Paisaje con borrachos y ahorcados
- Adriana Ventura
- hace 4 horas
- 3 Min. de lectura

Mientras leía La trastienda de la escritura de Liliana Heker, me llamó la atención, sobre todo, la primera parte, en donde la autora argentina escribe sobre los talleres literarios y disecciona con singular agudeza la creación literaria, destacando el ejercicio estético que nace al recrear la experiencia personal en la literatura. Sobre ello, Heker apunta:
“Se trata de construir con la experiencia personal un hecho literario, susceptible, como cualquier otro, de justificarse, no por su condición de ‘cosa vivida por mí’, sino por su intensidad, por su belleza, por el absurdo o la repulsión o el miedo en que sumerge a quien lo lee, por la conmoción o el impacto estético que provoca en el otro.”
Ahora que tengo la oportunidad de escribir sobre el libro Iremos que te pienso entre las filas y el olfato pobre de un paisaje con borrachos y ahorcados (Filo de caballos, 2020), de la poeta Minerva Reynosa, quisiera concentrarme en esto: en la conmoción y el impacto estético que los versos de este libro han provocado en mi cuerpo y en mi memoria.
La apuesta de Minerva, en este libro, se acentúa en la manipulación del lenguaje. El juego y el dominio que tiene sobre él se notan en las frases cotidianas que funcionan como anzuelos con los que la autora juega hasta descubrir nuevos sentidos, provocando en nosotras, las personas que leemos, sensaciones inesperadas.
Quisiera ser más clara: declararme abiertamente interesada por la poética de Minerva Reynosa. De este libro me gusta la forma entrañable en la que los recuerdos de una época —finales del siglo XX— pasan a convertirse en pieza fundamental de la memoria histórica que nos abraza.
Al mismo tiempo que sucede el juego, la manipulación del lenguaje para exprimirlo y hacerlo decir lo que no quiere decir. Tenemos una memoria operando, y con los recuerdos podemos hacer dos cosas: tomar uno y exprimirlo, o tomar todos los que se dejen y ponerlos a bailar. La última opción es mi favorita. Reynosa nos permite ver la polifonía que habita la vida: muchas cosas sucediendo al mismo tiempo. En este libro pasa que es el cumpleaños 16 de la voz poética, es el día en el que Selena, la reina del Tex-Mex, es asesinada por Yolanda Saldívar en Corpus Christi; pasa que hay una madre desesperada por la crianza; pasa el Tratado de Libre Comercio entrando duro a México; pasan los días en la secundaria; pasan las tardes en la calle con los vecinos.
mamá gritando como siempre gritando en el filo de los oídos que no la escuchan que no la hacen una pared de 21 años que se sale con la suya y sí aunque gritando ella escoge irse casino apodaca 1994 y no hacía mucho que cantaba sus canciones [aunque soy pobre todo esto que te doy vale más que el dinero porque sí es amor] tal vez era su primera cita o su segunda [baby] al contrario sin gritar más que muda mudísima mi hermana de 21 años se fue para aporrancho apodaca allá donde vive lupe sí lupe el mismo lupe el de bronco
Es imposible salir del libro sin sentirse afectada por ese remolino: sí, una experiencia personal que al mismo tiempo se propone como el canto colectivo de una generación enfadada y desencantada de la vida.
Me gusta la presencia de personajes como Selena, el rescate de la entrevista con Verónica Castro, Lupe (el de Bronco). Me gusta, sobre todo, notar la presencia de Gloria Anzaldúa desde el epígrafe, pero también siento sus consejos tomados en serio, como cuando dice que escribamos en la lengua viva de nuestra tierra, y veo en este libro cómo se estruja la palabra, el lenguaje, para que la voz se desentierre y diga lo que tenga que decir.
Hay que mencionar que las secciones de este libro se dividen en 10 paisajes: como escenarios, como atmósferas, como sistemas orgánicos que podrían funcionar de manera independiente, pero no. Hay un entramado en este escenario de la memoria que parece funcionar como una estación, un alto en el tiempo para entrar a la memoria de la autora, que ha convertido su experiencia y su lengua en un artefacto estético que yo celebro.
Y, como dijo don Carlos Salinas de Gortari respecto al “golpe al corazón de todos los mexicanos”, Minerva también nos ha dado un gancho duro al corazón, al mío sobre todo. ⚅
[Foto: Gonzalo Pérez]
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