La aventura de Fuera de lugar
- Flor Venalonso Neri
- 28 jul
- 3 Min. de lectura

Lúcidos es la palabra que define a los ensayos de Fuera de lugar, pues a través de las palabras vamos visitando cada sitio al que ella nos abre la puerta. Porque estar fuera no es estar dentro, y Adriana nos invita a pasar, a entrar: a ser copilotos en su Matiz, a ponernos bajo la regadera, a recordar ese departamento que rentamos cuando fuimos estudiantes. Por su lectura vamos descubriendo a la Adriana más humana. En el primer ensayo se adentra en busca del padre, y se prolonga en los demás esta incesante búsqueda, que se aúna con reflexiones sensoriales y emocionales a través de la ausencia, el dolor y la pérdida:
“De lo que sí estoy segura es de que ahora me iré a la cama pensando que el sufrimiento es un complemento ante toda la gama de sensaciones físicas que soy capaz de experimentar.”
Y ya encaminados en esto, nos lleva a posicionar el cuerpo en lugares extraños, en estados: estar en un lugar, estar en estado de espera, ser receptáculos de otros cuerpos: maternar.
En estas reflexiones la acompañamos a cuestionar y elegir, entre todas las posibles soluciones, su lugar. Fuera de lugar: inoportuno, inadecuado, contrario a la situación o a las circunstancias. Estar fuera de lugar en Adriana Ventura es compartir tareas, responsabilidades que ella ha elegido con el varón que la acompaña. Es cuestionarse constantemente sobre la decisión de su cuerpo y la responsabilidad que implica compartirlo, y dialogar con esa nueva forma de paternidad que está formando junto a su pareja:
“Insisto: mientras la procreación siga enfocándose meramente sobre el cuerpo femenino no vamos a progresar en este asunto de la familia incluyente. El cuerpo es mío, claro, y yo decido, pero sobre la paternidad, ¿nadie va a decir nada?, ¿nadie va a protestar porque la mayoría de los planes de anticoncepción estén dirigidos a la mujer? ¿Planificación familiar es un término para colocar en la puerta de una oficina y nada más? ¿No habrá un plan de efectiva concientización dirigida a ambos miembros de la pareja?”
Existe aquí una cuestión importante: Adriana Ventura nos lleva a repensar nuestro cuerpo, nuestra feminidad, nuestra responsabilidad al maternar. A estos ensayos llenos de lucidez y empatía los dirige una línea de ternura, y en ellos se defiende la diversidad de pensamiento:
“Yo celebro a quien decide no tener hijos; yo no pude, sucumbí a la ternura. En el fondo no somos diferentes, tomamos decisiones y, como si no fuera bastante, tenemos que proteger, planificar y argumentar cada elección que hacemos.”
Resulta interesante también la búsqueda de la autora en estas reflexiones, porque logra tejer una conexión fuertemente revisada por las mujeres contemporáneas: la escritura. A veces, no es posible tener una habitación propia, y Adriana nos enseña que es preciso ubicarnos en un lugar: estar en la escritura significa entonces apropiarnos del cuerpo y del pensamiento.
“Escribo mientras hago fila en la carnicería. Escribo cuando camino hacia la escuela de mis hijos. Escribo entre clase y clase. Y me he acostumbrado tanto al barullo del mundo, que ya no puedo escribir en silencio.”
Estos ensayos están llenos de instantes poéticos que encontramos en situaciones cotidianas como bañarse:
“Seguir bañándome de madrugada me hace suponer que también lo hago para entrar limpia a mis sueños.”
A través de actividades automáticas o desde la emocionalidad:
“Resulta natural pensar en un momento para el llanto, puede ser por la noche o a la hora del baño, quizá en días de lluvia. Si pensamos en sitios, seguramente ganaría la alcoba tibia y acogedora.”
La forma de sus sentencias resulta aforística:
“Después de los quehaceres cotidianos, uno finalmente puede tirarse a sufrir.”
Por eso, Adriana Ventura propone e insiste, en cada ensayo de este libro, que pese a las decisiones que tomemos desde el lugar en que nos posicionemos, como mujeres, habrá que:
“Hacer de la escritura nuestro territorio para reinventarlo, defenderlo y cultivarlo.”
La escritura es el talento de Adriana, y la reflexión de las cosas y situaciones a través de sus ojos son argumentos lúcidos, poéticos y necesarios para comprender que “el dolor no tiene por qué ser algo negativo”.
Con este libro, Adriana Ventura demuestra que su oficio no es solamente mostrar su alma o abrir las puertas de su casa, sino mostrar su talento artístico, ingenioso y humorístico, pues posiciona la reflexión desde este fuera de lugar que llega a ser su escritura, y en el que nos invita a colocarnos. Fuera de lugar nos revela una nueva faceta de la Adriana poeta y ensayista: Escritora. ⚅
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[Foto: Carlos Ortiz]







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