéndoles que la nube de privilegios en las que ellos vivían les impedía ver la miseria de su pueblo. La novela refleja las tradiciones del pueblo chino y de la organización social, entre ellas el papel que juegan las mujeres como atributos, piezas de colección o adornos que necesitan de un hombre para ser salvadas o realizadas. Las niñas que, desde que nacen, podrán ser vendidas como esclavas para “ayudar” a sus familias. “A veces, trabajando los terrones del campo, ocurría que Wang Lung comenzaba a divagar sobre ella. ¿Qué habría visto en aquellas cien estancias? ¿Qué había sido su vida, aquella vida que nunca compartía con él? No sabía qué pensar. Y en seguida se sentía avergonzado por su interés y curiosidad por O-Ian. Después de todo, era sólo una mujer”. Mientras hace un alboroto por el nacimiento de sus hijos, cuando nace su hija, la misma O-Ian dice: “Ya pasó todo otra vez. Ahora sólo ha sido una esclava. No vale pena mencionarla”.

Sin proponérselo, Pearl S. Buck, dibuja un panorama de la vida de las mujeres en China. O-Ian, una mujer vendida cuando tenía diez años, cuya dote eran dos pendientes de plata y dedicada al trabajo doméstico. Cuckoo, una mujer regente en la casa de té, que antes había vivido como esclava del señor de la casa Hwang y que se convertirá en la sirvienta de Loto, una joven trabajadora de la casa de té que es comprada por Wang Lung para su placer. Las esposas de sus hijos, con matrimonios acordados para ennoblecer la incipiente casta Wang. Las hijas obligadas a ceñirse los pies, obligadas a configurarse como un producto que pueda colocarse mejor en el mercado de los matrimonios. Todas, meros artefactos funcionales de un sistema que, no obstante, las requiere para perpetuarse. Objetos de placer, sin derecho a tener una vida al margen de los varones; sin poder hacerse de un patrimonio porque, como en muchas otras sociedades, sus dotes no eran suyas, sino que, una vez casadas, su patrimonio, pasaban a manos del marido. Señales de un sistema heterofalocentrista que se mantiene incluso después de las Revolución en donde el apoyo del Partido Comunista Chino a la emancipación de las mujeres, sólo quedó en un verso de Mao Zedong: “Las mujeres sostienen la mitad del cielo”, y quizás por esa afirmación, las mujeres no han logrado avanzar en la lucha de sus derechos políticos en la tierra China. Nada nuevo en las dictaduras.

Los golpes de realidad de esta novela, que es ya un clásico de la literatura mundial, nos ponen de frente con una situación que, cien años después no ha cambiado mucho. Aunque la protagonista no es una mujer, el retrato de la vida de las mujeres en la China antes de la Revolución. La descripción de las situaciones de marginación de las mujeres y el señalamiento de los privilegios de los varones, permiten que esta novela pueda ser considerada también dentro del protofeminismo. Esto último, ocurre sin que Pearl se los proponga, sino como una mera necesidad de la historia y de los contextos que alimentan la trama.

Por esta novela Pearl S. Buck, que ya había publicado dos novelas anteriores (The Exile y Fighting Angel), recibió el premio Pulitzer y, en 1938, fue la primera mujer estadunidense en recibir el Premio Nobel de Literatura. ⚅

[Foto: Carlos Ortiz]

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