Los Baraka Nyeupe y Sebastião Salgado
- Anaid Reyes Hernández
- hace 5 horas
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El fotógrafo Sebastião Salgado murió el viernes 23 de mayo a los 81 años. Contaba con una larga y muy reconocida trayectoria; sin embargo, en las últimas décadas fue reconocido por su extraordinario trabajo documental de la selva amazónica, así como por la asombrosa labor de reforestación en una propiedad ubicada en el estado de Minas Gerais, a través del Instituto Terra, fundado junto con su esposa y editora, Lélia Wanik.
Aunque varias notas que reseñan su trayectoria hablan de su etapa como fotoperiodista de las afamadas Sygma Agency y Gamma —esta última fundada, entre otros, por Henri Cartier-Bresson y David Seymour—, poco se conoce de sus largas estancias en algunas regiones de África. Una que llamó mi atención fue la de un amigo y el encuentro inesperado que sostuvo con el fotógrafo en Kenia.
Al tratarse de zonas de alto conflicto, la agrupación en tribus cerradas al exterior era vital, así como generar distintivos propios entre sus miembros. Entre los Baraka, por ejemplo, cada individuo lleva una marca en la piel que lo identificará toda su vida: un cúmulo de hilos alrededor de su brazo.
En aquella tribu también se guardaba una historia de resistencia. Al parecer, en cada nueva generación nacía al menos una persona iluminada: una tasa altísima de personas con albinismo. Para esta tribu, los albinos eran tesoros, aunque, desde los ojos de otras tribus, se trataba de maldiciones que traían la sequía y la guerra.
Después de años de persecuciones, la tribu Baraka había conformado una comunidad más pequeña, a la que llamaron Baraka Nyeupe o bien “pueblo del linaje de la bendición luminosa”. Una subtribu que tuvo que esconderse para proteger su legado.
Sebastião conoció a este pueblo a través de Salin, a quien, por azares de la vida, había salvado en una de las expediciones. Fue Salin quien, en un acto de reciprocidad, lo invitó a conocer a una familia de los Baraka Nyeupe.
Llegaron al caer la tarde, momento en que la gente comienza sus actividades fuera de casa para no sufrir los estragos que les ocasiona el sol. La primera impresión de Sebastião fue el asombro: cuatro personas de cabello rizado, altos, delgadísimos, de nariz ancha y labios gruesos, con una piel de claridad tal que variaba entre un rosado sutil y un blanco intenso.
La cena transcurrió envuelta en un halo de curiosidad mutua. A Salgado le preguntaron sobre su lugar de procedencia, su familia, sus tradiciones y qué comía. Le pidieron ver su cámara y jugaron con ella. Les impactaron las historias que Salgado contó sobre el Amazonas, la descripción del ancho del río y sus caudales, y la forma en que algo tan lejano le da vida a la lluvia del otro lado del mundo.
Salgado disfrutó de la calma que le transmitían. Quería retratar al menos un poco del misticismo que rodeaba a aquella familia que había podido permanecer junta y a salvo, protegida y, a su vez, protegiendo a los suyos, llevando una vida que, de no ser por sus horarios, era casi normal. Se preguntaba dónde vivirían los Baraka Nyeupe.
Al salir de la choza, un camino de ángeles pintado por telas coloridas le mostraba el camino:—Bendiciones para ti, Sebastião Jabari, por salvar a uno de los nuestros.
Esa es la historia detrás de aquella fotografía icónica de la tribu albina tomada por Salgado, de una región aún no identificada en Kenia, cuya ubicación prefirió no revelar. ⚅
[Foto: Carlos Ortiz]
Qué bonito texto, me llevó por un momento al otro lado del mundo, a la casa de los Baraka Nyeupe.